La Conferencia de Desarme enfrenta al chavismo con EEUU y Grupo de Lima
EFE
El conflicto entre el régimen de Nicolás Maduro y el medio centenar de países que no lo reconocen se reflejó hoy de nuevo en la Conferencia de Desarme de Ginebra, en la que EE. UU. y varios Estados latinoamericanos boicotearon la primera reunión presidida por Venezuela.
Los embajadores de diversos países del Grupo de Lima (con la excepción de México) decidieron no asistir, mientras que el representante estadounidense, Robert Woods, optó por abandonar la sesión inaugural cuando el embajador venezolano, Jorge Valero, comenzó su discurso de apertura de sesión.
Mientras el diplomático venezolano prometía escuchar a todas las partes enfrentadas e iniciar un diálogo «inclusivo» durante su presidencia, que se prolongará hasta el 23 de junio, los sillones de países como Argentina, Chile, Colombia, Brasil, Paraguay, Panamá o Perú permanecían vacíos.
«No vamos a sentarnos allí y escuchar diatribas contra los valores democráticos de Estados Unidos», declaró Woods a los periodistas tras salir de la Sala del Consejo, habitual escenario de la Conferencia de Desarme en el Palacio de las Naciones ginebrino.
«Esta presidencia puede hacer lo que quiera pero no tiene ninguna legitimidad, porque su Gobierno tampoco la tiene», añadió el diplomático de Estados Unidos, país que, debido al orden alfabético en inglés con el que se organizan las presidencias, justamente antecedió a Venezuela al frente del foro.
Woods señaló que la presidencia de Venezuela en la conferencia, un órgano creado en 1979 para negociar programas multilaterales de desarme, «mina los valores bajo los cuales este órgano fue establecido» al dar voz a «un régimen que sigue negando a su pueblo el derecho a subsistir, que es corrupto y tiránico».
«Estados Unidos no puede tolerar que un régimen así presida un órgano al que damos tanta importancia», destacó Woods.
En la sala contigua, el embajador Valero agradeció en sus palabras iniciales la labor hecha este año por las presidencias de Ucrania y Reino Unido -ignorando la de EE. UU. que le antecedió- y expresó la necesidad de usar el foro para «eliminar todas las armas de destrucción masiva, en especial las nucleares».
Más tarde, al notar la ausencia de representantes del Grupo de Lima y del embajador de Estados Unidos -que había pedido intervenir para que se notara claramente su marcha cuando le dieran la palabra- Valero lamentó que «EE. UU. y algunos de sus dóciles aliados continúen trayendo a este foro cuestiones que están fuera de su mandato».
«El comportamiento de la delegación de EE. UU. vulnera el trabajo de este foro y las reglas de procedimiento», añadió el diplomático latinoamericano, quien afirmó que «no es ésta una plataforma para promover matrices de opinión golpistas e intervencionistas contra el Gobierno que preside Nicolás Maduro».
«Por fortuna, la mayoría determinante de los países que conforman las Naciones Unidas reconocen el Gobierno venezolano», señaló Valero ante los delegados sí presentes en la conferencia, entre los que figuraba un representante de España y también de otros países de la Unión Europea.
En una conferencia de prensa posterior, el delegado estadounidense reconoció que el boicot de hoy, que se prolongará hasta el fin de la presidencia venezolana dentro de un mes, daña al espíritu de la Conferencia de Desarme, ya en entredicho por su falta de resultados en las últimas dos décadas.
«Este órgano continúa no aprovechando su potencial, ya que los Estados miembros frecuentemente se encuentran en callejones sin salida», destacó sobre un foro también menoscabado por el hecho de que Estados Unidos y Rusia estén echando abajo en los últimos meses acuerdos de desarme firmados en la época de la «perestroika».
El representante norteamericano afirmó que para recuperar el prestigio de la conferencia Washington apoya propuestas para su reforma presentadas este año durante la presidencia británica, que incluían una revisión de los países miembros.
Woods también lanzó la sugerencia de que se abandone el método alfabético de adjudicación de presidencia por otro en el que no sean admitidos países no democráticos o «promotores del terrorismo», en alusión directa a Venezuela y Siria, país que también encabezó la mesa directiva en 2018.