Del terror sexual al psicológico: así parten al exilio las periodistas latinoamericanas
EFE
Violencia sexual, amenazas a hijos y madres, terror psicológico y muertes violentas en el entorno cercano son las causas que llevan al exilio a muchas periodistas latinoamericanas mujeres, una tendencia que va en aumento y no tiene visos de parar.
Voces del Sur, una red de organizaciones defensoras de la libertad de prensa en Latinoamérica, advierte en su informe ‘Sombra’ de un recrudecimiento de la violencia contra los periodistas, amenazas del crimen organizado, abuso del poder estatal, leyes para silenciar, impunidad, exilio y autocensura.
La vicepresidenta de Reporteros Sin Fronteras (RSF) en España, Edith Rodríguez, confirma a EFE que “hay un aumento de las amenazas” y que “la violencia contra las mujeres va en escalada”, por eso crece el exilio.
La razón es que cada vez son más las periodistas que hacen investigación y coberturas de riesgo, y eso les lleva a sufrir múltiples formas de violencia.
“Las periodistas latinoamericanas llegan al exilio con una violencia física, psicológica y sexual alarmante”, argumenta Rodríguez.
Con motivo del Día Mundial de la Libertad de Prensa, que se celebra el 3 de mayo, EFE ha entrevistado a cuatro periodistas latinoamericanas desde su exilio.
VIOLENCIA SEXUAL EN COLOMBIA
“Todo empezó en 2008, cuando investigaba desapariciones forzadas y narcotráfico en la Policía y la Fiscalía. Yo fui víctima de una agresión sexual muy bestial que marcó mi vida. El mensaje era matarme, pero con la mujer usan el terror sexual para silenciar”, cuenta la colombiana Andrea Aldana.
A aquella agresión, que la llevó a su primer exilio, siguió otra y un segundo exilio. Pero continuó con su trabajo: “Si me callo, ellos ganan”, dice la periodista acogida en 2021 en España gracias al programa de RSF.
Todas las agresiones que sufrió, detalla, “están relacionadas con agentes estatales corruptos”.
NICARAGUA: “ESTAR AFUERA NO GARANTIZA PROTECCIÓN”
Maryorit Guevara viene de una familia nicaragüense ligada al Frente Sandinista y tiene una larga trayectoria como periodista y feminista. Le llegaron las amenazas cuando comenzaron las protestas contra el Gobierno de Daniel Ortega, en 2018.
Sólo unos meses después salía del país con una maleta y su hijo, entonces de cinco años, sin apoyo de nadie. Hoy vive en la ciudad española de Mérida, donde preside la Asociación de Mujeres Migrantes de Extremadura y dirige el diario La Lupa.
“Amenazaron con quemar mi casa, violarme, matarme a mí y a mi hijo. Divulgaron mi dirección en redes sociales. Ya habían asesinado a un compañero, había periodistas presos. Mi familia estaba en el foco, éramos señalados de terroristas, de traidores, de agentes de la CIA”, explica Guevara.
El Gobierno “ha desnacionalizado a periodistas, les ha expulsado, les ha desterrado y ha confiscado sus bienes”, detalla, al advertir de que “estar afuera no es garantía de protección”.
SER PERIODISTA EN CUBA
La cubana Yadiris Luis Fuentes comenzó a ejercer el periodismo en Cienfuegos y luego se trasladó a La Habana, donde comenzó un calvario que la llevó al exilio en 2022, en el primer aniversario de la oleada de protestas contra el Gobierno.
“Cuando llevas un año bajo tortura psicológica, todo a tu alrededor está en riesgo, tú misma estás en riesgo”, acota, para explicar que el acoso venía del agente de la Seguridad del Estado encargado de su seguimiento, quien le comunicó que tenía que marcharse de Cuba.
Así terminó en España, también gracias a RSF: “Si no iba presa, me iba a volver loca, estaba en un punto de quiebre”, afirma.
Yadiris fue desahuciada de su casa, recibía citaciones continuas para testificar y grabarla sin consentimiento o mensajes de su agente de seguridad. En una ocasión le dijo: “te vas a levantar cada día de tu vida teniendo miedo a que ya esté fuera de la puerta”, relata.
EL QUIEBRE DE LAS MEXICANAS
Vania Pigeonutt cubrió el crimen organizado en el estado mexicano de Guerrero, uno de los lugares más peligrosos del mundo, y sólo lo dimensionó cuando recibió amenazas y vio morir asesinadas a muchas personas alrededor, entre ellas, los 40 estudiantes de Ayotzinapa, 2014, y a sus propias fuentes.
Ahora vive exiliada en Berlín, donde trabaja en la creación de un laboratorio de salud mental para ayudar a sus colegas mexicanos; también cuida de una persona mayor para sobrevivir económicamente. “Yo estaba en un ‘breakdown’, completamente deprimida, replanteándome todo”, según relata.
“Sigo sin estar lista para hablar sin que se me quiebre la voz. Tuve que dejarlo todo”, concluye.
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