CINE | Lo que significa la escena poscréditos de ‘Piratas del Caribe 5’
Con información de Hipertextual
Algunos solemos quedarnos hasta el final de los créditos de las películas en la butaca del cine, dándole al coco sobre lo que acabamos de ver con el último tema de la banda sonora de fondo y, tal vez, para averiguar en el momento algún dato sobre el equipo del filme en cuestión o sobre su música. Sin embargo, de un tiempo a esta parte, también permanecemos en el sitio si se trata de la entrega de cualquier saga por si nos han reservado una escena tras los créditos, algo muy habitual en las producciones de Marvel Studios sobre todo.
En la saga de Piratas del Caribe es ya costumbre, y en su quinta película, La venganza de Salazar (Joachim Rønning y Espen Sandberg, 2017), nos han dejado algo cuyas implicaciones merece la pena que comentemos aquí.
Héctor Barbossa (Geoffrey Rush) lo desea por su parte para escapar de las garras del mismo, que se había propuesto exterminar a todos los piratas como él, siendo que ahora dispone de una auténtica flota y le va de fábula en sus rapiñas. El teniente Scarfield (David Wenham) quiere usarlo para que la Marina Británica domine de veras los mares sin oposición ninguna.
Carina Smyth (Kaya Scodelario) es una estudiosa y ansía el conocimiento que le puede proporcionar la búsqueda del tridente, que también lleva a cabo por razones sentimentales respecto a su progenitor, quien le dejó el diario de Galileo para encontrarlo. Y Henry Turner (Brenton Thwaites), hijo de Will (Orlando Bloom) y Elizabeth Swann (Keira Knightley), no pretende otra cosa que liberar a su padre de su puesto de capitán en el Holandés Errante, y este es propósito más importante para la saga en esta película.
Quizá lo más interesante y llamativo que tiene el guion de esta entrega es la forma en que Terry Rossio y Jeff Nathanson se las han arreglado matar dos pájaros de un tiro, resolviendo el embrollo del inclemente capitán Armando Salazar (Javier Bardem) con el pícaro Jack Sparrow (Johnny Depp) y, de rebote, otras circunstancias peliagudas de filmes previos, llevando además a la saga hacia delante.
Como en ocasiones anteriores, hay un objeto que codician diferentes personajes por motivos distintos: el Tridente de Poseidón, que controla los mares y que le serviría a Sparrow para escurrirse de la venganza de Salazar, la cual caería sobre él si pusiese un pie en un barco, ya que el fantasmagórico e implacable capitán español no puede ponerlo en tierra; y esto después de que Sparrow traicionase a su brújula y esta liberara a su mayor temor, que estaba recluido en el Triángulo del Diablo.
Recordemos lo que nos contaron en El cofre del hombre muerto y En el fin el mundo (Gore Verbinski, 2006, 2007), que Calypso (Naomi Harris), la diosa de los siete mares, le había encomendado a su enamorado, Davy Jones (Bill Nighy), que navegara y recogiese las almas de los fallecidos en el mar para llevarlos al Más Allá a bordo del Holandés, del que únicamente podía descender a tierra cada diez años. Pero Calypso faltó a su cita con Jones tras la primera década, este se enfureció, puso fin a su trato con la diosa y se dedicó a arremeter contra todo velero se cruzara en su camino para reclutar a cualquier superviviente en su tripulación si no quería morir de inmediato. Por ello, Calypso maldijo a los tripulantes del Holandés a una eternidad de malformación híbrida entre seres humanos y criaturas de los mares. Esa es la razón de que Jones, por ejemplo, luzca una cara de pulpo.
Así que, cuando destruye el Tridente en la bíblica lucha final de la quinta entrega, la maldición que padecieran Salazar y su tropa por haber muerto en el Triángulo del Diablo años atrás, cortesía de Sparrow, desaparece y reviven y vuelven a ser mortales, por lo que es posible aniquilarlos. Lo cual nos trae a la memoria la condena sobrenatural que pesaba sobre Barbossa y su tripulación en el primer filme, La maldición de la Perla Negra (Verbinski, 2003), por haber robado unos medallones de oro aztecas embrujados a causa de la avaricia traicionera de Hernán Cortés, de la que sólo se liberarían derramando sobre ellos la sangre del único en contra de ello, Bill “el Botas” Turner (Stellan Skarsgard), padre de Will, abuelo de Henry, supuesto difunto y, en verdad, componente de la tripulación del Holandés con Jones según se supo en El cofre del hombre muerto.
Para ser invulnerable, insensible y despiadado, guardó su corazón en un cofre y lo escondió, de modo que fuera imposible acabar con él sin encontrarlo primero. Y durante los últimos compases de la épica batalla marítima de En el fin el mundo, Jones consiguió herir de muerte a Will, por lo que Sparrow no tuvo más remedio que ayudarle a que apuñalara el corazón de Jones, con el que previamente se habían hecho, para que sobreviviera como nuevo capitán del Holandés, donde debía cumplir la tarea que le encomendase Calypso a Jones o la maldición caería igualmente sobre él, sin poder apearse de su navío sino cada diez años para estar con Elizabeth y Henry hasta la caída del sol. Y esta esclavitud es con la que quiere terminar su intrépido hijo, tal como nos expone la secuencia de apertura.
El caso es que la rotura del Tridente también libera a Will de su puesto y cometido en el Holandés, y se reúne en tierra firme con Elizabeth y con Henry. Y en la escena poscréditos, se ve a una alarmante sombra tentacular cerniéndose sobre el lecho nocturno de la pareja. Will se yergue de pronto, alarmado, pero no ve a nadie alrededor salvo a una Elizabeth durmiente, y toma lo ocurrido por una pesadilla, sin percatarse de los húmedos despojos marinos que algo ha dejado en el suelo, junto a la cama. Todo ello significa que destruir el Tridente también ha ocasionado la liberación del pérfido Davy Jones, el cual tal vez quiera cobrarse su venganza contra Will, Sparrow y compañía en una posible sexta entrega de Piratas del Caribe.