DEBATE ÉTICO| Bebés por encargo a 35.000 dólares
El Mundo
Tras tener cinco hijos como vientre de alquiler (cuatro de ellos en partos gemelares) la norteamericana Kelly Martínez ha dicho basta. «No lo volvería a hacer. Alejarme de mi marido (en la foto con ella), que piensa que no soy la persona con la que se casó, dejar de lado a mis tres hijos… y el daño mental que comportan estas circunstancias, no merece la pena».
Pero no siempre lo tuvo tan claro. «Me motivaba que me pagaran por hacer algo que me gustaba y se me daba bien», reconoce. Pero su último embarazo, por encargo de una pareja española, y por el que cobró 35.000 dólares aproximadamente, le hizo abrir los ojos ante esta realidad. «Al principio su comportamiento fue normal. Hablábamos por Skype y nos poníamos al día de la marcha del embarazo. Querían un niño y una niña, pero pasó algo que por lo visto solo sucede una vez entre un millón: el embrión femenino no agarró y el del niño se dividió en dos». Como eso no es lo que ellos querían, la relación empezó a tornarse «rara».
«Intentaba ponerme en contacto con ellos pero me resultaba imposible, siempre estaban «muy ocupados». Se quejaban de que habían pagado extra para tener chico y chica y que estaban tremendamente disgustados».
Con los tres hijos gestados como vientre de alquiler con anterioridad ha tenido distintas experiencias. Con los dos primeros gemelos que tuvo para una pareja de hombres franceses tuvo trato durante casi ocho años, hasta que que le exigieron que firmara unos papeles relacionados con el registro de los pequeños. Con el niño que tuvo para una familia de Iowa sí que mantiene contacto. Sin embargo, Martínez no cree que vaya a tener comunicación alguna con estos bebés en el futuro y le duele pensar que, dada la experiencia vivida, «no vayan a recibir el amor adecuado en su nueva familia». «Pensar esto —afirma— me rompe el corazón».
Esta es una de las razones que han llevado a esta mujer a unirse a la campaña lanzada por plataforma Stop Surrongacy Now que ahora se presenta en España y que aboga por el fin de esta práctica en todo el mundo:«Creemos que es un problema global, y como tal hay que darle una solución global», concluyen desde esta entidad.