El misterioso río de Alaska donde aparecen personas desaparecidas
Fuente: ABC
Unos bomberos que combatían un gran incendio en la península de Kenai (Alaska) encontraron una bota medio enterrada. Poco después se dieron cuenta de que también había huesos dispersos por el césped. Los bomberos en Alaska están acostumbrados a ver huesos de alces, osos y otros animales que viven y mueren en estos bosques. Así que hasta que encontraron un cráneo humano no supieron que los huesos anteriormente encontrados eran de personas. El cráneo yacía a su lado, con la cara inclinada hacia el suelo, los dientes de la mandíbula superior estaban ennegrecidos, los de la inferior habían desaparrecido.
Los bomberos de alaska llegaron en helicóptero y salvaron lo que pudieron. «Los huesos casi eran ceniza», aseguró a ‘The Atlantic’ el teniente Kat Shuey.
Los restos estaban repartidos en un área de algo más de 50 metros de diámetro, presumiblemente, por los carroñeros. También encontraron tres cuchillos de caza, dos botones de metal, una cremallera, y parte de un teléfono móvil Samsung. Todos los elementos estaban carbonizados en diversos grados, como casi todo lo demás en el camino del Funny River, un rincón remoto de Alaska , un lugar que un local describió como «la mitad de la mitad de la nada».
El dolor de una familia
Entre las miles de personas que desaparecen en Alaska, se encontraba Rick Hills. Se barajó el suicidio, pero su madre, Dolly, lo descartó: «Le había preguntado a dos de sus hijos si querían acompañarlo ese día», contó. Tampoco se cree que su marido hubiese sucumbido a los elementos, pues conocía esos bosques como la palma de su mano. Tanto Dolly como la mujer de Rick, Heidi, creen que este fue víctima de un crimen. Porque Rick «tenía una vida salvaje». «Le gustaba drogarse con cocaína o pastillas y luego salir a beber toda la noche, salía con gente que entraba y salía de la cárcel. Por el bien de su familia», comentó Heidi.
La Policía finalmente dejó de buscar. Dolly no se dio por vencida. Colgó carteles en todo el pueblo, alquiló motos de nieve y hasta consultó a psíquicos. Una de ellas, una británica que vivía en Anchorage aprecía conocer detalles de la investigación, y le dijo a Dolly que encontrarían a Rick diez años más tarde, y así fue, aunque el cadáver hallado en Funny River no fuese el suyo.