Cientos de ugandeses de una secta huyen a Etiopía
EFE
Cientos de miembros de una secta religiosa en Uganda han huido a Etiopía en las últimas semanas por temor al fin del mundo, según confirmaron autoridades etíopes citadas hoy por medios ugandeses.
«Cientos de ugandeses han entrado en Etiopía a través del sur de Etiopía, afirmando que se acerca el fin del mundo y que Etiopía es el único lugar seguro», declaró este jueves a los periodistas Meles Alem, portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores etíope.
Según Meles, citado por el diario Daily Monitor, los ciudadanos ugandeses residen actualmente en la localidad de Yangatom, en la Región de Naciones, Nacionalidades y Pueblos del Sur de Etiopía, que limita con la vecina Kenia.
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Todavía no está claro si los miembros de la secta cruzaron a Etiopía a través de las fronteras de Kenia o Sudán del Sur.
Los ugandeses, que pertenecen a la llamada Iglesia de los Discípulos de Cristo (CDC, en sus siglas en inglés), comenzaron a huir a Etiopía el mes pasado.
A principios de marzo, la Policía de Uganda confirmó que había abierto una investigación sobre la secta, con sede en la aldea de Obululum, en el distrito de Serere (este).
«Comenzamos las investigaciones después de recibir información de que las personas estaban siendo traficadas a Etiopía desde febrero y continúan hasta hoy», dijo el portavoz policial de esa zona, Oscar Ogeca, el pasado día 5.
«El liderazgo de la iglesia supuestamente convenció a sus miembros de que Dios tenía un plan para ellos de ir y difundir el evangelio en Etiopía, una idea que muchos parecen haber aceptado», agregó Ogeca.
Antes de huir a Etiopía, los miembros vendieron sus propiedades, como ganado, tierras y artículos domésticos, con el fin de recaudar dinero para el viaje.
En Uganda operan varias sectas y cultos religiosos que en el pasado han protagonizado trágicos sucesos.
El 17 de marzo de 2000, el Movimiento para la Restauración de los Diez Mandamientos de Dios, una secta dirigida por Joseph Kibwetere, planeó un incendio en el que murieron más de setecientas personas.
Kibwetere convenció a sus seguidores para que vendieran todas sus propiedades, alegando que el mundo pronto llegaría a su fin.
Los fieles el dieron el dinero antes de ser encerrados, sin escapatoria, en una iglesia a la que prendió fuego.
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