El misterio del gran cráter de Siberia
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Cerca de la cuenca del río Yana, existe un agujero en forma de renacuajo que no para de aumentar de tamaño. Tiene un kilómetro de largo y casi 100 metros de profundidad, pero estas cifras dejarán de ser así muy pronto, ya que crece estrepitosamente: se trata del cráter Batagaika.
Para los científicos tiene muchísimo interés, ya que les permite descifrar cómo eran los climas del pasado, y cómo estaban formados los bosques y fauna de esa zona, pero a medida que avanza y cruje la tierra, los nativos de la zona piensan que la puerta al inframundo se está abriendo.
Comenzó a formarse en los años sesenta, cuando se comenzó a talar el bosque: la tierra se hundió y el proceso se aceleró por el ascenso de las temperaturas en los últimos años. Las grandes inundaciones ocurridas en 2008 aumentaron su tamaño, según ha publicado ‘The Siberian Times’.
Una expedición realizada en 2016 tuvo como objetivo determinar las capas de suelo. El profesor Julian Murton, de la Universidad de Sussex, en Reino Unido, viajó hasta allí, a 676 kilómetros al norte de Yakutsk, capital de la República de Sajá, y publicó un estudio en la revista ‘Quaternary Research’ este año, en el que explicaba que la edad del suelo del cráter se acerca a los 200.000 años de antigüedad.
Nadie puede parar este desarrollo. No hay una solución de ingeniería para poner fin a estos cráteres en desarrollo
«El cráter de Batagaika golpeó mi imaginación, su tamaño es increíble, la grieta está perfectamente expuesta, no está tapada, todas las capas son perfectamente visibles y pueden ser estudiadas rigurosamente», afirmó Murton, añadiendo que su equipo además recolectó muestras de restos de árboles y sedimentos para investigar qué tipo de bosques crecían en esta zona. Están siendo examinados en el Instituto de problemas físicos, químicos y biológicos de la ciencia del suelo de Moscú.
La capa de permafrost (capa de suelo permanentemente congelada, aunque no con hielo o nieve), contenida en la parte del agujero más profunda, con rocas que han permanecido a temperaturas bajo cero durante miles de años, nos ofrece un indicio muy importante de cómo era el clima hace milenios, y probablemente de cómo será en el futuro.
A medida que más permafrost se descongela, el carbono se expone a los microbios y estos lo consumen, produciendo metano y dióxido de carbono como productos de desecho. Estos gases de efecto invernadero se liberan a la atmósfera, y aceleran el calentamiento adicional.
«Esto es lo que llamamos retroalimentación positiva», comenta Frank Günther, del Instituto Alfred Wagener, en Postdam (Alemania). «El aumento de la temperatura acelera el calentamiento, y estas características se pueden desarrollar en otros lugares. No es solo una amenaza para la infraestructura. Nadie puede parar este desarrollo. No hay una solución de ingeniería para poner fin a estos cráteres en crecimiento».
Otros cráteres
En Siberia, existen otros siete agujeros. Se encuentran en la región de Yamalo-Nenetsky, al noroeste. Dos de ellos se han convertido en lagos y uno de ellos está rodeado de un anillo formado por 20 cráteres en miniatura. Este fenómeno ha servido para generar diversas hipótesis, desde las que sugieren que se originaron como efecto del cambio climático, hasta las que señalan que se trata de impactos dejados por meteoritos e incluso extraterrestres. Los cráteres se crearon por el derretimiento del hielo subterráneo del permafrost, según apuntan los científicos.