De la cárcel a la pastelería, la reinserción de una mujer paraguaya - 800Noticias
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EFE

Hace un mes, Erika O’Higgins mantuvo una reunión de trabajo virtual -imposición de la pandemia- con Sabrina Oxilia, propietaria de la pastelería Mamá Pan, para ocupar una vacante, una escena habitual del mercado laboral con la particularidad de que se trataba de un programa del Ministerio de Justicia para la reinserción de personas privadas de la libertad.

«Sabrina apostó por el sí a hacer inclusión penitenciaria», dijo O’Higgins a Efe, vestida con su chaquetilla de cocinera y su gorro, en un descanso de la elaboración de los pedidos para el Día de la Madre, que en Paraguay se festeja este sábado.

Tres veces a la semana, O’Higgins deja el Hogar Nueva Oportunidad, el centro penitenciario para mujeres con régimen de semilibertad donde cumple condena desde hace cinco años, para acudir a su trabajo en esta pastelería del microcentro de Asunción, en la que ha encontrado una oportunidad para «ser útil nuevamente a la sociedad».

«Las personas que hemos cometido errores hemos cumplido con la sociedad civil con una pena, yo la acepté porque erré. Creo que ya llegó mi tiempo, ya pasé mis procesos y creo tener mi enseñanza», expresó O’Higgins, de 39 años.

Su jefa, Sabrina Oxilia, confesó a Efe que tenía «muchísimos» prejuicios a la hora de incorporarla en su plantilla, pero animada por una conocida que también había colaborado con el Ministerio de Justicia se decidió a hacerlo y romper «los esquemas y tabúes que tenía en la cabeza».

Pastelería contrata a mujer en semi-libertad para trabajar fuera del centro  penitenciario

Oxilia buscaba «una persona proactiva, que disfrute de la gastronomía y que tenga unos conocimientos básicos (de cocina)» y encontró en O’Higgins su candidata ideal.

«Una vez que ella vino acá, se adaptó súper rápido con el equipo. Estamos aprendiendo mucho», agregó la propietaria de Mamá Pan.

APROVECHAR LA LIBERTAD

O’Higgins volvió a pisar la calle en octubre de 2020, con el beneficio de las salidas transitorias durante los fines de semana.

Así, comenzó a acariciar la libertad «de a poquito», porque algunos meses después el juzgado le dio el visto bueno para concederle el permiso laboral para incorporarse a Mamá Pan.

Ahora, el siguiente paso es esperar la libertad condicional.

«La sabré aprovechar porque aprendí de mi error. (…) Espero poder gozar de la posibilidad de la libertad y volver íntegramente a reinsertarme en la sociedad», auguró O’Higgins.

En sus planes para un «futuro muy lejano» no descarta sacar adelante algún proyecto de gastronomía, un mundo que conoce desde niña porque su madre era cocinera.

«Pero no es el momento. Quiero seguir con el trabajo que tengo y con mis capacitaciones, como para poder decir un día: ‘Estoy preparada para enfrentar el mundo de la cocina yo sola'», zanjó optimista.

REINSERCIÓN FIRMEMENTE POSIBLE

Mamá Pan es una de las empresas que colaboran con la Dirección de Bienestar y Reinserción Social del Ministerio de Justicia para volver a integrar en la sociedad a las personas cuando salen de la cárcel.

El proceso cuenta con una primera etapa dentro de los penales, con capacitaciones, cursos de formación y elaboración de productos artesanales para empresas, y, una segunda, la fase extramuros, cuando consiguen un régimen de semilibertad que les prepara para volver a ingresar en la sociedad.

La directora de Bienestar y Reinserción Social, Vanesa Napout, comentó a Efe que la legislación paraguaya mantiene que «el objeto de las penas es la reinserción social de la persona» y desde el Ministerio de Justicia creen que es «firmemente posible».

«La reinserción se hace efectiva una vez que la persona salga del sistema penitenciario y pueda ponerse en contacto nuevamente con la sociedad. Es ahí donde la sociedad tiene que animarse a dar esta oportunidad y abrir su puertas a una persona que en un momento dado cometió un error, pagó una condena por eso pero quiere salir adelante», declaró Napout.

Para la directora de Bienestar y Reinserción Social, la reintegración es un trabajo conjunto del Estado, las empresas, la sociedad y de las propias personas privadas de libertad.

De las cerca de 13.000 personas que viven en las hacinadas cárceles paraguayas, solo aquellos con condena firme pueden acceder a la reinserción, ya que muchos de los reclusos aguardan en las penitenciarias una decisión judicial. EFE

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