Cómo una sopa detuvo la primera guerra religiosa de Europa
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Leche y pan, pan y leche. Nadie en Suiza sabe qué llego primero, pero la combinación de estos dos alimentos marcó para siempre la historia de este país. Allí se produjo la primera guerra religiosa de Europa: en el siglo XVI, católicos y protestantes mantenían consideraciones tan diferentes que la convivencia se hacía cada vez más difícil.
La llamada primera Guerra de Kappel fue el resultado de la división de los núcleos poderosos de la población de las campiñas cuando la reforma protestante que había iniciado Lutero en Alemania llegó a Suiza a principios de siglo. Las fronteras geográficas fueron más allá del territorio y la línea divisoria se distorsionaba en la mente de una población profundamente religiosa. El conflicto estalló en 1529. ¿Qué podría entonces apaciguar la determinación de quienes lideraban a dos ejércitos de soldados dispuestos para enfrentarse?
Durante la Reforma, el territorio de Milchsuppenstein, en la linde entre Zúrich y Zug, marcó los límites entre una zona y otra en base a las diferencias religiosas. Al norte, la población de Zúrich dirigida por el reformador Ulrich Zwingli era partidaria de los protestantes, y al sur, Zug y los cantones (como se conocen a los diferentes territorios que componen el país) católicos aliados de la Antigua Confederación Suiza pretendían permanecer alineados con el Vaticano. Las disputas iban y venían desde 1928, y fueron creciendo hasta que en el verano de 1529, del diálogo pasaron a las armas. Los soldados de Zúrich, equipados con armaduras y picas, marcharon hacia el sur para comenzar una contienda.
Una guerra que terminó antes de empezar
Zúrich había sido la primera ciudad en volverse protestante. A esta le seguirían las ciudades de Berna, Basilea y Schaffhausen. Bajo el liderazgo de Zwingli, los protestantes buscaron extender su poder dentro de la Confederación, para ello el reformador quiso establecer una política de libre elección de fe en los territorios gobernados conjuntamente con los católicos, pero estos, sin embargo, insistieron en la mayoría que comprendían dichos territorios para permanecer católicos. En un escenario así, cualquier pequeño movimiento era motivo de hogueras.
Según apunta el historiador Andrej Abplanalp en el blog del Museo Nacional Suizo, que una parroquia en el territorio gobernado conjuntamente de Uznach nombrara a un sacerdote reformador como nuevo párroco tras un acuerdo de los territorios para que la opción fuera un sacerdote católico provocó que el elegido fuera arrestado y quemado por hereje. Para Abplanalp, este habría sido el detonante definitivo para la guerra.
“En respuesta, Zúrich declaró la guerra a los cinco territorios católicos de Lucerna, Uri, Schwyz, Unterwalden y Zug, y con las tropas que ya se habían concentrado antes, avanzó hasta Kappel am Albis, en la frontera de Zug. Las fuerzas de Zúrich fueron apoyadas por Berna. Los cinco territorios interiores concentraron a sus soldados en el otro lado. Sin embargo, su ejército era solo la mitad del tamaño del de su oponente”, escribe Abplanalp. Pero a diferencia de cualquier otra guerra en la historia, esta terminó antes de que comenzara gracias a una olla de sopa.
Se hizo la paz y la sopa de leche
Se estaban llevando a cabo largas conversaciones en los dos campos de guerra cuando un gesto inesperado zanjó el asunto. De repente, los soldados colocaron sobre la frontera una enorme olla de leche con pan. Representantes de ambos campos se sentaron alrededor, juntos y sin ánimo de otra cosa que compartir aquella delicia. La comida se convirtió en un símbolo entre leyenda y realidad que ahora se conoce como ‘Kappeler Milchsuppe’.
Finalmente, el 26 de junio de 1529 se llegó a un acuerdo y se hizo la paz, y la sopa de leche con pan se introdujo en los recetarios de todo el país. Aunque el acuerdo fue más bien una tregua, ya que solo dos años después las dos áreas se volvieron a enfrentar en una segunda Guerra de Kappel, la sopla había plasmado la posibilidad del entendimiento.
El periodista Luke Fater apunta en ‘Atlas Oscura’ que en la actualidad el lugar de la batalla o festín está conmemorado por un monumento conocido como Kappeler Michsuppenstein. Según indica, se encuentra junto al monasterio de la ciudad de Zug, en lo alto de una colina. Asimismo, la escena de los soldados compartiendo almuerzo y descubriendo así un “amor mútuo” por un nuevo plato, aparece en manuscritos, escritos y cuadros desde el mismo año en que sucedió, donde quedó plasmado en el manuscrito titulado ‘Reformationsgeschichte’ o ‘Historia de la Reforma’ digitalizado por la Biblioteca Central de Zúrich. También Albert Anker, considerado el «pintor nacional» de Suiza, lo plasmó en 1869 en un cuadro que puede verse en el Museo Kunsthaus de Zúrich. “Fuerzas opuestas holgazanean alrededor de un tazón de sopa de gran tamaño, con armas esparcidas a su alrededor mientras sorben su potaje pacificador”, reza el título.
«A menudo se necesita tiempo para resolver un desacuerdo, pero estos presentan siempre otra oportunidad para preparar la Kappeler Milchsuppe»
La Kappeler Milchsuppe se ha convertido con el paso de los años en el comodín perfecto ante cualquier disputa o desacuerdos, y aunque no aparezca en la carta de muchos restaurantes, está presente en la memoria colectiva y en las mesas en las que se pretende poner solución a algo. Tanto es así que Martin Dahinden, embajador suizo en EE.UU., escribe en su libro ‘Beyond Muesli and Fondue’ que, aunque «a menudo se necesita tiempo para resolver un desacuerdo, pero estos presentan siempre otra oportunidad para preparar la Kappeler Milchsuppe».
Como indicaba en 2018 el periodista Mike MacEacheran en un reportaje para la BBC, poco a poco la receta ha ido adaptándose a los paladares, con más ingredientes siempre sobra la misma base y la misma intención: compartir el alimento y disfrutar de su degustación. Nuez moscada, clavos de olor, laurel… Hasta queso puede encontrarse hoy en día en este plato arraigado en la psique social del país.