Crónica | La OEA y la incertidumbre de los tiempos - 800Noticias
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EFE

 Pudiera parecer que la incógnita más indescifrable de una Asamblea General de la OEA está en los resquicios de una condena sobre la crisis de Venezuela, o en la capacidad de Washington para influir en los destinos del continente, sin embargo, la gran pregunta que todos se hacen en estos pasillos es, siempre, otra. ¿Cuándo acabará?

Es precisamente el tiempo el objeto más deseado, el principal motivo de disputa, incluso la más grande de las condenas cuando tras horas y horas de deliberaciones, turnos interminables de palabra y solicitudes de réplica agonizantes las horas se consumen sin vislumbrar una meta en el horizonte.

La 70 Asamblea General de la Organización de Estados Americanos (OEA) arrancó este lunes, con dos jornadas de trabajo por delante, y el interés, sobrevolando el plenario con las alas de EE.UU., de condenar al Gobierno de Nicolás Maduro.

Los cancilleres de los 34 países miembros del organismo entraron a cuenta gotas en la sede, con ritmo despreocupado, y la Asamblea comenzaba con tan solo 45 minutos de retraso, «nada mal», se escuchaba en la sala de prensa.

Como si no quisiera ser culpable de la dilación, el secretario general, Luis Almagro, se apresuró a dar su discurso de inauguración, trámite previo a la elección del presidente de la Asamblea, tal vez el cargo más demoledor en la cuestión que nos ocupa, encargado de repartir la palabra.

«Limítense a seis minutos por intervención», fue el primer intento en vano del canciller paraguayo, Eladio Loizaga, en quien recayó el afortunado rol de arbitraje sobre los tiempos de discurso de 34 países distintos, que hablan cuatro lenguas diferentes.

Ante el interés ineludible de casi todas las naciones de abordar la crisis venezolana en sus intervenciones, el canciller de Venezuela, Jorge Arreaza, decidió reivindicar su derecho a réplica tantas veces como fuera necesario, colocando la cumbre en el abismo de la eternidad.

«Venezuela pasa a ser el tema central de esta conferencia, y nos veremos obligados a replicar tantas veces como haga falta», apuntaba Arreaza, mientras el canciller paraguayo intentaba convencerle para responder en una sola ocasión, al final de todos los discursos.

«Sí, pero el derecho a réplica es un derecho, precisamente. Y nosotros -insistió Arreaza-, vamos a hacer uso de él cuantas veces sea necesario». Y así fue.

Pese al debate en espiral sobre la crisis venezolana, el optimismo se instaló cuando la agenda del día se había completado casi a la hora prevista en la tarde del lunes, aunque muchos temían que esa premura fuera el preámbulo de un martes cargado de trabajo acumulado.

Para el mediodía de hoy, la sesión plenaria concluyó con antelación, pero, como era de esperar, la tarde no sería tranquila.

La Comisión General, encargada de procesar los textos de resoluciones y declaraciones impulsadas en el seno del organismo, debatía durante horas los detalles del texto promovido por el Grupo de Lima y EE.UU. para abrir la puerta a la suspensión de Venezuela, al mismo tiempo que trataban de sumar los 24 votos necesarios para lograr la expulsión de facto.

Daban casi las cinco de la tarde, y la representante de El Salvador, Lilian Godoy, ya se lamentaba: «Hemos hecho muy mal uso de del tiempo, en vez de aprovechar el tiempo anoche, o los 3 minutos que se convirtieron en 3 horas para comer».

La conversación estaba enquistada, entre el respaldo de Bolivia y Antigua y Barbuda al Gobierno de Caracas, quienes trataban de introducir enmiendas para suavizar el contenido, y la insistencia estadounidense de dar un golpe sobre la mesa para mandar un mensaje enérgico a Caracas. Ninguno de los dos logró del todo su objetivo.

El texto presentado el día anterior, acabó siendo el mismo que se aprobó horas -perdidas- de discusión más tarde. Pero ni Venezuela y sus aliados consiguieron frenar la resolución, ni Estados Unidos los 24 apoyos necesarios para que la amenaza de expulsión pueda ser finalmente ejecutada.

Cae la noche en Washington, y han pasado más de tres horas de la hora prevista de clausura. La resolución contra Venezuela ha sido aprobada, pero es probable que Caracas se vaya antes de que la echen. No obstante, los cancilleres siguen hablando y la audiencia con la misma incertidumbre: ¿Cuándo acabará esto?

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