Carolina de Mónaco y Carlota Casiraghi conceden una entrevista personal
ABC
Carolina de Hannover (63 años) y su hija Carlota Casiraghi (34) han concedido el pasado sábado una entrevista al suplemento «Madame Figaró». La primera entrevista que madre e hija realizan conjuntamente, en la que han hablando sobre numerosos temas como la educación, el feminismo y su relación familiar.
“Cuando veo películas de mi abuela, veo en ella tu gracia, tu exigencia, tu disciplina y también tu misterio…», dijo la joven en relación a su abuela, la actriz estadounidense Grace Kelly y posteriormente princesa de Mónaco. «No me parezco a ella en absoluto. Físicamente me parezco a mi abuela paterna. Era una mujer muy libre y original. Totalmente inclasificable”, añadió su madre.
También hablaron sobre libros y la filosofía. «Mi gusto por los libros, siempre los he amado, incluso antes de saber leer», indicó Carlota cuyo libro preferido es «Rojo y negro» del escritor francés Stendhal. «A mí me pasó lo mismo, cuando era niña quería leer libros para adultos. Creo que es algo que les pasa a las chicas. Cogía libros de la biblioteca de mis padres sin entender nada desde la primera a la última línea», puntualizó la hija mayor de Rainiero y Grace Kelly.
Aunque su gusto por la cultura viene de otra parte: «Mis padres no eran ávidos lectores a diferencia de mis abuelos. Se lo debo a los maravillosos maestros que tuve de niña y a la universidad». Y recordó cómo fue su educación: «Era un poco vestigio del siglo XIX. No veíamos mucho a nuestros padres, tenía una niñera inglesa y un ama de llaves francesa. Estudié en el internado femenino Saint-Mur, me encantaba la escuela y era buena estudiante. La educación de mis hijos no tiene nada que ver con la que yo recibí. Nosotros no fuimos mimados por preceptores a domicilio. Muy pronto asistimos a escuelas públicas en el campo y es muy educativo enfrentarse a la diversidad humana y social», dijo.
La educación de su hija en Saint-Remy fue bastante diferente. «Tuvimos mucha libertad, lo que no significa que no estuvieran pendientes de nosotros. Se nos permitió disfrutar de una soledad muy beneficiosa y esto sirvió para construir una imaginación portentosa», dijo la joven.
«Les decía a mis hijos que podía mostrarles la puerta, enseñarles a hacer llaves, pero solo ellos encontrarían la manera de abrirla. Paradójicamente, la imagen caricaturesca y exótica -palacio, casino y balnearios- se convierte en ocasiones en uno de sus principales atributos: aquí los artistas y los filósofos bajan la guardia, lo que permite mantener intercambios más libres e interesantes. Volviendo a las raíces, son muy ligures y en el espíritu y la tradición hay algo muy genovés, muy italiano», añadió Carolina. «Todavía recuerdo a mi madre diciéndome de buena fe: ‘No necesitas ir a la escuela’.
Y un profesor universitario me dijo con una crueldad inaudita: ‘Estás ocupando el lugar de un estudiante que se lo merezca’. Pero siempre quise superar los obstáculos. Siempre sentí que competía con los chicos: quería hacerlo mejor que ellos, en el colegio o en el rendimiento deportivo. No tenía por qué ser algo glorioso, pero esto de ser competitiva me ha perseguido muchos años», porque para ella «querer ser mujer y expresar tu singularidad es una lucha. Con el pretexto de que se han emancipado, que se les permite tener una carrera, hijos, sin dejar de ser deseables, en la actualidad vemos menos la parte de sacrificio del hecho de ser mujer».