+COMUNICADO | Obispo José Romero: He visto como sufre mi pueblo
Redacción 800 Noticias
El obispo de El Tigre en el estado Anzoátegui, José Manuel Romero Barrios, se dirigió a la comunidad venezolana quien ha sufrido desde el principio del mes de marzo del 2019, un apagón nacional y que hasta el momento, mucho de los sectores y estados, permanecen sin energía eléctrica.
En el medio de la oscuridad que ya cumple 6 días continuos, existe una realidad que es inevitable ocultar y es el colapso nacional que ha ocasionado este apagón. Hospitales, hogares, transporte, sector educativo, sufren fuertes calamidades ante la ineficiencia de los servicios públicos pero sobre todo, en los centros de salud, ante la escasez de los insumos médicos en donde ya se ha registrado, según organizaciones de salud, una gran suma de fallecidos durante la falla eléctrica.
El obispo Romero no evitó su pronunciamiento «He visto como sufre mi pueblo» y este ha sido el comunicado que ha emitido para el pueblo venezolano:
1. La Iglesia Naciente, Iglesia en Salida.
La Iglesia que peregrina en la zona sur del Estado Anzoátegui, en la Diócesis de El Tigre comparte las angustias y las necesidades de todos los hombres y mujeres que habitan en esta región. La opción de asumida como Iglesia particular venezolana, nos lleva a detener el paso y mirar a los ojos al pueblo del sur de este estado que sufre, como todo el país, el irrespeto a su dignidad humana, lesionándose gravemente los valores fundamentales de la democracia.
La vida de los que vivimos en esta parte de la geografía venezolana ha estado sujeta a una creciente violencia estructural, que no golpea con puños en la humanidad de sus pobladores, sino que se expresa en la omisión de los responsables de la gestión pública para atender las necesidades básicas de la población, necesidades consagradas como derechos en la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela; omisión que se evidencia en la carencia de los servicios indispensables para una vida digna, tales como agua, energía eléctrica, educación, transporte y servicios médicos.
En los últimos 4 días estas carencias se han vuelto más extremas. El Tigre estuvo 72 horas sin luz eléctrica que en algunos sectores se prolongó a mas de 80 horas; registrándose que el 80% de la población de la ciudad de El Tigre carece del preciado líquido por imposibilidad de bombeo de agua generado por la falta de electricidad, sumado a un problema ya existente antes de esta emergencia nacional, de ineficiencia en la gestión del servicio de agua en la ciudad.
En el área de salud, el principal centro de salud de la región, que es el hospital de El Tigre, tiene 3 plantas eléctricas y funciona solo una, lo que generó una atención medica con mayores limitaciones, a las ya conocidas por falta de medicamentos y deterioro de equipos de diagnóstico.
Iguales condiciones de irrespeto a los derechos fundamentales del ciudadano, agudizados por la emergencia eléctrica de los últimos cuatro días, se registraron en ciudades como Pariaguán, donde estuvieron sin agua y sin luz durante dos días; así como Soledad, y el resto de las comunidades rurales e indígenas ubicadas en el ámbito territorial de la Diócesis de El Tigre.
El apagón continuado que hemos vivido en la región, trae como consecuencia la inoperatividad de los puntos de venta, registrándose imposibilidad para las familias de comprar lo necesario para la subsistencia diaria. Y para los comerciantes, formales e informales, un duro golpe al no poder vender los productos y servicios que ofrecen, con la amenaza adicional de perder toda la inversión en materiales perecederos que pueden descomponerse sin refrigeración.
Otro problema asociado a la falta de energía eléctrica de los últimos días, es la incomunicación porque no se cuenta con servicio de telefonía celular ni internet para conocer sobre la situación de familiares que viven en localidades distantes y en el extranjero.
No menos importante enfrentamos también como ciudad pequeña, grandes problemas de transporte público. Con un acceso limitado por los altos costos del pasaje y la desmejora en las unidades de servicio, ¿cuántos accidentes tendremos que esperar, para que deje de ser una costumbre emplear cavas, góndolas o transporte de animales, para movilizar seres humanos?
2. Escuchando el clamor del pueblo.
Mirando este panorama impresiona que nos hemos convertido en un pueblo deshumanizado.
En las comunidades de esta Diócesis el sistema escolar colapsó: los y las docentes no pueden cumplir los horarios porque no tienen transporte; los niños no van a la escuela porque no tienen ropa ni calzados; en las escuelas donde funciona el PAE (Programa de Alimentación Escolar), se sirve una comida incapaz de satisfacer las necesidades nutricionales de nuestros niños, dándosele en muchos casos arroz solo. Maestros desmotivados, no solo por la situación país, que nos afecta a todos, también por sentir y pensar que su loable labor no es valorada por quienes dictan leyes y resoluciones en torno a los beneficios de ellos como personal docente.
Ante esta situación de colapso de los servicios públicos, se ha generado un sentimiento justificado de insatisfacción y el pueblo se ha volcado a las calles a protestar en reclamo de sus derechos. Hemos tenido noticias confirmadas de represión por parte de los organismos policiales y de detención de ciudadanos; lo que es realmente repudiable porque en lugar de gestionar soluciones para dar a la población lo que por Ley le corresponde y protegerla, también como obligación legal, se constata que los cuerpos de seguridad bloquean el ejercicio de la legítima protesta, reprimiéndola sin piedad, como ocurrió a pobladores que manifestaban su descontento en la entrada de El Tigre por la vía hacia Puerto La Cruz.
Hemos hecho un llamado a la solidaridad, y como Iglesia respaldamos iniciativas para aliviar necesidades de alimentos y agua. Pero es hora de reflexionar si es esto suficiente. Nuestros gerentes públicos ¿están conscientes del sufrimiento del Pueblo?
3. ¿Cultura de la vida o de la muerte?
Las autoridades deben estar al servicio de la vida satisfaciendo las necesidades básicas de los individuos, generando calidad de vida y fortaleciendo la dignidad humana, en orden a contribuir al logro del bien común, mediante la justicia animada por la caridad. No obstante, constatamos que han fallado en el acompañamiento a los ciudadanos, encerrándose en sus propios intereses ideológicos, partidistas, mientras que el pueblo deambula en búsqueda de medicinas y alimentos para su supervivencia. Como consecuencia, aparece el fenómeno de la violencia, que surge como producto de este caldo de cultivo representado por la violación de los derechos fundamentales de los ciudadanos de alimentación, salud, educación, transporte y expresión, por vías pacíficas, de las inconformidades del pueblo con la actuación de los funcionarios públicos.
Esta realidad ha sido generada por un proyecto político que dejo de atender las necesidades del pueblo para aferrarse al poder, gestando una cultura de la muerte que se corresponde con una verdadera y auténtica estructura de pecado, caracterizada por la práctica y difusión de antivalores contrarios al amor, a la solidaridad, a la justicia y a la paz, como elementos distintivos de la cultura de la vida que el Señor Jesús nos propone en su Evangelio.
Esta cultura de la muerte se constituye en dique que impide al hombre y a la mujer de esta región, y de toda Venezuela, pasar a unas condiciones más humanas de vida, garantizándose la afirmación insoslayable de los derechos de cada ser humano, coherentes con su principal dignidad, representada, no por lo que tiene o lo que sabe, sino por su condición de hijo de Dios que le hermana con los demás; fraternidad que exige un orden económico y una actividad política basados en el logro del bien común.
4. Actuemos porque Dios no es indiferente.
Los Párrocos, la Vida Consagrada, junto con los movimientos de apostolado, acompañados por muchos hombres y mujeres de buena voluntad, han estado asistiendo a la comunidad, dentro de sus posibilidades, en la satisfacción de algunas necesidades básicas como agua, alimentación, medicinas.
La precaria realidad ha llevado a las personas a buscar en los sacerdotes el apoyo moral y espiritual y estos han servido de guía para superar dolores y angustias.
Como pastores estamos convocados a ser agentes de comunión, llamando a la reconciliación a todos los sectores de la vida social. El mensaje del amor de Jesucristo ha sido predicado a educadores, militares, políticos, empresarios, invitándolos al trabajo mancomunado en beneficio de los sectores más vulnerables.
No podemos dejar de compartir el dolor de nuestros hermanos y desde la opción preferencial por los pobres, ejercer un influjo real de transformación de las estructuras del poder, acompañando a nuestro pueblo anzoatiguense en la construcción de un proyecto político económico y social más justo y más solidario y, como tal, más propicio al desarrollo integral de todos y cada uno de los habitantes de esta hermosa región, como lo hizo María que animó a la primera comunidad cristiana, así nosotros nos colocamos bajo la protección de la Virgen Santísima en su advocación tan querida de la Virgen del Valle.
Desde el secretariado de medios de nuestra Diócesis, con nuestra bendición.