Cineasta venezolano compite en San Sebastián con una historia familiar y social
Crónica EFE
El venezolano Gustavo Rondón Córdova compite en la sección Horizontes Latinos del Festival de San Sebastián con su ópera prima, «La familia», una película en la que indaga en los vínculos familiares en medio de la pobreza de Caracas, una historia que es menos local de lo que él creía.
«Como realizador me satisface mucho que la película se esté comunicando tan bien. Es una historia muy pequeña, muy íntima, y yo sentía que iba a ser un poco local, pero resulta que esta historia tan pequeña está teniendo eco en un público muy variado», resaltó hoy Rondón en declaraciones a Efe.
Antes de llegar a San Sebastián, el filme ha pasado por la Semana de la Crítica de Cannes, el Festival de Jerusalén, el CPH de Copenhague o el de Lima, y en todos ellos ha tenido muy buena acogida.
«Todo empezó en Cine en Construcción en San Sebastián el año pasado», donde consiguió el impulso para finalizar una película que se centra en el personaje de Pedro, un chico de doce años que pasa sus días en las calles de un barrio pobre de Caracas mientras su padre trabaja en lo que puede para sacarlo adelante.
La relación entre ambos es prácticamente inexistente. Pero Pedro, en defensa propia, hiere gravemente a otro niño y el padre decide huir con su hijo para evitar represalias, una situación que les da una nueva oportunidad para conocerse.
«La ciudad es un personaje importante en la película, pero lo que quería era narrar una historia familiar, de vínculos muy quebrados sin ninguna razón clara, y para ello tuve que quitar el mundo externo», precisa Rondón.
También tuvo muy clara desde el inicio la figura del padre soltero, algo que se cree que en Latinoamérica casi no existe, pero no es así.
Giovanni García interpreta a Andrés, el padre, pero, para el papel del hijo, el director quería a un niño sin experiencia y realizó un extenso casting en el que llegó a ver a 500 jóvenes hasta que dio con Reggie Reyes, que ni siquiera se había planteado nunca ser actor hasta que fue elegido para el papel.
Apenas hubo preparación con los actores porque el director quería que en la pantalla se viera la inexistente comunicación entre ellos. Y además al niño ni siquiera le dio un guión, sino que le explicaba cada secuencia y le dejaba que interpretara en función de la memoria construida de su personaje durante un rodaje que realizó en orden cronológico.
Desde las primeras secuencias, que muestran la dureza de la vida en la calle de los niños, hasta el recorrido que hace con su padre, tanto físico como emocional.
Porque aunque la película se centre en esa relación, también muestra la omnipresente violencia entre los niños de clases bajas en Venezuela, una situación extrapolable a casi toda América Latina.
«Trato de hablar y de exponer mi mirada sobre esa violencia que transita la sociedad y el país y cómo las relaciones sociales son atravesadas por esa violencia», explica.
Y esa mirada la vuelca en una película que ha tardado cuatro años en finalizar y que es una coproducción de Venezuela, Chile y Noruega porque querían que tuviera una dimensión internacional.
Pero reconoce que ahora la brutal inflación ha afectado mucho al Fondo de Promoción del Cine, por lo que no hay forma de realizar películas en Venezuela si no es a través de coproducciones. Ya no es una elección, es una obligación, lamenta. EFE
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