CASO VENEZUELA | EEUU juega su mejor carta pero logra un triunfo parcial en la OEA
Efe Analisis
Estados Unidos jugó sus mejores cartas en la Organización de Estados Americanos (OEA) con una campaña de presión al Caribe encabezada por el vicepresidente, Mike Pence, pero no fue capaz de suspender del organismo a Venezuela, un país que demostró su creciente aislamiento internacional.
Fuentes diplomáticas describieron como una «partida de póker» el proceso que culminó anoche con una resolución que abre la puerta a la suspensión como Estado miembro de Venezuela, la mayor sanción de la que dispone el organismo y que, en sus 70 años de historia, solo ha aplicado a dos países: Cuba y Honduras.
«Estados Unidos tenía las mejores cartas, trajo a su vicepresidente y a su secretario de Estado, Mike Pompeo, pero uno no sabía si todo era un farol», resumió una de esas fuentes.
El objetivo de EE.UU. era suspender a Venezuela de la OEA, un proceso que no es automático: era necesario aprobar la resolución, reunir al Consejo Permanente y luego convocar una Asamblea General extraordinaria con los cancilleres de las Américas para lograr el respaldo de 24 países, es decir, dos tercios de los 35 miembros del organismo.
Sin embargo, los 24 votos eran muy difíciles de conseguir debido al tradicional respaldo del Caribe a Venezuela, que durante años les prestó dinero y les permitió acceder a petróleo subvencionado.
Para aprobar la resolución eran necesarios 18 votos y sus impulsores (los 14 países del Grupo de Lima y EE.UU.) lograron 19, aunque hubo once abstenciones y cuatro Estados votaron en contra.
«Sí, había los votos para pasar la resolución, pero no los votos para aprobar la suspensión y eso, desde mi punto de vista, es una derrota para Estados Unidos y su política exterior. Uno no juega a su vicepresidente y canciller para lograr una suspensión y, luego, no conseguir nada en ese sentido», dijo una fuente diplomática.
Estados Unidos usó todo su capital político para la Asamblea General de la OEA, empezando por el combativo discurso que pronunció Pence el 7 de mayo, la primera intervención de un vicepresidente estadounidense ante el organismo desde que lo hiciera el demócrata Al Gore (1993-2001) en 1994.
Luego, el lunes, el primer día de la Asamblea General, Pompeo se dirigió a los cancilleres del resto de países de las Américas para pedirles la suspensión de Venezuela y, esa misma tarde, Pence reiteró el mensaje durante una recepción en la Casa Blanca a la que asistieron representantes de 22 naciones.
En plena campaña por la suspensión, Pence llegó a telefonear al presidente de Ecuador, Lenín Moreno, cuyo país se abstuvo al votar la resolución, lo que siguió siendo insuficiente para EE.UU. pero mostró el deterioro de la relación entre Quito y Caracas tras la salida de la presidencia de Rafael Correa (2007-2017).
Fuentes diplomáticas y analistas internacionales coinciden en que las técnicas de negociación del presidente Donald Trump y su actitud «impulsiva» no funcionaron en la OEA.
«Creo que esto prueba que han fracasado los intentos de Estados Unidos de amenazar a los países para que se pongan de su lado o ‘de lado de los otros'», explicó a Efe Geoff Ramsey, subdirector para Venezuela de la Oficina en Washington para Asuntos Latinoamericanos (WOLA, en inglés).
«Los países -continuó- responden cuando se les trata en igualdad de condiciones y cuando se les ofrecen soluciones a sus intereses y necesidades. La diplomacia básica, no las amenazas, es el camino para que Estados Unidos y otros países de la región consigan apoyo para sus esfuerzos».
Sin embargo, Estados Unidos, un socio del que muchos como México desconfían, consiguió una victoria «simbólica» sobre Venezuela al aprobar una resolución que declara ilegítima la reelección de Nicolás Maduro como presidente en las elecciones del 20 de mayo, lo que podría llevar a cambios en las relaciones diplomáticas.
Para Michael Shifter, director del centro de análisis político Diálogo Interamericano, la resolución es «un revés» para Maduro y evidencia su creciente aislamiento, aunque no deja de ser un «paso simbólico» que tendrá «pocas consecuencias reales» y difícilmente mejorará la vida del pueblo venezolano.
Venezuela, de hecho, ya pidió dejar la OEA el 28 de abril de 2017, una salida que por cuestiones procedimentales no será efectiva hasta dos años después, en 2019.
En la práctica, la resolución sobre Venezuela sirve para establecer el criterio de legalidad y legitimidad del continente americano con respecto al Gobierno de Maduro y abre la puerta a una estrategia regional para la imposición de sanciones económicas y políticas, por ejemplo, con la restricción de visados.
No obstante, según los expertos, al final la adopción de sanciones dependerá del devenir interno de los países y no será una consecuencia directa de la resolución de la OEA. EFE