Crónica | Alerta sísmica despierta temor entre familiares de atrapados por derrumbes
EFE
El sonido de la alerta sísmica sobresaltó la mañana de este sábado a millones de habitantes de la Ciudad de México, pero hubo quienes lo sintieron con especial pánico: aquellos que se encuentran a la espera de que rescaten a sus familiares de entre los edificios derrumbados por el terremoto del pasado martes.
A las 7.53 hora local (12.53 GMT), Rosa María Sánchez iba de camino al número 286 Álvaro Obregón, donde se encuentra el edificio que colapsó el 19 de septiembre por el fuerte sismo de magnitud 7,1 en la escala de Richter en el que quedó atrapada su sobrina América Albarrán.
En ese momento se activó la alerta sísmica, esta vez por un movimiento telúrico de magnitud 6,1 en la escala de Richter con epicentro en el sureño estado de Oaxaca.
«Otra vez se nos vino el mundo encima», dice Rosa a Efe, quien recordó el «pánico» que sintió el martes.
Por protocolo, la alerta hizo que pararan todos los trabajos de rescate, que se desarrollan en aquellos edificios de la capital derrumbados en los que se considera que todavía puede haber vida.
Sin embargo, estos se reanudaron en apenas unos minutos, cuando se comprobó que el movimiento, apenas perceptible en la capital, no había causado daños.
Rosa asegura que no pierde la esperanza de que su sobrina esté bien: «Nos dicen que se detecta calor de 36 grados, lo cual quiere decir que todavía hay vida; cuántas (personas) son, no se sabe».
Las casas de campaña y lonas han invadido el lugar precintado en el que esperan los familiares, en mitad de la calle. Desde allí no pierden de vista el edificio, en el que quedan, según una lista colgada en el lugar, 46 personas por salir.
Cuanto sonó la alerta «fue un momento angustiante, de mucho miedo, porque está latente la posibilidad de que pudiera derrumbarse el edificio, y eso es lo primero que pasa por la mente», comenta Daniel Moreno, cuyo hermano, Adrián, trabajaba en la cuarta planta del inmueble de seis niveles.
Después de cuatro días, afirma, «ya no hay tiempo que perder».
Aunque el ritmo de los rescates es lento, entre los familiares se propaga hoy un impulso de ánimo, debido a que se ha permitido el acceso de maquinaria para levantar una pesada losa que dificultaba los trabajos, una vez la estructura quedó bien asegurada con puntales.
Los socorristas «ya están más cerca, ya se escucha a las personas», defiende Daniel.
El joven relata que una de las supervivientes rescatadas del edificio es la jefa de su hermano, quien estuvo inconsciente un día, pero después despertó y pudo dar información que ayudó a identificar las zonas.
«Ella escuchaba ruidos y dijo que había más personas con vida, y haciendo las pruebas de calor lo corroboraron», argumenta.
A lo largo del día, los voluntarios pasan repartiendo café, panes y tortas a los familiares y los brigadistas. En un improvisado panel de cartón cuelgan mensajes de ánimo, como «estamos contigo».
Entre todas las personas que se encuentran a la espera están los amigos del español Jorge Gómez, técnico en construcción de 33 años, quienes no quisieron dar declaraciones por la incertidumbre de la situación.
En el otro lado de la calle, donde se encuentra otro grupo de familiares, está Pedro Calderón, esposo de América Vázquez, quien se encontraba con su hermano Alberto en el momento del derrumbe, en la cuarta planta, la que ahora está más próxima al rescate.
«No es buscar un optimismo falso, estamos siendo objetivos; mi esposa y su hermano están ahí, esperemos que nos den buenas noticias», remarca.
Pedro lleva desde el martes pidiendo que no haya «una réplica fuerte». Esta mañana estaba lejos de Álvaro Obregón, con su hijo, pero en cuanto se enteró, llamó a los familiares que se quedaron en el lugar para saber si había habido algún inconveniente.
El temor no es solo por las posibles réplicas, sino también por las lluvias: «El jueves que llovió mucho fue una agonía, porque obviamente la obra iba a chupar todo el agua; afortunadamente no pasó nada».
Pese a todo, Pedro no pierde la calma ante lo que solo ve como «contratiempos». «Están adentro y están vivos», sentencia.