Crónica | Rendidos y presos en Trinidad
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Todos nos tomamos la nuca con las dos manos y nos tiramos al suelo. Lo hicimos por instinto. Como hemos visto varias películas, ya supimos que debimos hacer eso. Aunque el policía no hablaba muy bien el español, todos entendimos. Eso fue como a las 10 de la mañana. Teníamos hambre y estábamos cansados. La idea era seguir resistiendo, pero ya no aguantábamos más, habíamos estado huyendo toda la noche. Hasta un helicóptero nos seguía, reseña la crónica de TaneTanae.
Marco es un joven de Tucupita, estado Delta Amacuro, en el suroriente de Venezuela. Tiene 24 años de edad. Ha abandonado sus estudios por la crisis. Le dicen que, si se involucra al negocio de transportar ilegalmente personas a Trinidad y Tobago, ganará bien en dólares y dejará la vida de pobre que lleva. Apenas tiene dos franelas: una azul y otra negra, que combina con un jean negro y una bermuda azul. Está cansado de pasar hambre y no poder comprarse nada.
Es octubre de 2020. Hace calor en Tucupita. Marco está en Volcán y mira que otros jóvenes tienen dinero. Ellos se compran ropa, comen y beben lo que quieren: tienen dinero. Uno de sus conocidos descubre su inquietud, se acerca a él y le pregunta si se “aguanta” a tener dólares también. Hay silencio de momento, seguido de una mueca de sonrisa.
“Yo me quedé así, frío primero. Después medio me puse a reír. Ahí el pana me dijo que la vaina era seria. Me dijo que si no me aguantaba a sumarme a ellos para llevar personas a Trinidad y Tobago”.
Al sur de Tucupita está el amplio sector de Volcán. Allí se han asentado varias comunidades a la orilla del caño Manamo. En este lugar está el puerto, donde en alguna oportunidad funcionó una gasolinera que luego tuvo que ser cerrada por anormalidades que no lograron controlar.
Marco acepta la propuesta y está listo para ser un «coyote” más. Por ahora no sabe cuál es el trabajo que llevará a cabo. Tiene miedo, pero en su mente está dejar atrás su miserable vida, odia ser pobre. En total son cuatro personas: tres están en Tucupita y uno está en Trinidad y Tobago; en algún lugar a orillas de una playa, entre matorrales, atento a un teléfono celular.
“Primero yo no sabía lo que iba a hacer, pero ya luego me dijeron que debía buscar pasajeros, todos debíamos cuadrar los pasajeros y eso fue lo hice e hicimos todos”.
Los 24 pasajeros están listos. Ya han sido orientados para burlar todas las alcabalas que están de camino en la carretera, desde Tucupita hacia Volcán. Otros coyotes lo han hecho así y han salido airosos.
Cada uno de ellos debe pagar 150 dólares: primero pagan la mitad del viaje hasta llegar a Punta Pescador desde Tucupita. Allí desembolsarán el resto para finalmente ser trasladados hasta Trinidad y Tobago.
“En ese primer viaje me tocó orientar a los pasajeros, les recordé que debían llevar su propia comida, porque nunca se sabe si se cruza rápido a Trinidad o se pasa más días por ahí dando carajazos”.
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