Cómo ser ‘influencer’ de nuestros hijos
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Ser ‘influencer’ está de moda pero, ¿los padres podemos serlo de nuestros hijos? Sí, y es que debemos serlo. Somos su referencia, tanto en su desarrollo personal, como en el plano emocional, pero no siempre lo hacemos bien. Es por ello por lo que en este artículo hablamos con varias expertas en la materia, y nos aportan unos trucos que pueden hacernos más fácil la crianza.
Laura Estremera es psicóloga, técnico superior en educación infantil y se está formando como pedagoga. Ha publicado recientemente ‘Criar con apego seguro’ (Ariel), un manual de crianza porque «si tenemos otra mirada hacia la infancia nuestros niños, esto se desarrollarán mejor, e igual conseguimos una sociedad mejor».
Sostiene en una entrevista con Infosalus que la figura de los padres es tan importante en la educación de los hijos porque estos nacen inmaduros, dependientes, necesitan durante la infancia una serie de cuidados, y que los adultos respondan a sus necesidades. «El rol del adulto va a tener un peso muy importante en cómo acompañamos las situaciones cotidianas, en lo que no les dejamos hacer o sí, el cómo actuamos. Consiste en dar una verdadera y acorde respuesta a las necesidades de la infancia», afirma.
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«Somos sus ‘influencer'», asegura, porque influimos en su desarrollo y, además, este rol del adulto no viene de serie, es decir, que no bastan las buenas intenciones, tal y como avisa: «Todos queremos a los niños, pero es importante el trato que les ofrecemos, cómo respondemos o no a sus necesidades, y también cómo les acompañamos en esas situaciones que no son tan agradables».
LOS PRIMEROS AÑOS SON CLAVE
Por su parte, Angélica Joya, psicóloga clínica y máster en Psicología Adleriana, así como entrenadora en disciplina positiva, defiende en otra charla con Infosalus que sobre todo los primeros años son clave, tenemos una gran influencia en nuestros hijos, porque los niños aprenden qué es el mundo y su lugar en él en función de lo que observan en las familias. «Pero no somos lo único que influye en ellos. Tienen una genética que les determina, al tiempo que otros adultos les influyen, así como lo que sucede en el colegio», agrega.
Ha escrito ‘Educar sin desesperar’ (Planeta), un manual en el que precisamente cuenta cómo muchos padres se encuentran desesperados en la crianza de sus hijos, cuando deben ser influentes sobre los mismos y acompañarles. Su consejo estrella en este sentido se basa en trabajar el respeto mutuo: «Con ello el niño va a aprender a recibir, pero a dar también».
Considera que los padres deben ser muy conscientes además de la conexión que mantengan con los suyos, tienen que estar pendientes de educarlos en la contribución, es decir, tienen que hacer ver a los menores que no solo son personas que tienen que ser respetadas, y los padres debemos verles y escucharles, sino que también se debe hacerles sentir que son necesarios y que tienen que contribuir a un bien común.
Mientras, Míriam Tirado, consultora de crianza consciente, que ha publicado recientemente ‘Sentir’ (Grijalbo) subraya que los padres somos los mayores influentes de los hijos, de donde aprenden el mundo en sus primeros años de vida y aproximadamente hasta los 7 años. «Esto hace que el ejemplo que les damos, lo que ellos ven, tiene un impacto brutal en lo que aprenden. Por eso es tan importante el procurar hacer lo que nos gustaría que ellos hiciesen porque si decimos una cosa y hacemos otra los niños se quedan con lo que hacemos», mantiene.
EN QUÉ PODEMOS MEJORAR LOS PADRES
Aquí, Angélica Joya cree que uno de los grandes retos en la crianza, y sobre el que debemos mejorar los padres, reside en rebajar las expectativas que tenemos sobre nosotros como padres, pero también sobre los niños: «Esto genera mucha desesperación y mucha desconexión entre nosotros mismos y con nuestros hijos, y es más difícil mantener la calma y ser buen ejemplo para ellos».
Laura Estremera cree fundamental, por su parte, el intentar trabajar desde el prisma de la paternidad la comprensión sobre lo que hacen los niños: «Todo tiene un sentido y un porqué». A su vez, ve importante por parte de los padres el permitir a los hijos que sean ellos mismos, y huir lo máximo posible de las etiquetas.
«Los menores durante su primera infancia forman su autoconcepto, cómo se ven a sí mismos, y luego más adelante su autoestima, cómo valoran esa forma de verse a ellos mismos. Para su autoconcepto reciben mensajes del exterior y del interior (las sensaciones que vayan teniendo). Cuando estas etiquetas se ponen desde el exterior, aunque pensemos que son positivas porque le decimos que es muy estudioso o responsable, por ejemplo, realmente dan una mirada fragmentada de la persona, no como es en su totalidad; de forma que los niños acabarán comportándose y relacionándose desde esa etiqueta que les hemos puesto, que muchas veces son un juicio por parte del adulto y se basa en las necesidades del adulto», sostiene esta especialista.
Además, Angélica Joya ve fundamental el saber poner límites y normas a los menores. Dice que los límites son «algo más fijo» y relacionado con la seguridad e integridad del menor; mientras que describe a las normas, como algo más vinculado con las necesidades del niño por la edad y por los valores de la familia, y anima a ir reevaluando cada pocos meses sobre qué se ha fijado el límite y la norma, y ver qué es lo que se puede y debe ajustar.
A su vez, otra de sus sugerencias en el campo de la regulación emocional y la crianza de los hijos es la educación en la calma, el no normalizar como sociedad la violencia a la hora de formar a la persona, el valorar el respeto por el otro. «Lo que hagamos con nuestros hijos marcará la vida no sólo de nuestros hijos, sino de nuestra sociedad», afirma.
En último lugar, Míriam Tirado considera que a la hora de ser un referente o ‘influencer’ sobre nuestros hijos es vital que los niños vean cómo los padres nos regulamos, que no nos desbordemos emocionalmente en los momentos más intensos. Después, apuesta por irles ayudando a entender lo que les pasa, poner nombre a las emociones, a que lo vean y lo familiaricen con su mundo interno. Se pueden validar desde que los niños son bebés: «‘Ahora te enfadas porque no te gusta que te duche, lo entiendo, pero hay que hacerlo, llora si lo necesitas’. Al principio son muy pequeños y experimentan emociones intensas porque son demasiado inmaduros, pero poco a poco, conforme les vamos ayudando, y con opciones más asertivas para gestionar todo, lo irán aplicando».
Subraya que la respiración es la «herramienta número uno para autorregulación emocional» y cuanto más respiremos de manera consciente, lenta, más nos regulamos: «Cuando respiramos lentamente observamos qué ocurre y entonces puedo ver qué pasa y cómo puedo actuar de forma más conectada y asertiva. Además, los padres vamos muy estresados y cansados y muchas veces no tenemos tiempo para el autocuidado. ¿Si estamos desconectados con nosotros mismos, cómo vamos a conectar con ellos? Cuando yo esté mejor también lo del exterior estará mejor seguro».