¿Dónde están los tesoros del templo de Jerusalén?
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a verdadera madre de todos los tesoros es el del templo de Jerusalén, justamente el que encontró Nicolas Cage en la pelí- cula La búsqueda. De acción trepidante, uno solo debe tener comprensión con los norteamericanos –toda gran historia que se precie debe suceder en aquel país–y hacer acto de fe y no preguntarse cómo acabaron estatuas egipcias, papiros de la biblioteca de Alejandría y momias en un templo judío.
Ficciones aparte, deberíamos hablar de varios tesoros, pues el templo fue destruido en dos ocasiones. El primero, construido por Salomón, fue arrasado por los babilonios en 586 a. C. El segundo, reconstruido con el permiso del rey Ciro en 525 a. C. y reformado por Herodes el Grande en 20 a. C., fue reducido a cascotes por los romanos noventa años más tarde, tras el sangriento alzamiento judío del año 66.
Evidencias de que el primer tesoro existió lo encontramos en el primer Libro de Reyes: habitaciones enteras cubiertas de oro, capiteles, columnas y basas, aguamaniles de bronce, la mesa del altar, los candelabros, flores, lámparas y despabiladeras de oro… Todo ello fue a parar a las arcas del rey Nabuconodosor II, responsable del desmantelamiento de Israel. Sin embargo, algunos aventureros y cazatesoros pensaron que, quizá, los judíos pudieron salvar parte. Entre ellos, se encontraba Valter H. Juvelius, un historiador bíblico finlandés que promovió una expedición para buscar los tesoros que los sacerdotes judíos podrían haber salvado del saqueo, escondiéndolos en túneles y grutas. En agosto de 1909, comenzó la excavación bajo el liderazgo de un capitán de la Guardia de Granaderos, Monta- gue Brownslow Parker. Juvelius estaba seguro de su apuesta: entre los miembros de su equipo tenía a un vidente danés que guiaría la búsqueda. Comenzó en las laderas de la colina Ophel, al sudoeste de la ciudad vieja, el lugar donde el rey David edificó su cuidad, Ir David o Jebús. Pero, en 1911, todavía no habían dado con el tesoro y el Gobierno otomano, al que Jevelius había prometido la mitad de las riquezas, empezaba a ponerse nervioso.
El general Belisario los recuperó para Constantinopla en 533 y es en ese momento cuando, como dice Indiana Jones, el suelo desaparece bajo los pies y se pierde toda referencia. ¿Dónde se encuentran estos objetos, los más sagrados de la fe judía? Aunque la opinión más común es que regresaron y se perdieron en Jerusalén, el arqueólogo Sean Kingsley sugiere en su libro God’s Gold que están enterrados a doce kilómetros de Belén, bajo el monasterio de San Teodosio, fundado en 476.
Con información de Muy Interesante
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