Crónica | De Juan Pablo II a Francisco, 31 años para Colombia en el camino de la paz
EFE
La imagen del papa Francisco saludando hoy a víctimas del conflicto colombiano minutos después de aterrizar en Bogotá es una de las primeras y más significativas que deja la llegada del sumo pontífice al país.
Treinta y un años después de la visita del este miércoles santo Juan Pablo II, Colombia mira atrás el largo camino que ha recorrido hacia la paz entre el 1 de julio de 1986 cuando el papa polaco llegó a Bogotá y este 6 de septiembre, cuando lo hizo el primer papa latinoamericano.
Es otra Colombia, más poblada -18 millones de habitantes más que en 1986-, herida, polarizada y llena de cicatrices pero en la misma ruta que hace tres décadas caminando hacia el fin del fin del conflicto.
Otra Colombia que quizás representa muy bien el niño que le entregó el obsequio a Francisco, un niño nacido en la selva en el cautiverio de su madre, hijo del conflicto y del secuestro.
Emmanuel, el joven que le entregó al papa una paloma de la paz es más que un símbolo de la inocencia de esa edad. Nació en 2004 mientras su madre, la política y hoy miembro de la Cámara de Representantes Clara Rojas vivía un largo y doloroso secuestro a manos de las FARC junto a la entonces candidata presidencial Íngrid Betancourt.
Así, el niño entregó el regalo en nombre de centenares de miles de personas que acompañaron hoy al pontífice en su recorrido por la Avenida El Dorado de Bogotá hasta llegar a la Nunciatura Apostólica.
Esos feligreses que le demostraron al mundo y al obispo de Roma que el país cree en su pastor y que en una nación que cuenta con 45,3 millones de bautizados en esta religión, la esperanza de la reconciliación sigue viva.
Y es que esas fueron las primeras palabras de Francisco a los colombianos «No pierdan la esperanza. Sigan adelante!», a lo que siguió un Ave María y la bienvenida que le hicieron los jóvenes de un programa social de la Alcaldía de Bogotá para habitantes de la calle.
«No se dejen quitar la alegría» dijo el papa al concluir su saludo a Colombia que logró el acuerdo de paz con las FARC y que acaba de acordar un cese al fuego bilateral con la otra guerrilla, el Ejército de Liberación Nacional (ELN).
Esa misma Colombia que en 1986, bajo la Presidencia del conservador Belisario Betancur, se ilusionaba con proceso de paz frustrado con el M-19, guerrilla que un año antes se había tomado el Palacio de Justicia en una de las acciones guerrilleras más dolorosas en la historia del país.
La toma del Palacio de Justicia, ocurrida el 6 de noviembre de 1985 y que se saldó con la muerte de un centenar de personas en pleno centro de Bogotá, marcó el comienzo del fin de esa guerrilla que cinco años después dejó las armas y se convirtió en partido político.
Fue un paso democrático efímero, su líder máximo, Carlos Pizarro, fue asesinado en la campaña presidencial de 1989, la misma suerte que corrieron miles de desmovilizados de las FARC agrupados en el partido Unión Patriótica.
Tres décadas de violencia, guerra e intentos frustrados, es otra Colombia a la que llega el papa argentino, un país que aspira a dejar el dolor atrás y que tal como él lo dijo hoy, no se dejará «quitar la alegría».