El Gobierno israelí y su preocupación por la violencia en la juventud palestina
DPA.- Puede pasar en cualquier lugar: Un hombre joven, un adolescente o incluso una mujer joven sacan un cuchillo y atacan a quienes tienen alrededor. Se lanzan sobre uno, luego sobre otro y así hasta que los detienen. Puede ocurrir en un autobús urbano, en una estación de autobuses, en la Ciudad Vieja de Jerusalén o en cualquier otro espacio público en Israel.
Ya son varios los israelíes que cayeron víctimas de este nuevo terrorismo desde comienzos de mes. Y decenas resultaron heridos. Además, decenas de palestinos perdieron la vida: fueron abatidos por ser los presuntos agresores o porque se manifestaban en Cisjordania o la frontera con la Franja de Gaza y recibieron disparos del Ejército israelí con munición de guerra.
Se considera que el detonante de esta reciente ola de violencia es la disputa por el futuro de la Explanada de las Mezquitas (o Monte del Templo) en Jerusalén, un lugar sagrado tanto para musulmanes como para judíos. Pero seguramente fue decisiva en esta situación la falta de perspectivas a la que se enfrenta la juventud palestina en Jerusalén oriental, anexada por Israel, y la ocupada Cisjordania.
Tras más de una veintena de ataques, el experto en seguridad del diario israelí “Haaretz” Amos Harel tiene claro cuál es el perfil de los agresores: En casi todos los casos se trata de jóvenes o adolescentes. El menor tenía 13 años. También hubo algunas mujeres. Casi ninguno pertenecía a una organización militante. Algunos, pero no todos, eran musulmanes practicantes. Y la mayoría de ellos eran habitantes de Jerusalén oriental con documentos de identidad israelíes, lo que les posibilitaba, al contrario que a los palestinos de Cisjordania, moverse libremente en todo Israel y en Jerusalén.
Todo esto dificulta a las fuerzas de seguridad israelíes prevenir los ataques de estos “lobos solitarios”, analiza Harel. “¿Serviría realmente de algo una ola de redadas y detencionescuando la ‘infraestructura del terrorismo’ consiste en adolescentes armados con cuchillos de cocina?”, se pregunta.
En la época de los atentados suicidas con muchos muertos a principios del nuevo milenio, los militares israelíes podían señalar al trasfondo organizativo del terrorismo: los talleres en los que se fabricaban las bombas, los flujos de dinero provenientes de los financiadores o los cerebros detrás de todo, a los que se buscaba y se mataba o detenía.
Pero hoy parece faltar esta organización de fondo. En el mejor de los casos, los jóvenes “lobos solitarios” toman su motivación de espacios turbios y anónimos en Internet.
El presidente palestino, Mahmud Abbas, ya se lamentó hace tiempo de que se le estaba escapando de las manos el control de la juventud palestina. Abbas dejó en claro que no apoya la actual ola de violencia. “Esto no le sirve a la lucha de los palestinos”, dijo recientemente.
Algunos comentaristas en Israel ven en esta ola de violencia no sólo un levantamiento contra el status quo político en Cercano Oriente, sino también una revuelta de la juventud contra la administración autónoma de Abbas, considerada corrupta e ineficiente.
El primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, a su vez, no se cansa de calificar esta violencia de resultado de la incitación de políticos árabes radicales en Israel.
“El terrorismo no es consecuencia de la frustración por la falta de progreso en el proceso diplomático”, señaló ante el Parlamento israelí en referencia a la paralización de las negociaciones sobre una solución de dos Estados para Israel y Palestina. “Más bien está claro que responde al deseo de destruirnos”.
Una y otra vez Netanyahu, que gobierna desde 2009 y que en 2013 fue reelegido por un estrecho margen, prometió a sus votantes que respondería al terrorismo con una política de mano dura.
Pero por el momento debe conformarse con medidas concretas a menor escala: penas mayores para quienes lanzan piedras, destrucción más rápida de las viviendas de terroristas o procesos de prohibición contra organizaciones islámicas.
Sus propios asesores le aconsejaron que evite medidas a mayor escala como grandes redadas en ciudades o barrios palestinos o la cancelación de los permisos de trabajo. Le sugieren que evite desafiar también a aquel segmento de la sociedad palestina que conforma la mayoría y que por ahora se mantiene en silencio.
Pero los ciudadanos israelíes se sienten inseguros con la nueva ola de violencia. “Estamos registrando un drástico aumento de llamadas a nuestras centralitas”, dice Gila Sella, del Centro Natal para Víctimas del Terrorismo y de la Guerra.
En la época de los atentados suicidas, se podían evitar las grandes aglomeraciones y, durante los ataques con cohetes desde Gaza, había indicaciones claras sobre cómo protegerse en los refugios, señala la experta en estrés postraumático. “Pero con los ataques con cuchillos la gente se da cuenta de que no existen advertencias ni espacios donde protegerse”.