El asesino en serie de Pakistán que estrangulaba niños
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En una esquina bulliciosa y vibrante de Lahore, Pakistán, una ciudad llena de vida y movimiento, vivía un hombre cuyo rostro común escondía uno de los secretos más oscuros y aterradores de Pakistán. Javed Iqbal, llevaba una vida aparentemente normal al manejar un pequeño negocio. Era el sexto hijo de una acomodada familia, pero bajo esa fachada tranquila y corriente, se ocultaba uno de los asesinos en serie más notables y espeluznantes de la historia.
El comienzo del terror
Entre 1998 y 1999, Javed Iqbal comenzó a acechar las calles de Lahore, fijando su mirada en niños indigentes y huérfanos, los más vulnerables de la sociedad. Con una estrategia meticulosamente calculada, ofrecía a estos niños lo que más necesitaban: comida, refugio y algo de dinero. Su caridad superficial escondía intenciones malévolas que pronto convertirían a estos niños en sus víctimas.
Método de asesinato: estrangulamiento y disolución en Ácido
Una vez que las víctimas estaban dentro de su casa, el asesino iniciaba su meticuloso y espantoso modus operandi. Primero, los estrangulaba con una cuerda o un lazo, un método silencioso y letal. Este calculado y preciso, aseguraba que no hubiese ruido que alertara a los vecinos de sus terribles actos.
A continuación, comenzaba la segunda etapa del horror. Utilizando cuchillos y herramientas de corte, Iqbal desmembraba los cuerpos de sus víctimas. Luego, sumergía los restos en tambores llenos de ácido, disolviendo cualquier rastro de los niños asesinados. Este proceso químico de descomposición hacía extremadamente difícil identificar los restos y permitía a Iqbal deshacerse de la evidencia de manera efectiva.
La casa de los horrores
La residencia de Javed Iqbal era una casa común en apariencia, pero en su interior albergaba el escenario de sus atroces crímenes. Las paredes estaban cubiertas de fotografías de las víctimas, que capturaba sus rostros en sus últimos momentos.
Además, Iqbal mantenía un diario meticuloso que detallaba cada uno de sus crímenes con una precisión escalofriante. Anotaba las fechas, las descripciones de sus víctimas y los métodos exactos que utilizaba para asesinarlas y deshacerse de los cuerpos. Este diario se convirtió en una de las pruebas más contundentes durante su juicio, confirmando la magnitud de sus horripilantes actos.
La confesión que sacudió a Pakistán
El 30 de diciembre de 1999, Javed Iqbal escribió una confesión que envió a la policía y a un periódico local. En su carta, declaró haber asesinado a 100 niños y describió con frialdad cómo había llevado a cabo los crímenes. Sus palabras detallaban cada asesinato, desde el momento en que atraía a las víctimas hasta su descomposición final en ácido.
La policía, horrorizada pero escéptica, decidió investigar las afirmaciones de Iqbal. Lo que encontraron en su casa confirmó la macabra confesión. Los restos humanos y las pruebas decisivas mostraban que las palabras de Iqbal no eran simples delirios; eran una realidad absolutamente aterradora.
Juicio y sentencia
El juicio de Javed Iqbal comenzó en marzo de 2000. En la sala del tribunal, Iqbal se mostró desafiante, narrando sus crímenes sin mostrar ni un ápice de arrepentimiento. Describía sus horribles acciones con una frialdad que solo aumentaba la repulsión y el horror de los presentes.
Tras revisar las pruebas abrumadoras, el tribunal dictó una sentencia que reflejaba la brutalidad de sus crímenes: Iqbal sería estrangulado, descuartizado y disuelto en ácido, replicando el destino que había impuesto a sus víctimas. Esta sentencia generó una oleada de críticas de organizaciones de derechos humanos, que consideraron inhumano el castigo.
Polémica y suicidio en prisión
Mientras la sociedad luchaba con la brutalidad de la sentencia, las autoridades penitenciarias enfrentaban el desafío de mantener a Iqbal con vida hasta la ejecución. Sin embargo, el 8 de octubre de 2001, Javed Iqbal fue encontrado muerto en su celda. La causa oficial fue un suicidio por envenenamiento, encontrado con una botella de veneno a su lado. Esta noticia solo añadió más misterio y controversia a su ya perturbadora historia.
Algunos sugirieron que había sido ayudado en su suicidio para evitar la ejecución, mientras otros cuestionaban la efectividad de la seguridad carcelaria.
El enjuiciamiento y la confesión de Javed Iqbal no solo revelaron el terrorífico modus operandi de un asesino en serie, sino que también resaltaron deficiencias graves en el sistema de protección infantil de Pakistán.
Con información de infobae.com
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