El apagón, ¿La nueva rutina en Venezuela?
EFE
Vencido por el tedio, el abogado Leonardo Gallo lleva 45 minutos esperando en una cola para llenar de combustible el tanque de su vehículo en el este de Caracas. Como él varias decenas de personas aguardan con calma y en fila lo que empieza a ser una rutina en un apagón en Venezuela.
El joven jurista no solo está preocupado por la gasolina, cuyo suministro escasea cuando falla el fluido eléctrico como ocurre en casi todo el país desde el lunes, sino que también confiesa que en el edificio donde reside hay un pequeño tanque de agua que los vecinos decidieron racionar para extender su capacidad.
Sin agua en las tuberías, ni combustible suficiente en las gasolineras, Gallo no sabe cuánto más tendrá que esperar para resolver el segundo de estos problemas pues el generador eléctrico de esa estación de servicio colapsó y todavía no hay certeza sobre cuándo regresará la energía a esta zona.
Pero este hombre de 32 años es precavido y con la experiencia del apagón ocurrido el pasado día 7 cuando casi todo el país se paralizó durante una semana, decidió hacer esta cola.
Las telecomunicaciones «no están funcionando, no hay mensajes, no hay Whatsapp», dice a Efe el abogado desde la formación de autos detenidos bajo el sol caribeño.
Gallo y la mayoría de los venezolanos han puesto en práctica lo aprendido a principios de mes cuando servicios como la telefonía, el internet, el transporte público y el suministro de agua potable se vieron profundamente afectados por un apagón que duró casi una semana.
Las colas, un vistoso signo de la vida en la Venezuela revolucionaria, se multiplicaron hoy en varios puntos de la ciudad en los que es más probable el acceso a internet y, si la suerte abunda, es posible concretar una llamada telefónica.
La principal autopista de Caracas y las cercanías de las sedes de las compañías telefónicas son los lugares por excelencia para cazar la cobertura y es ya un punto de encuentro para los desconectados ciudadanos.
Para calmar la sed y completar tareas básicas como asearse, los caraqueños acudieron nuevamente a las tomas de agua que caen desde el cerro Ávila, una formación montañosa que recorre la ciudad de centro a este.
Estos movimientos son repetidos por miles de caraqueños como quien sigue el manual de lo aprendido empíricamente en tema de apagones, un aspecto en el que los capitalinos lucen como novatos frente a los residentes de otras regiones donde los fallos son frecuentes desde hace una década.
La docente Jaquelín Gámez se pregunta cómo comunicarse si la mayor parte de los ciudadanos no puede hacer una llamada telefónica o conectarse a internet, sin mencionar a los que tienen sus dispositivos móviles descargados desde hace horas.
«No tenemos comunicación, estamos aislados, no nos informamos de nada», expresa la profesora de 45 años mientras camina de regreso a su casa en la barriada de Petare, considerada la favela más grande del país.
A Gámez no le preocupa demasiado que se sequen las tuberías pues en su zona, comenta: «siempre pasamos trabajo con el agua».
«Tenemos tanque de reserva para recolectar el agua en el momento en que llega», dijo.
Lo que sí le mortifica es quedarse sin comida pues con el sueldo de 8 dólares mensuales que tiene no es capaz de costearse una reserva de alimentos que escasean en el país y que se consiguen más caros en puestos de revendedores.
«No he podido comprar por falta de dinero (…) si tratábamos de comprar aunque sea una bolsa de hielo nos las querían cobrar en dólares», agrega.
Luego de que el lunes el fluido eléctrico se viese interrumpido en la mitad del país, el Gobierno de Nicolás Maduro anunció su «victoria» a las 20.15, hora local (00.15 del martes), cuando «casi la totalidad» de Venezuela lo había recuperado.
La alegría del triunfo chavista «el ataque» contra el Sistema Eléctrico Nacional se esfumó tras unos escasos 90 minutos cuando la nación con las mayores reservas probadas de petróleo se apagó casi por completo y sus ciudadanos se fueron a la cama en la penumbra.