El agua en Venezuela se pierde en las calles - 800Noticias
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EFE

Desde inicios de 2022, algunas de las tuberías que suministran agua potable a las casas de Coche, una parroquia popular en el sur de Caracas, se han roto por falta de mantenimiento. Una situación que agrava la escasez y que se repite en otras zonas de la capital, donde los habitantes pasan 100 de las 168 horas semanales sin el servicio, según la ONG Monitor Ciudad.

Ingrid Rodríguez, una trabajadora social de 50 años que atiende un comedor de niños, contó a Efe que cada vez que se rompe una tubería en el sector, algo que —aseguró— ocurre a menudo y justo cuando les suministran el servicio, inmediatamente les cortan el agua, que llega una media de tres veces por semana.

«Son tuberías que tienen muchísimos años que no las cambian y, desde que comenzó este año, se han estado rompiendo tanto las de agua blanca como las de agua sucia, y cuando ponen el agua, se revientan y la cortan (…) Si nos está llegando tres días de agua y se reventó una tubería y nos cortan el agua, entonces nos está llegando un solo día», dijo Rodríguez, quien enfatizó que es una de las «grandes problemáticas» que viven hoy en su barrio.

Este martes 22 de marzo, Día Mundial del Agua, afectados por la escasez del servicio se congregaron frente a la sede de la empresa pública Hidrocapital en Sabana Grande, un céntrico sector de Caracas, desde donde el director de Monitor Ciudad, Jesús Armas, denunció que, de los 6.426 millones de dólares aprobados por el Ejecutivo para inversiones entre 2002 y 2015 que mejorarían el suministro, solo el 34 % de esos recursos se implementaron.

«Nadie sabe dónde está el resto de esos recursos. En Venezuela se viola el derecho humano al agua. (…) Hemos retrocedido de manera importante a pesar de todas estas inversiones y de la bonanza petrolera», detalló.

Agregó que las tuberías de agua potable de Venezuela pueden pasar hasta el 65 % de las 168 horas que tiene una semana sin suministro.

A los habitantes de la parroquia La Pastora, en el centro de Caracas, el Estado venezolano les suministra el agua una vez a la semana, un poco más que en el período comprendido entre 2016 y 2020, cuando no les llegó más de cinco veces, según denuncia que Aura Sarmiento, vecina del sector de 58 años, hizo a Efe.

Ahora les llega en la madrugada del viernes o del sábado, sin avisar, y desde la 1.00 hora local (5.00 GMT) hasta las 6.00 (10.00 GMT). Esa noche no duermen. Pero, por si acaso, dejan una llave abierta que caiga en un pipote para que el sonido los despierte.

Cuando está llegando el agua, «es más la que se bota en las calles que la que sale por las tuberías», afirmó Sarmiento. «Por falta de mantenimiento total, es más el agua que ves rodando por las calles que la que sale por las tuberías», expresó.

El agua que llega —aseguran los vecinos— no es de calidad, y hay que hervirla o comprarla embotellada, pero sus ingresos no alcanzan para recurrir al recurso hídrico envasado.

Sarmiento está desempleada luego de que la empresa en la que trabajaba cerrara. Y únicamente recibe una pensión que, hasta la primera quincena de marzo, fue de 7 bolívares (1,6 dólares) mensuales.

Pero esa cantidad, sumada a la ayuda que percibe de sus hijos que siguen en Venezuela y al trabajo de su esposo, ha sido insuficiente para contratar un camión cisterna, que —dice— cuesta alrededor de 100 dólares, o comprar un tanque de almacenamiento de agua, como han hecho muchos otros venezolanos.

Por ende, trata de resolver, cuando llega el agua, llenando pipotes, la lavadora, botellas de plástico, jarras, ollas y hasta los vasos.

Tiene una «vida viviendo» en La Pastora, y puede afirmar, sin miramientos, que antes de la llegada de Hugo Chávez a la Presidencia, en 1999, el agua llegaba casi todos los días.

El presidente Nicolás Maduro, por su parte, sostiene que ante «el deterioro de los servicios públicos, a causa del bloqueo», su Gobierno tiene «el reto en 2022 de garantizar la estabilización del agua» y aseguró que ya estaban «listos» los recursos para trabajar en un esquema de inversión durante este año.

El venezolano, entretanto, mientras escucha estas nuevas promesas, carga potes de agua, llena pipotes, se baña con peroles plásticos y modifica su tiempo en función de los cortos e intermitentes momentos en los que suministran el servicio a su hogar.

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