Cinco animales que brillan en la oscuridad
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Los animales que vivimos de día y en lugares donde la luz del sol llega sin obstáculos raras veces nos percatamos, pero entre los animales nocturnos, o entre los que viven en lugares oscuros, se da un fenómeno con una frecuencia relativamente inusual que no deja de sorprendernos. En biología es denominado bioluminiscencia, la capacidad que tienen algunos organismos de emitir luz con su propio cuerpo, reseña el portal Muy Interesante.
Aquí te mostramos cinco de estos maravillosos animales.
Las luciérnagas, candiles en el bosque
Entre las luciérnagas, solo las hembras, ápteras —sin alas—, son capaces de brillar, y lo hacen por la región final del abdomen. Los machos, alados, revolotean en la noche buscando esos diminutos puntos de luz que iluminan el bosque, como estrellas que muestran a los marineros el camino a casa.
Pero aunque sean capaces de emitir luz, el nombre de ‘candil’ no les hace justicia. Un candil quema un combustible, generalmente un aceite u otro tipo de grasa que impregna una mecha de algodón, y su llama es la que alumbra en la oscuridad, como una diminuta antorcha. Sin embargo, el proceso químico que permite brillar a las luciérnagas es distinto.
En un candil, la luz y el calor es emitido por la combustión del aceite, que es una reacción de oxidación. Las luciérnagas también aprovechan, como ya se ha expuesto, la oxidación para cumplir con su función más famosa, pero en lugar de hacerlo por combustión, emplean su propio metabolismo, con una muy baja emisión de calor.
Peces de las profundidades
En las zonas abisales del mar, en el oscuro abismo donde el sol no llega, algunos peces utilizan la luz que emiten como forma de comunicación, reclamo, amenaza, o como cebo para atraer a sus presas.
Algunos no emiten luz por sí mismos, sino que contienen unos órganos bajo su piel en los que mantienen colonias de bacterias luminosas en simbiosis. Aunque, muchos otros, como los peces sapo del género Porichthys sí tienen un mecanismo propio de emisión de luz.
Entre estos peces luminosos están los peces víbora, los peces dragón, los peces demonio, y muchos otros animales de no menos aterradores nombres, que hacen honor a su nomenclatura con su aspecto espeluznante.
Medusas con luz propia
Los peces no son los únicos habitantes del mar capaces de emitir luz. Ciertas especies de medusa tienen una bioluminiscencia muy particular; emiten fogonazos de luz intermitentes que proceden de unas células especializadas localizadas en el endodermo —el tejido interno de la medusa—. Gracias a que su cuerpo es prácticamente transparente, actúa como difusor, y esa luz es visible desde el exterior, destacando los puntos brillantes, y dibujando en la oscuridad el cuerpo entero de la medusa.
De forma más específica, las fuentes de iluminación a menudo se encuentran en la base de los tentáculos y a lo largo del borde interior de la umbela. Se asume que la función de bioluminiscencia en medusas tiene una función de defensa y disuasión de posibles depredadores.
Una particularidad sorprendente de las medusas es la capacidad de emitir luz sin la necesidad de oxígeno. Al tratarse la reacción de la luciferina de una oxidación, este hecho supone una proeza evolutiva fascinante. La reacción de la luciferina de las medusas —que recibe el nombre de coelenteracina— está mediada por iones de calcio. Los animales, en presencia de oxígeno, acumulan una versión peroxidada y estable del reactivo —peroxicoelenteracina—, y solo necesitan entonces el calcio para emitir la luz, aun sin que haya oxígeno en el medio.
El calamar vampiro
Entre los cefalópodos también hay casos de bioluminiscencia, quizá el más fascinante sea el calamar vampiro (Vampyroteuthis infernalis). A pesar de su nombre, este cefalópodo, que no es ni pulpo ni calamar, tiene notables diferencias con estos. Los órganos luminiscentes del calamar vampiro están situados bajo la piel, llamados fotóforos, se localizan en su mayoría al final de los brazos. La piel tiene una serie de células en forma de lente, transparentes, que se extienden o se comprimen gracias a músculos de la piel, abriendo o cerrando el paso de la luz.
Por un lado, este animal puede utilizar la luz como cebo para atraer a sus presas. Sin embargo, quizá lo más sorprendente del calamar vampiro es su sistema de defensa. En lugar de tinta, emite una sustancia mucosa y adhesiva, cargada de partículas bioluminiscentes.
Ctenóforos, luces y arcoiris
Casi la mitad de las especies de ctenóforos son bioluminiscentes. Además de emitir luz propia mediante reacciones de bioluminiscencia, en sus ocho hileras de cilios locomotores parecen proyectar los colores del arcoíris.
Aunque muchos afirman que esas hileras de colores cambiantes son producto también de la bioluminiscencia, son embargo, no se trata de un fenómeno de emisión de luz, sino de la difracción. El mismo tipo de difracción que descubrió Newton al hacer pasar un haz de luz blanca por un prisma. En efecto, esos cilios difractan la luz blanca que el ctenóforo recibe del ambiente, cambiando su coloración en función de la orientación de los cilios —y cambia también según desde dónde se le mire—.
La bioluminiscencia de los ctenóforos es tenue, de un tono azul o verdoso, y solo es visible cuando se encuentra en una gran oscuridad.
Fuente: Muy Interesante.