DRAMA | Venezolanos en Colombia la pasan mal, pero igual prefieren no regresar
Con información de El Nuevo Herald
Dejaron atrás sus trabajos, sus casas y todas sus posesiones, y ahora tienen que mendigar en las calles todo el día solo para recolectar unas cuantas monedas que les permitan dormir bajo un techo por la noche.
Pero muchos inmigrantes venezolanos en Colombia aún dicen que están mejor ahora que antes de cruzar la frontera, según un reportaje que publica este martes el diario El Nuevo Herald.
«Venezuela… yo no se lo desearía ni a mi peor enemigo”, dijo Luis Alfredo Rivas, de 32 años, con lágrimas en los ojos en una terminal de autobuses de Bogotá, donde acababa de llegar del país vecino.
Rivas explicó cómo tomó la decisión de irse. “Para empezar el sueldo mínimo de Venezuela es 248.000 bolívares mensuales, cuando un kilo de arroz está en 210.000 bolívares. ¿Qué puedo hacer yo allá? “, preguntó.
“Mi plan es estar acá, trabajar, trabajar, echar para adelante. Y si puedo traer a mi familia, traérmela también. Sacarla de allá, de ese infierno”, señaló.
A medida que la economía de Venezuela continúa desmoronándose, miles de sus ciudadanos llegan a Colombia todos los días, a veces tras caminar cientos de kilómetros por los Andes, para escapar de la escasez crónica de alimentos y medicinas, los saqueos frecuentes y el crimen desenfrenado.
Funcionarios de Bogotá creen que unos 600.000 venezolanos viven ahora en Colombia. Se espera que el presidente Juan Manuel Santos viaje a la ciudad fronteriza de Cúcuta el jueves para anunciar medidas ante una inminente crisis migratoria.
El hecho de que cientos de miles de venezolanos hayan decidido huir de sus hogares muestra hasta qué punto se ha derrumbado la economía bajo la presidencia de Nicolás Maduro, el sucesor elegido a dedo por el difunto Hugo Chávez para continuar su revolución socialista.
La otrora próspera nación, que solía aportar miles de millones de dólares en ayuda a sus aliados, está atrapada en una espiral de hiperinflación. Alrededor de cuatro millones de personas, de una población total de 30 millones, ya pudieran haber abandonado el país, de acuerdo con las encuestadoras locales.
Sin otra opción
Los venezolanos que mendigan o venden caramelos en las calles de Bogotá dicen que realmente no tienen otra opción que irse de su país.
“Allá yo tengo mi casa, tengo todas mis cosas pero no me sirve el sueldo, ni el mío ni el de mi esposo, para que mis hijas pudieran comer un desayuno. Ni siquiera un pan se podían comer”, dijo Esperanza Tello, acompañada por su hija de 6 años, Edilianys Alexandra. “Aquí vivimos mal, pero es mejor que en Venezuela”.
Tello y otros venezolanos que viven en las calles de Bogotá enfrentan el mismo desafío todos los días: intentar reunir entre 12.000 y 15.000 pesos (o unos $4.22 a $5.28) para pagar la noche en una habitación. Eso es lo más importante para Tello y su familia. Su hijo menor tiene 2 años y, debido a la altitud, hace frío por la noche en la capital de Colombia.
Sentados cerca en la misma plaza, dos ex estudiantes de 20 años, dicen que a veces no han podido reunir suficiente dinero y han tenido que dormir en el césped de un parque cercano.
Shelby Jesús Monsalve Pérez, de 29 años, y Alexis Romero, de 22, dijeron que han estado buscando trabajos ocasionales, pero que son muy difíciles de encontrar. En su mayoría, terminan pidiendo dinero simplemente para poder pagar la comida. A pesar de eso, Pérez dijo que estaba más preocupado por su hermana menor, que dejó con su hermano en Caracas.
“Teníamos buena vida y pasó lo que pasó y ahora he hablado con mis hermanos y me dicen que la situación ahora está mucho más fuerte. Más dura y es grave”, dijo Pérez. “Me da mucho sentimiento con mi hermanita, porque esta solita allá con mi hermano. Yo le voy ayudando con 20.000 o 30.000 pesos ($7 a $10) para que puedan comer. Porque el trabajo (en Venezuela) ni siquiera alcanza para comprar comida”.
Recién llegado a Bogotá, John Rodríguez, de 29 años, dijo que conoce a muchas personas que han decidido que ya no pueden vivir en Venezuela y que están planeando irse. Decidió irse de Valencia en noviembre, después de escuchar que a sus amigos les iba bien, y entró por Cúcuta.
Rodríguez dijo que él y un amigo, David Ortega, recorrieron las 540 kilómetros entre Cúcuta y Bogotá, a veces a pie por decenas de kilómetros a través de caminos montañosos y en otras ocasiones les daban un aventón.
“Los colombianos nos han ayudado por lo menos en el trayecto. Hambre no pasé, me brindaron comida. Vengo llegando aquí y hoy ando tratando de conseguir un hotel a donde quedarme para no dormir en la calle. Porque no quiero eso, pero si me toca, me toca”.