Crónica | Nicaragua busca «derrocar» el poder de los Ortega por el honor de sus muertos
EFE
Subidos a lo más alto para tentar rozar con sus dedos y sus banderas azul y blanco la inmensidad del cielo, miles de nicaragüenses salieron este martes a la calle para pedir el fin de la «dictadura» de Daniel Ortega y Rosario Murillo con una «revolución» que pide paz y libertad.
«Vamos a ver caer a la Chayo», grita un hombre mientras se acerca hacia uno de los «Árboles de la vida», una gran estructura metálica y luminosa que representa uno de los símbolos del Gobierno sandinista y que está a punto de caer. Está casi anocheciendo.
Decenas de jóvenes lo amarran con una cuerda de más de una pulgada de grosor y quitan sus tornillos con una llave. «Sí se puede», les gritan. Empiezan a tirar y el árbol se tambalea, la muchedumbre los alienta y en unos cinco segundos la estructura se cae.
Nueve toneladas de peso y toda una insignia del Gobierno nicaragüense. Se desata la euforia tras toda una tarde de protestas. Es la décimo quinta que derriban desde que hace 28 días iniciara una crisis que además ha dejado unos 55 muertos.
Es por ellos, por los que ya no tienen voz, por los silenciados, por los que esta tarde volvieron a salir a las calles para exigir el fin de la represión «estatal» y una Nicaragua «libre».
Concentrados en la rotonda Jean Paul Genie, donde asesinaron a un joven del mismo nombre que pasaba por el lugar y que ahora se ha convertido en un altar improvisado en honor a las víctimas de esta nueva revuelta, estudiantes, jubilados, profesores, médicos, sandinistas y conservadores pidieron el fin del Gobierno.
«¡Que se vayan!». Así de tajantes y contundentes se expresan Domingo y Guayo cuando Efe les pregunta qué buscan con esta nueva protesta. Han participado en todas las manifestaciones desde el pasado 18 de abril y seguirán «hasta que se vayan».
Y es que para ellos, el diálogo que empieza este miércoles con la «sorpresiva» presencia de Ortega es una cortina de humo mientras la represión y los enfrentamientos continúan en las calles.
«No creemos que vaya a funcionar si no hay presión. Han desbaratado la economía y los valores de este país. El socialismo y el comunismo es la peor plaga», aseguran los dos hermanos, unidos por un mismo pensamiento y una misma causa.
Una idéntica a la que unen a estas miles de personas que, «sin responder a ideología alguna», se han aliado para derrocar a un Gobierno que siembra terror y odio.
Así lo explica Marina, que agarra del hombro a su hijo, de unos diez años, con una pancarta que pone: «Hazme instrumento de paz. No al odio, ofensa, desesperación, duda, tristeza y tiniebla», pero «sí al amor, perdón, unión, esperanza, fe y luz».
Sobre ellos caen los últimos rayos de sol de la tarde, pero buscan con su presencia ser «la levadura que levanta las masas» porque, como reza una de las pancartas, «Cuando la tiranía es ley, la revolución es orden» y contra ello «el pueblo, unido» es la mejor medicina.
No están dispuestos -según dice uno de los estudiantes por un megáfono cerca de la gran cruz que representa a todos los muertos y que está rodeada de velas y rosarios- que la muerte de las víctimas quede impune. Especialmente la de Álvaro, el más joven de todos, de 14 años, cuyas últimas palabras antes de su exhalación final fueron: «Me duele respirar».
«Pero vas a vivir en el corazón de todos. Siempre. Y ahí en el cielo vas a celebrar que Nicaragua va a ser libre», le gritó desde lo más alto de una camioneta un estudiante, con las banderas acariciando el cielo y algunos de los asistentes soltando lágrimas de impotencia antes de cantar el himno nacional.
Y es que «los muertos les exigen vencer y solo vencer» y, en esa lucha, los cuidan «desde el cielo» para que los corazones de los nicaragüenses «no dejen de latir». Nicaragua, reza una de los lemas, «explota contra la dictadura» con un llamado a la paz y la Justicia.
Nicaragua cumple hoy 28 días de una crisis que ha dejado entre 54 y 65 muertos, según cifras de organizaciones humanitarias.