Devotos de antigua religión griega se congregan en el Olimpo
Agencias
Inspirados por relatos antiguos, varios cientos de personas peregrinan cada año, en julio, al monte Olimpo para orar y realizar ritos en la morada de los dioses. La peregrinación anual comenzó en 1996 y atrae entusiastas de la historia, maratonistas, aficionados a los videojuegos de fantasía, nacionalistas y jóvenes buscadores de una contracultura. Los ritos incluyen bendiciones para matrimonios civiles y adopción simbólica de un nombre antiguo.
Con los brazos extendidos y los pies sumergidos en el agua de un arroyo frío, George Klonis ora a los dioses: “Eterno y todopoderoso Zeus, te llamamos… te alabamos y siempre honraremos tu fuerza”.
Medio centenar de hombres y mujeres, algunos con ramos en la cabeza o vestidos con túnicas, lo escuchan en silencio con los ojos cerrados.
Los asistentes se arrojan al agua gélida, participan de talleres de artesanía y teatro y discusiones sobre aspectos de la vida en la antigüedad, desde la cocina hasta la sexualidad.
Los eventos se realizan en aldeas o campamentos al pie de la montaña.
Klonis, quien viajó más de 400 kilómetros desde Atenas, participa porque le gusta la cercanía con la naturaleza. Empezó a peregrinar al Olimpo hace 14 años, cuando se enteró de los eventos.
“Consideramos que estos lugares son sagrados, especiales. La gente viene y se siente sobrecogida. Son felices al seguir los pasos de los antiguos”, dijo.
Los relatos míticos griegos de la creación y el poder celestial son historias de heroísmo, violencia, lujuria, celos, monstruos, magia. Los 12 dioses y diosas principales moraban en el Olimpo, desde el cual Zeus, su rey, en su furia arrojaba rayos.
Un pequeño grupo de atletas inicia los eventos anuales con una carrera desde el sitio arqueológico de Dion a la aldea vecina de Litohoro. Algunos visten como guerreros antiguos, con disfraces que antes solo compraban los turistas.
En Litohoro los reciben varios cientos de devotos que realizan una procesión a la luz de antorchas, al lento son de tambores y melodías grabadas.
Los vecinos dicen que están habituados a la peregrinación anual.
“La gente trataba de entender. ¿Era algo encantador, o pintoresco o qué?”, dijo Asterios Farmakis, un ex administrador de hospital que vive en Litohoro. “Pero acabamos por aceptarlo. Es una oportunidad para ver asuntos que interesan a la humanidad, la cultura y las artes en forma distinta: una ventana a la visión del mundo de los antiguos griegos”.