El ingenio de un paleontólogo en Venezuela para seguir investigando en medio de la crisis
Con información de BBC Mundo
Su oficina de apenas 24 metros cuadrados está repleta de fósiles y de entusiasmo.
El paleontólogo Ascanio Rincón no pierde la pasión, a pesar de que en ese espacio solía trabajar con ocho personas y ahora está solo.
Sus alumnos, ya graduados, siguieron sus investigaciones en México o Chile.
En la Venezuela de la crisis, también hay diáspora científica. Pero no para Rincón, decidido, pese a todo, a seguir en su país y a seguir investigando con éxito.
El lunes 12 de febrero la revista Journal of Systematic Palaeontology publicó el último descubrimiento del paleontólogo, que demuestra así que en Venezuela, con ingenio, aún es capaz de avanzar.
Y avanza a pesar de la falta de dinero, porque la beca del Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas (IVIC) ya no alcanza para mucho.
Al científico, sin embargo, le sobran ganas y creatividad.
Y el descubrimiento de fósiles de dos perezosos gigantes de millones de años en el desierto de Urumaco, en el estado Falcón, en norte de Venezuela, es relevante también por cómo encontró esos huesos.
Ante las menguantes subvenciones en la Venezuela de la crisis y la hiperinflación, el paleontólogo hizo un trabajo de campo un poco diferente.
Hace dos años revisitó una colección de fósiles en el Museo de Ciencias de Caracas que durante 40 años había permanecido en la Universidad de Harvard, en Estados Unidos.
Analizó fósiles que no habían sido estudiados. Y lo que encontró fue un hito científico.
«Estamos buscándonos la vida», me dice Rincón. La frase del paleontólogo la podría decir ahora cualquiera en Venezuela.
«Paraíso perdido»
Rincón, de 43 años, es un científico mediático. Y eso le ha sido muy útil. Cada vez que alguien ve un hueso extraño, recurre a él. Y a veces el hallazgo es muy valioso.
Es lo que sucedió recientemente en Barquisimeto, en el centro-oeste del país.
«Encontraron unos huesos y me llamaron. Fui para allí una semana con mis propios medios y encontramos un fémur de un perezoso gigante. Trabajé con ocho jóvenes a los que enseñé a excavar. Algunos quieren ser ahora mis estudiantes», afirma.
Venezuela para un paleontólogo como él es el «paraíso perdido», me dice en una fría mañana de enero en su angosto despacho en el IVIC, situado en una zona montañosa a una media hora en auto de Caracas.
«Venezuela está virgen para los paleontólogos. Tiene una historia geológica muy interesante. Queda mucho por explorar«, asegura el científico, que ha hecho importantes descubrimientos sobre dinosaurios, tiburones y sobre el tigre de dientes de cimitarra.
Venezuela no sólo es un país con una geología interesante, sino que el petróleo, que rige la historia del país más allá de la paleontología, ayuda a la conservación de fósiles de millones de años.
Las emanaciones de crudo fueron una trampa donde quedaron atrapados los animales y una bendición para Rincón, capaz de encontrar allí huesos oscurecidos en un muy buen estado.
La petrolera estatal PDVSA ha financiado también su trabajo, útil para estudios de extracción de crudo.
«Tengo el patio de casa para mí solo»
Rincón ha contado tradicionalmente con recursos del Ministerio de Ciencia, pero con la crisis y la inflación esas partidas menguaron y afectaron a un trabajo que exige transporte y pasar varios días en el campo rastreando y excavando.
Rincón ya no tiene estudiantes, que buscan becas y desarrollo profesional y personal fuera del país.
Pero él sigue peleando a su manera.
«Yo protesto haciendo ciencia. Mi trinchera es la ciencia», afirma sobre la situación del país uno de los pioneros de la Paleontología en Venezuela.
«Hacemos ciencia pese a todo. De alguna manera seguimos adelante», agrega el científico, que pasó épocas en Estados Unidos durante su formación.
«¿No piensa en marcharse?», le pregunto. «Tendría que irme y no lo hago porque amo Venezuela«, asegura, mientras reconoce que tiene las mismas carencias cotidianas de muchos venezolanos.
«Si me fuera, sería uno más. Aquí soy el paleontólogo de Venezuela. Tengo el patio de casa para mí solo», dice ya menos romántico y más práctico al sentir que dispone aún de espacio para seguir desarrollando su profesión.
El entusiasmo de Rincón no es nuevo. Su historia es de superación, como la que desea para el país.
El paleontólogo nació en la Isla de Toas, en el petrolero Lago de Maracaibo, en el oeste de Venezuela.
«Para ir a estudiar a Maracaibo me despertaba a las 4:00 de la mañana y tenía que ir media hora en lancha y luego una en autobús. Y lo mismo para volver», cuenta.
«Hay más gente como yo», dice con un optimismo que en Venezuela quizás sea pronto sólo un fósil.