[ESPECIAL] +VIDEO| Clínica Popular Catia: Desidia, corrupción y lamentos
Por Mildred Manrique
María Verónica llegó a la Clínica Popular Catia con dolores de parto. Eran las 8:00 de la mañana de este 20 de mayo. La joven de 21 años se encontró con una protesta en la entrada del centro de salud, donde los trabajadores llevan meses denunciando corrupción, acoso y desidia. «Ayuda por favor no aguanto, mi hijo va a nacer», gritó y rápidamente varias enfermeras la socorrieron.
La manifestación continuaba mientras a María Verónica la guiaban hacia la única sala de parto disponible, ubicada en la planta baja del recinto. Una enfermera narraba las complicaciones que tienen. «No tenemos camas disponibles y solo contamos con una sala de parto, ya que las otras están inhabilitadas. Aquí hacemos milagros para que no se nos mueran los bebés», aseguró.
Todo el aérea neonatal está insalubre y los baños en su mayoría están inhabilitados. Los aires acondicionados no funcionan. Hay moscas, chiripas y hacinamiento de parturientas y recién nacidos; el reten patológico funciona a media máquina. Las madres amantan a sus hijos de pie porque no hay sino tres sillas y dos banquitos en mal estado.
María Verónica llevaba un rosario en la mano y pedía a Dios que su hijo naciera con bien, en medio del desastre hospitalario adonde fue a parar. Un médico y una enfermera la estaban atendiendo cuando de pronto se fue la luz. Aún así, con los celulares alumbraron y la estuvieron preparando para la cesárea.
Solo tienen un quirófano activo de los tres que posee la clínica. Allí ingresaron a la joven. El personal corría de un lado a otro. Habían otras mujeres en el pasillo con las vías infiltradas, niños llorando, personas sufriendo de dolor.
«La planta no enciende porque tampoco recibe mantenimiento. Creo que nos quitaron las luz porque en los alrededores hay electricidad y solo aquí no. Esto es inhumano», comentaban indignados los trabajadores que han llegado al punto de pensar que todo es un sabotaje.
Pasaron 15 minutos y la planta se activó, pero los pasillos y salas continuaban sin luz. Solo algunas lámparas se encendieron. La parturienta de 21 años fue atendida y su hijo nació sin mayores complicaciones.
No hay un área de esta clínica popular que no presente deficiencias. El laboratorio cuenta con una sola máquina para estudios de sangre, orina y heces. No hay reactivos. Lavan los utensilios médicos con el jabón líquido que compra la directora, en lugar de los químicos para esterilizar. Aquí nunca han usado antibacterial, por ejemplo.
En emergencia, Vanessa Caraballo (32), con dos meses de embarazo, lleva cuatro días en una camilla esperando por un legrado (operación quirúrgica que consiste en raspar la superficie de ciertos tejidos, especialmente en el útero). Otras personas estaban con síntomas de fiebre y malestar general.
El área de nebulización presenta fallas. Los equipos son viejos y están remendados. Los muebles rotos y con mal olor. Odontología con el mismo problema.
Mientras toda la clínica convulsionaba por la protesta y la Policía Nacional Bolivariana (PNB) intentaba controlar la situación, María Victoria Moreno, regente de farmacia, se topó con José Mata, adjunto de enfermería, y le dio una cachetada por estar protestando. «Ella es una falta de respeto, una sinvergüenza que apoya a la directora (Yleana Alford) y no está de acuerdo con nuestros reclamos, por eso actúa de esa manera. Lo mismo pasa con la de recursos humanos, María Vásquez, son cómplices de la corrupción de Alford», explicó Mata.
Por otro lado, el jefe de Mantenimiento, Nelson Pichardo, se encontraba encerrado en una oficina del piso 2, dónde según relataron unas enfermeras, la directora ocultaba los insumos. Un grupo de 20 empleados le gritaba ladrón y le daban golpes a la puerta para que abriera. Nunca lo hizo, hasta que los mismos trabajadores de la salud, de tanto empujar la puerta, hicieron que ésta se abriera. El hombre estaba escondido entre unas columnas en la platabanda de la clínica, y de ahí lo corrieron a punta de gritos. «Fuera ladrón. ¿Por qué te encierras? ¿Dónde están los insumos?», le preguntaban.
En esa misma oficina había un pequeño depósito con utensilios médicos totalmente nuevos, mientras en las áreas de atención médica están trabajando con las uñas. Pero ya no había más nada, se notaba que habían vaciado ese lugar.
En personal, la clínica solo cuenta con cuatro médicos para siete días de la semana que se reparten las 24 horas. Hay más enfermeras, pero ellas hacen un trabajo sobrehumano, hasta partos sin médicos han tenido que atender. Hace diez años la nómina era de 400 personas, ahora llegan a 100 a duras penas. La mayoría renunció por la crisis del centro de salud.
GUISO MILLONARIO
La Clínica Popular de Catia data del año 2007, cuando Hugo Chávez gobernaba. Yleana Alford fue nombrada directora en el año 2012, pero desde hace diez años no cambian los colchones de las camillas y no compran muebles o enseres para la clínica. Lo que llega es una migaja de insumos para una deficiente atención.
«Así estamos desde hace cinco años, pero ahora es peor. La directora lo que ha hecho es robarse el dinero y los pocos insumos. Hemos visto cómo sacan insumos y los guardan en su camioneta. Tenemos facturas y pruebas de esto», comenta de forma enfurecida parte del personal médico y de enfermería, quienes decidieron enfrentar las consecuencias de denunciar públicamente esta situación.
En septiembre del año pasado denunciaron a Yleana Alford en el Ministerio de Salud y en el Instituto Venezolano de los Seguros Sociales (IVSS). Antonieta Hurtado, directora general de Salud del Seguro Social, les indicó a los trabajadores del hospital que debían quedarse tranquilos porque podían sufrir las consecuencias.
Alford controla desde la compra de un equipo médico costoso, hasta un coleto, que tampoco tienen. El 90 por ciento del personal protesta por todas estas razones. Ya no les importa si los botan porque para ellos «es más importante la vida humana» y la responsabilidad que tienen en sus manos con cada paciente. «No podemos esperar que se nos muera una persona aquí, ya basta de tanta corrupción y miseria», señalaron los trabajadores.
A través de Inversiones Jaranz y Mercantil Puma J-085021850, empresas pertenecientes al esposo de Alford, y bajo la mirada del Seguro Social, se han realizado compras millonarias de insumos médicos supuestamente para la Clínica Popular de Catia. Sin embargo, estas compañías, legalmente no comercializan equipos médicos, ni medicinas.
El objeto social de Mercantil Puma por ejemplo es venta de lubricantes y enseres para vehículos. Inversiones Jaranz está registrada con dirección en Los Teques, donde reside la propia directora de la clínica. El nombre de esta segunda empresa es la combinación de los nombres de sus dos hijos.
Lolimar Millán, jefe del departamento de Rendición de Cuentas del Seguro Social, estaba al tanto desde 2014 de las irregularidades en el presupuesto y advirtió a través de correos a la directora para que se corrigieran las fallas.
En febrero de este 2016 más de 1,4 millones de bolívares se le pagaron a la compañía Jaranz, C.A por una sola factura de 20 que se emitieron en ese mes. 100% de los expedientes no presentaron nota de entrega, 16% de las facturas no detallaron la orden de compra, 28% de las órdenes de compra presentaron fechas que no coinciden con la descrita en la requisición interna, 35% de los presupuestos está fuera del rango de la orden de compra.
Este cúmulo de pruebas y testimonios que revelan la existencia de diversos actos de corrupción en el centro de salud, más el extremo grado de evidente abandono que presenta, son unas de las razones que han exacerbado los ánimos del personal y originado recurrentes jornadas de protestas como las vividas este 20 de mayo.
Fotos: Mildred Manrique