Cinco rutas de vino que quizás no conocías
Agencia.- Estas son rutas de posiblemente no conocías donde dan buenos vinos.
1. Nueva Zelanda
Es lejos, sí, pero el viaje definitivamente merece la pena: Nueva Zelanda es una de las regiones vitivinícolas más jóvenes, pero también emergentes. Sus bodegas están distribuidas por las dos islas (Norte y Sur) que forman el país y la principal región productora es Marlborough (cerca de la capital, Wellington).
También se pueden aprovechar los alrededores de Auckland, principal ciudad y aeropuerto internacional. Ahí, el programa es cruzar en ferry público a Waiheke, isla vecina que hoy es un mini Napa Valley, con bodegas boutique de Cabernet Sauvignon, Merlot y Cabernet Franc, cálidas hosterías y productores de aceite de oliva.
2. Valle de Guadalupe (Baja California, México)
Luego de un viaje en auto de dos horas hacia el sur de San Diego, comienza a aparecer el cálido paisaje del Valle de Guadalupe: la región mexicana que canaliza las mismas brisas del océano que benefician a las viñas de California, desde Santa Bárbara a Sonoma.
El vino en esta zona fue introducido por los primeros jesuitas que llegaron a convertir a los locales, pero en el último tiempo experimentó un auge gracias a la apertura de nuevas bodegas y a la renovación de otras más tradicionales.
Compartiendo el valle con ranchos y pueblos tranquilos, esta ruta incluye unas 50 casas vitivinícolas, como las recién llegadas Vena Cava y Paralelo. La especialidad: tintos como el Cabernet Sauvignon.
3. Ciudad del Cabo (Sudáfrica)
Johannesburgo, capital sudafricana, es agitada y poco turística. Cape Town, segunda ciudad más poblada, es mucho más amable con propios y extraños. Cosmopolita, próspera y moderna, de clima ideal y al pie de la espectacular Table Mountain, Ciudad del Cabo concentra la mejor oferta gastronómica en Sudáfrica y, a las afueras, se encuentran algunas bodegas por las que el vino sudafricano ganó prestigio.
Lo habitual es tomar un wine tour de un día para internarse por viñedos y sierras bajo el sol franco de los Cape Winelands. No es una ruta del vino sino varias: Stellenbosch, Franschhoek, Wellington y Paarl, con sus bodegas y pequeñas villas de raíz holandesa, del siglo XVII, pero con muy preparada infraestructura turística.
Está también el circuito de Constantia Valley, con la joya de la corona: Groot Constantia, la bodega más antigua, con dos restaurantes y museo en un edificio de 1685, monumento nacional.
4. Península de Mornington (Australia)
Hunter Valley, en Sydney, recibe más visitantes y Yarra Valley, en Melbourne, tiene más renombre; pero la península de Mornington, a una hora en auto al sur de Melbourne, es una verdadera perla para descubrir. Allí se combinan la riqueza enológica con la culinaria y la natural.
En el territorio con forma de bota, no solo se puede ir a vacacionar en la playa: las zonas altas, alejadas de la costa, se benefician con la brisa oceánica y permiten plantar variedades de clima fresco, como Pinot Noir y Chardonnay.
Hay alrededor de 75 viñedos, junto a restaurantes y productores de alimentos que forman el denominado “Wine Food Farmgate Trail”, un mapa eno-gastronómico que vale la pena recorrer.
5. Lavaux (Suiza)
En Burdeos, la famosa región vinícola francesa, no faltan los impresionantes castillos y las antiguas familias. Pero si se prefiere un paisaje con esas mismas características que esté menos atestado de turistas, hay que virar la dirección hacia la Riviera Suiza y la zona de Lavaux, un enclave protegido por la UNESCO.
Con poco más de 800 hectáreas plantadas (realmente, un destino boutique) en un entorno poblado de construcciones medievales, la ruta de viñedos da a las orillas del lago Lemán y ofrece ejemplares elaborados con uva Chasselas, una cepa típica suiza.
En Vinorama, un centro dedicado a la cata de vinos, se pueden conocer casi todas las etiquetas de las bodegas locales.