El Internet de las Cosas: La nueva revolución industrial
En Santander las calles tienen ojos y oídos: los tachos de la basura advierten cuando deben ser vaciados, las plazas de estacionamiento indican cuando hay espacios libres y el alumbrado público se ajusta a la luminosidad de la luna llena. Las autoridades pueden tomar «el pulso de la ciudad» –literalmente– desde miles de dispositivos ocultos bajo el asfalto, los techos de los buses y los autos de policía, entre otros. ¿En el futuro? No, en el presente: este es el llamado Internet de las Cosas (IoT, por sus siglas en inglés).
Con cerca de 20.000 sensores para casi 180.000 habitantes, la ciudad española es un laboratorio tecnológico único en el mundo. Desde 2009 está avanzando hacia un nuevo modelo en el que la innovación es uno de sus principales ejes de desarrollo. Su Plan Estratégico 2020 es ambicioso y busca convertirse en la primera smartcity de Europa. Y lo está logrando gracias al Internet de las Cosas (IoT, por sus siglas en inglés), un concepto que no solo tiene el potencial de impactar cómo vivimos sino también nuestra forma de trabajar. ¿Pero qué es exactamente?
Básicamente, el IoT puede explicarse como una columna vertebral de sensores y dispositivos instalados –en la ciudad en este caso– para recoger parámetros que se conectan a un cerebro. Este centro de procesamiento relaciona los datos para administrar y gestionar la información de forma coordinada para que se tomen las decisiones adecuadas en tiempo real.
Chicago, Barcelona, Amsterdam y Zhenjiang son algunas ciudades que están siguiendo los pasos de Santander, ya sea en ahorro de energía, optimización de tráfico o gestión de agua. Considerando que para 2050 el 60% de la población mundial vivirá en macrociudades, la transformación digital de las urbes se hará vital para generar, coordinar y racionalizar recursos.
El internet industrial, la segunda revolución
Según la revista Wired, el Internet de las Cosas es mucho más grande de lo que la gente cree. Pero no es falta de imaginación, sino de observación. El IoT ya está entre nosotros. No se trata solo de ahorrar dinero o tiempo, no se trata solo de puentes y ciudades. Este es un giro fundamental en la forma de crear productos y servicios. La versión empresarial del IoT es la era del Internet industrial, la transformación más importante desde la Revolución industrial, como anunció Marco Annunziata, economista en jefe de General Electric en su charla TED de 2013.
El Internet industrial permite agrupar una cantidad infinita de datos que, por su volumen, sería difícil de analizar. En la industria del transporte, los sensores de un vehículo colectan y graban data sobre ruta y velocidad, entre otros. Todos estos datos pasan por una planta de control que determina qué hacer con ellos.
Cuando el vehículo se acerca a una intersección, los mensajes para disminuir la velocidad se despliegan con prioridad por sobre los otros datos en el tablero del conductor. Si estas indicaciones son ignoradas, acciones automáticas maniobran el vehículo para detener, disminuir o acelerar la velocidad.
Como toda nueva tecnología, el IoT puede ser confuso e intimidante para el consumidor promedio. ¿Se imagina que las zapatillas registren en la nube una estadística de cuántos kilómetros corre semanalmente? ¿O que la camiseta que está usando monitoree la temperatura y la frecuencia cardíaca? Esos prototipos ya existen. Según datos de Gartner Inc., consultora de tecnologías de la información, para el 2020 habrá 250 millones de objetos inteligentes en circulación.
Tecnología inteligente en el hogar
La rápida evolución del IoT está cambiando todo aspecto de nuestras vidas, incluso cómo interactuamos con los objetos de nuestro hogar. El sistema SmartThings –adquirido por Samsung en 2014– es un universo de objetos inanimados, integrados con conectividad inalámbrica, que pueden ser monitoreados desde una aplicación móvil. Muchos de estos sensores y dispositivos pueden ser instalados en casa sin instalar cables o contratar un profesional. Para conectarlos objetos basta con el router que la compañía. Si la señal de internet falla, los objetos seguirán funcionando gracias a él.
Aunque la idea de automatizar simples funciones hogareñas no es nueva, SmartThings permite tener un control mayor, incluso desde grandes distancias. Cada vez que la puerta de entrada de su casa se abra, el usuario recibirá una alerta en su teléfono. También cuando un auto se estacione afuera o cuando la lavadora haya finalizado su carga.
Los fundadores de NestLabs, Tony Fadell y Matt Rogers –ambos ex-ingenieros de Apple–, creían que el 10% de toda la energía que se consume en Estados Unidos por concepto de consumo energético de los sistemas de refrigeración y calefacción de los hogares era inaceptable. Por eso crearon un termostato inteligente, lanzado al mercado en 2011. Más que un dispositivo que se programa para regular la temperatura de una casa, sus sensores registran y aprenden los hábitos y patrones de conducta de sus usuarios, haciéndose cargo del control responsable y eficiente del consumo energético.
El IoT representa un cambio fundamental de la forma en que vemos y experimentamos el mundo. Así como la mayoría de las personas no quiere volver a usar un teléfono no inteligente, pronto no seremos capaces de imaginar un mundo sin objetos conectados.
Una cosa, en el mundo del IoT, puede ser un humano o un animal, un auto, un refrigerador, una casa, un avión, un tren o una ciudad. Las posibilidades son infinitas. La creatividad humana nos empuja hacia un futuro que ya llegó. Y la nueva regla dicta que cualquier objeto que se pueda conectar, se va a conectar.
Fuente: df.cl