El mito de Ícaro: ¿Quién fue? - 800Noticias
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Damos por hecho que todo el mundo ha oído hablar de Ícaro, famoso personaje de la mitología griega. ¿Pero quién era Ícaro?, ¿cuál fue su historia?, ¿por qué se le cita tanto?

En este pasaje queda perfectamente explicado. Se trata de un fragmento de la introducción de El mundo de Ícaro (Crítica, 2010), del dibujante Antonio Mingote y de José Manuel Sánchez Ron, catedrático de Historia de Ciencia en la Universidad Autónoma de Madrid. 

[…] Una de las historias que refleja mejor los deseos humanos es la de Ícaro, hijo del inventor Dédalo. Obligado a abandonar Atenas por matar a su sobrino, Pérdix, Dédalo se refugió en la corte de Minos, rey de Creta. Cuando Pasífae, hija del dios del Sol, Helio, y esposa de Minos, dio a luz al monstruoso Minotauro, criatura con cuerpo de hombre y cabeza de toro, fruto de sus amores con el toro blanco que Poseidón hzo salir al mar, Minos encargó a Dédado que construyera su laberinto, el famoso Laberinto de Creta, en el que Minotauro viviría oculto toda su vida. Pero éste se alimentaba de carne humana, que Minos obtenía de los atenienses, quienes debían enviarle todos los años seis mancebos y siete doncellas. Cuando Teseo se presentó entre los siete mancebos, aunque con la intención de matar al Minotauro, Ariadna, hija de Minos y enamorada de Teseo, pidió a Dédalo que le ayudase.

Accedió, suministrando a Teseo un ovillo de hilo gracias al cual pudo encontrar la salida del laberinto y abandonar Creta con Ariadna. 

Minos se enfureció tanto que encerró a Dédalo en el laberinto, junto con su hijo Ícaro, que había engendrado con una esclava de palacio. Para escapar, y hacerlo sin recurrir a barco alguno, puesto que Minos vigilaba cuidadosamente a todos los que abandonaban la isla, el imaginativo Dédado pensó en imitar a los pájaros. En consecuencia, se puso a fabricar unas alas para él y para Ícaro, enlazando plumas, primero las pequeñas y luego las más grandes; unió su trabajo y dispuso de alas similares a las de un gran pájaro, él mismo las probó, comprobando que funcionaban. Dotó entonces a Ícaro con otro par y le enseñó a volar. Una vez conseguido esto, padre e hijo se dispusieron a emprender el vuelo y abandonar su cautiverio. Pero antes, Dédalo advirtió a Ícaro que tuviese cuidado, que no se elevase demasiado porque el calor del Solo podría derretir la cera, pero que tampoco volase demasiado bajo porque el mar mojaría las alas y no podría sustentarse en el aire.

Comenzaron entonces a mover las alas, y, ¡oh, maravilla!, volaban. Tras un tiempo, Ícaro, entusiasmado y desoyendo las advertencias de su padre, comenzó a ascender. “¡Más alto!, ¡más lejos!”, debió de pensar. La consecuencia fue la prevista por Dédalo: la cera se derritió y las plumas se fueron cayendo, con lo cual las alas perdieron superficie e Ícaro altura, sin que sus desesperados esfuerzos, agitando los brazos con toda la rapidez de que era capaz, pudiera evitarlo. Cayó al mar y murió.

Con información de Narrativa breve

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