Correo del Caroní: Tumeremo sigue siendo un ‘pueblo sin ley’ a un año de la masacre
Correo del Caroní
El suceso que marcó a Venezuela en el 2016 dejó mayor inseguridad para la población de Sifontes. El despliegue militar y gubernamental fue momentáneo y el hampa se explayó para dominar la zona, acorralando a las autoridades.
– Este es un pueblo sin ley… aquí ya no manda ni Guardia (Nacional), ni Policía…
– ¿Y quién manda, entonces? – … Los malandros.
El miedo aún se respira en el aire de Tumeremo, municipio Sifontes. Pocas personas se quieren referir a la masacre de 17 mineros que volvió noticia a este pequeño poblado al sur del estado Bolívar desde el 4 de marzo de 2016. Evelyn Muñoz, una joven vecina del pueblo, asegura que desde hace un año para acá la inseguridad es todavía peor.
No se atreve a opinar sobre la matanza o sobre las bandas armadas de las minas… habla del hampa. “Todo el mundo está en su casa a las 6:00 de la tarde. Aquí no hay sindicato como en Las Claritas”, poblado minero donde el control y la seguridad va por cuenta de grupos parapoliciales.
En Tumeremo no están definidas estas pugnas. Una fuente vinculada al área de seguridad en Sifontes, que prefirió resguardar su identidad para protegerse, aseveró que “hablar de la masacre es muy delicado. Amenazan a los funcionarios, a sus familias… Es un tema muy delicado de tratar porque, al final, no hay nadie que haga nada”, por parte del Estado.
Después de que familiares de los 17 mineros asesinados trancaran la entrada del pueblo exigiendo justicia en marzo de 2016, el defensor del Pueblo, Tareck William Saab; la fiscal general de la República, Luisa Ortega Díaz, y demás funcionarios del Ejecutivo se aproximaron a la zona para esclarecer el hecho y poner orden. Pero el orden duró pocos días.
En cada esquina de Tumeremo se repite la frase de Evelyn. “Pueblo sin ley”, “hay que ver para todos lados”, “estar con un ojo aquí y otro allá”, son las expresiones de los pobladores que hablan temerosos.
El presidente de la Cámara de Comercio de Sifontes, Erick Leiva, lo confirma. Detalló que “desde la masacre, el comercio no se ha levantado. La tranquilidad duró el par de días que estuvo la Guardia Nacional aquí para disolver la tranca” de la Troncal 10.
“Aquí nosotros tenemos un promedio de cinco comercios robados al día, sin contar los atracos que hay en la calle, que le arrancan las carteras a las mujeres… De verdad se ha puesto muy fuerte”.
A consecuencia de la inseguridad que dejó la masacre de Tumeremo, los comercios cierran a las 5:00 de la tarde, sobre todo en el centro. Antes podían estar hasta las 8:00 de la noche, según Leiva.
“Aquí hay pocos funcionarios (policiales y militares) y no se dan abasto con todo el pueblo”, continuó, revelando que el panorama ha generado pérdidas de hasta 70 por ciento para tiendas como farmacias y ferreterías.
La Alcaldía de Tumeremo está de manos atadas. El alcalde, Carlos Chancellor, aseguró vía telefónica que no reciben los recursos para solventar los problemas municipales de transporte, asfaltado e iluminación. “Yo le pido a la Gobernación que, aunque sea, se aboque a asfaltar la entrada de Tumeremo que está feísima, tiene unos cráteres horribles”.
Embates de la inflación
Hay quienes, por miedo u optimismo, no reparan en la delincuencia. “Aquí todo sigue normal… Inseguridad hay en todos lados”, acuñó un comerciante árabe de una panadería, que no reveló su nombre. Para él, el mayor problema en Tumeremo fue lo del efectivo, cuando el presidente Nicolás Maduro ordenó sacar de circulación los billetes de 100 bolívares, lo que sumió a Sifontes en un caos que dejó 34 comercios saqueados el pasado 16 de diciembre.
Según el presidente de la Cámara de Comercio, ninguno de estos 34 negocios ha recibido respuesta del Gobierno, que en diciembre prometió créditos a baja tasa de interés para recuperar las pérdidas de mercancía y de sus estructuras devastadas tras el estallido social. “La gente se está levantando porque no le queda de otra, pero la economía sigue muy golpeada en Tumeremo”.
A cuentagotas ha llegado el nuevo cono monetario al sur del estado Bolívar, donde los bancos, cajeros automáticos y puntos de venta siguen escasos. El efectivo, la compra de oro, y el alto costo de la comida son los temas del día a día. La masacre y sus secuelas son recordadas en silencio… porque en el pueblo sin ley termina mandando el miedo.