Descubren diosa azteca con secretos ocultos en el subsuelo de la Ciudad de México
INFOBAE
Era la madrugada del 21 de febrero de 1978 cuando trabajadores de Luz y Fuerza del Centro dieron con una pieza histórica que había permanecido oculta durante siglos: el monolito de la diosa Coyolxauhqui.
Se trató de un hallazgo que cambió el rostro del Centro Histórico de la Ciudad de México y se convirtió en la punta del iceberg que permitió develar la historia oculta bajo el suelo de la capital mexicana.
Alrededor de las 2:30 de la madrugada, los trabajadores excavaban en el subsuelo del cruce de las calles de República de Guatemala y República de Argentina, a una profundidad de 1.80 metros.
“Venimos a hacer la ampliación de una bóveda para transformadores de Luz y Fuerza, para meter un transformador y tuvimos que romper una parte de concreto para la ampliación. Empezamos a limpiar, pero afortunadamente agarré una pala, pegó en algo duro”, explicó Mario Alberto Espejel, uno de los trabajadores de la compañía.
Según su relato, ofrecido al Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) y que puede verse en el canal de YouTube de la dependencia, suspendieron de inmediato sus labores.
Lo primero que pudieron ver fue el penacho de la figura y el extremo izquierdo del monolito mexica.
Pronto el monolito quedó al descubierto en todo su esplendor: un disco de aproximadamente 3.40 por 2.90 m y 40 cm de espesor y casi 8 toneladas de peso.
En un principio se creyó que podría tratarse de alguna representación de deidades masculinas, pero después se supo que era Coyolxauhqui, la diosa de la Luna, la hermana de Huitzilopochtli.
En el mismo video del canal de INAH, el arqueólogo Raúl Arana relató su experiencia al ver a la deidad.
“Cuando la veo por primera vez estaban destapándola e iluminándola. Lo primero que se descubrió fue el penacho. Nunca había yo tenido un descubrimiento de esta naturaleza”, recordó.
Y según Arana, ese hallazgo trajo luz al pasado de la ciudad.
“Fue el principio de toda una historia. Fue el encontrar la punta de la madeja para ir desentrañando la historia que estaba oculta en el subsuelo de la Ciudad de México”.
Pronto el hallazgo ocupó espacio en periódicos y televisión.
Seducido también por el descubrimiento del monolito, el entonces presidente José López Portillo pidió ver a Coyolxauhqui.
El político quedó maravillado con la pieza y ordenó que todos los edificios alrededor fueran derrumbados para que salieran a la luz los restos del Templo Mayor, la construcción dominante en la antigua Tenochtitlan, que Hernán Cortés ordenó destruir.
Precisamente a raíz del hallazgo, en marzo de aquel año se puso en marcha el Proyecto Templo Mayor bajo la coordinación del arqueólogo Eduardo Matos Moctezuma.
Hasta la fecha han sido explorados más de 13 mil metros cuadrados de la capital, sacándose a la luz los vestigios de la gran pirámide dedicada a Huitzilopochtli, 13 edificios menores, innumerables esculturas y 165 ofrendas.
Uno de los hallazgos más destacados que se dio gracias al proyecto fue el de Tlaltecuhtli, la diosa de la tierra, encontrada en 2006.
Pero fue aquella diosa de la Luna, “la que se ornamenta las mejillas con cascabeles” (significado de Coyolxauhqui), la que originó todo.