El mundo marino celebra el Día de los Océanos
Dos terceras partes de la superficie de la Tierra están cubiertas por océanos, que constituyen una fuente de infinitos recursos: alimentos, energía, agua, hidrocarburos y minerales.
El agua, elemento predominante en los continentes, provee de una riqueza infinita a la humanidad. Así, el mar, en interacción con la atmósfera, la litosfera y la biosfera, favorece las condiciones que posibilitan las distintas formas de vida en el planeta.
De los océanos se obtienen toneladas de pescado cada año, sal y agua dulce. Además, el desarrollo de reservas petroleras y de gas natural en ellos abastece gran parte de la demanda mundial de hidrocarburos combustibles.
Por esta razón, es apenas en 1994 que entró en vigor la Convención de las Naciones Unidas sobre la Ley para los Océanos. El 8 de junio se celebra a partir de una iniciativa canadiense.
Más allá de la profundidad
La población mundial es corresponsable de la vida de los cuatro océanos que poseemos: Atlántico, Pacífico, Ártico y Antártico. No obstante, parece que este elemento invaluable del ecosistema, se subestima y queda a expensas de decisiones políticas y de las transnacionales en los países llamados “desarrollados”.
Hoy por hoy encontramos atrocidades como las que se ven en el basurero más grande del mundo: conocido como el “vórtice de plástico”, que se convirtió en un depósito de basura ubicado entre Hawai y Estados Unidos, con una extensión de casi 700 mil kilómetros cuadrados.
La “isla de la basura” habla por sí sola: los restos de plástico y desperdicios se concentran en una zona debido a un movimiento circular de las corrientes ecuatoriales que gira en dirección de las manecillas del reloj.
Resulta que el colosal depósito se alimenta de basura que es arrojada en aguas de Norteamérica y del sureste asiático. Esto es un fiel reflejo de la filosofía de esconder toda la basura “bajo la alfombra”, como una viva consecuencia de la guerra del packaging y de la irresponsabilidad de compañías que agreden al ambiente.
Un hecho curioso es que este desagradable lugar ocupa una extensión casi igual a Francia o España, solo que está ubicado en una isla entre Hawai y la costa oeste de Estados Unidos.
Los responsables están señalados y no hay cómo culpar al “tercer mundo”. No obstante, la acción es fundamental a través de la Ley para los Océanos (Convención de las Naciones Unidas 1994), que incluye solución obligatoria de controversias, establece el marco jurídico global para todas las actividades que se llevan a cabo en los océanos y los mares y contiene normas detalladas que regulan todos los usos de los océanos y definen los derechos y responsabilidades de los Estados.
Con información de Agencias