Dudamel y la Filarmónica de Viena entusiasman en Concierto Noche de Verano - 800Noticias
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EFE

El director de orquesta venezolano Gustavo Dudamel entusiasmó este jueves, al frente de la Filarmónica de Viena, a decenas de miles de personas en los jardines del Palacio de Schönbrunn de Viena, en el tradicional Concierto Noche de Verano que la prestigiosa orquesta ofrece al aire libre.

Es la segunda vez que Dudamel dirige este evento estival de entrada libre que nació en 2004 como «Concierto de Europa» con motivo de la gran ola de ampliación de la Unión Europea hacia el este.

«Tocar aquí es mágico», exclamó el maestro venezolano, director musical y artístico permanente de la Filarmónica de Los Ángeles, a la televisión pública austríaca ORF tras el ensayo general.

En esta décimo sexta edición del concierto, retransmitida a cerca de ochenta países, los filarmónicos vieneses rindieron homenaje, junto a Dudamel, a la música estadounidense y su rico intercambio de inspiraciones con la tradición europea.

La pianista china Yuja Wang convenció con «Rhapsody in Blue», la obra escrita en 1924 por George Gerschwin para piano solo y banda de jazz y cuyo título fue también el lema de la velada, interpretada en la versión para orquesta y piano de Ferde Grofé.

El programa comenzó poco después de la puesta del sol con la obertura de la opereta (musical) «Candide» de Leonard Bernstein.

Y como no podía faltar, le siguió un vals: la orquesta que cada primero de enero envía un saludo al mundo con su célebre Concierto de Año Nuevo desde la Sala dorada del Musikverein de Viena, desempolvó ahora el «Jubilee Waltz», una obra poco interpretada que Johann Strauss hijo, el «rey del vals», compuso especialmente para una gira por Estados Unidos.

En el barroco parque del antiguo palacio veraniego de la Corte de los Habsburgo se escuchó también la «Casablanca-Suite» de Max Steiner, con lo cual, entre otras melodías, sonó la Marsellesa francesa.

«Stars and Stripes Forever», de John Philipp Sousa, el «Adagio para cuerdas» de Samuel Barber, la marcha Sternenbanner de Carl Michael Ziehrer, y el cuarto movimiento de la Sinfonía número nueve, titulada «Del Nuevo Mundo», de Antonin Dvorak, completaron la variada oferta musical.

Con las propinas, volvieron los valses vieneses, que empujaron a buena parte del público a bailarlos en los jardines.

Al recuperar el Palacio de Schönbrunn como escenario de conciertos, la Filarmónica de Viena retoma una antigua tradición, pues en el pasado hubo grandes músicos, como Joseph Haydn y Wolfgang Amadeus Mozart, que presentaron aquí algunas de sus composiciones.

Y se podría decir que la «magia» de la que habló Dudamel al referirse al ambiente del palacio imperial pudo haber estado acompañado de alguna brujería: parecería que el tiempo meteorológico también rindió honor a la música.

Es que un fuerte chaparrón durante la tarde de este jueves amenazaba con hacer agua la fiesta, pero la lluvia paró poco antes de iniciarse el concierto, y volvía a caer con fuerza minutos después de los últimos aplausos.

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