Cuánto tardaron en desaparecer el Sars y el Mers, los anteriores brotes de coronavirus
Agencias
A casi cinco meses del primer reporte de COVID-19 en China, la pandemia ya provocó más de dos millones y medio de contagios y 182.000 muertes en todo el mundo. Mientras las autoridades intentan contener la propagación del brote, uno de los principales interrogantes que surgen entre los especialistas es cuánto tardará en desaparecer el virus. Una pregunta que hoy no tiene respuesta, más allá de algunos estudios, como el realizado por el científico israelí Isaac Ben-Israel, que indica que la propagación del coronavirus disminuye a casi cero después de 70 días.
A medida que avanza el brote, surgen también comparaciones con los anteriores coronavirus.
El síndrome respiratorio agudo grave (SARS, por sus siglas en inglés) fue la primera epidemia global del siglo XXI. Comenzó en noviembre de 2002 y un año más tarde casi nadie hablaba ya de ella. Se detectó por primera vez en la provincia china de Guangdong, y luego se propagó a más de 30 países, causando un total de 8.098 contagios en todo el mundo y 774 muertes.
El virus SARS-CoV, cuya tasa de letalidad fue del 10%, se propagó por Asia, Europa y América del Norte. Sin embargo, en China se registró el 83% de los casos.
Desde 2004 no se reportan nuevos casos. No obstante, las autoridades sanitarias han advertido que no se debe considerar erradicado el virus, ya que contiene un reservorio animal del cual posiblemente podría resurgir.
Años después, en septiembre de 2012, apareció el síndrome respiratorio de Medio Oriente, una enfermedad respiratoria aguda grave causada por el coronavirus identificado como MERS-CoV.
La infección fue reportada por primera vez en Arabia Saudita, en un paciente de 60 años que falleció por insuficiencia respiratoria. Desde entonces, se notificaron casos en 27 países de Medio Oriente, África, Europa, Asia, y en los Estados Unidos.
Los especialistas sostienen que MERS-CoV no parece propagarse fácilmente entre las personas en comunidades. El virus se ha identificado en dromedarios en varios países, como Egipto, Omán, Qatar o Arabia Saudita, con una tasa de mortalidad cercana al 35% tras registrarse aproximadamente 420 infecciones en todo el mundo.
Sin una vacuna específica, ambos virus fueron controlados en cuestión de meses. El COVID-19, también conocido como SARS-CoV2, por el momento, mantiene su propagación, afectando a más de 130 países.
Certezas sobre cuándo desaparecerá no hay; sólo estimaciones y evaluaciones. De acuerdo al estudio elaborado por Ben-Israel, la propagación del virus comienza a un ritmo exponencial, pero luego se modera y finalmente se desvanece después de ocho semanas más o menos desde su aparición.
Según afirma el científico israelí, este patrón se da en todos los casos, sin importar las cifras de contagios y muertes ni las medidas aplicadas por los gobiernos locales: “Algunos pueden afirmar que la disminución del número de pacientes diarios es el resultado del estricto bloqueo impuesto por el gobierno y las autoridades sanitarias. El examen de los datos de diferentes países del mundo pone un fuerte signo de interrogación sobre esa afirmación (…) Resulta que el fenómeno es similar en todos los países en los que se descubrió la enfermedad, independientemente de sus políticas de respuesta: algunos impusieron un bloqueo severo e inmediato que incluía no sólo el ‘distanciamiento social’ y la prohibición del hacinamiento, sino también de la economía, como Israel; algunos ‘ignoraron’ la infección y llevaron una vida casi normal (como Taiwán, Corea del Sur o Suecia), y algunos adoptaron inicialmente una política indulgente pero pronto aplicaron un cierre completo (como Italia o el estado de Nueva York”.
“¿Podemos contener el brote de COVID-19 con las mismas medidas que el SARS?”, se preguntó un grupo de médicos del Reino Unido y de Singapur, que firmaron una columna conjunta en The Lancet. Lo dudan, y escribieron: “El COVID-19 difiere del SARS en cuanto al período de infección, la capacidad de transmisión, la gravedad clínica y el alcance de la propagación en la comunidad”. Sin embargo, no existe un Plan B: “Incluso si las medidas tradicionales de salud pública no son capaces de contener plenamente el brote de COVID-19, seguirán siendo eficaces para reducir la incidencia máxima y las muertes a nivel mundial”, destacaron.