Caravana de migrantes esperan recibir asilo en México
EFE
Casi cuatro meses después de su entrada ilegal a México, decenas de migrantes de las primeras caravanas centroamericanas todavía esperan regularizar su situación con una visa humanitaria.
Nada más entrar a territorio mexicano, estos migrantes se adhirieron al plan «Estás en tu casa» ofrecido por el entonces presidente, Enrique Peña Nieto.
Pero siguen esperando una respuesta porque el proceso es lento y la espera les obliga a mantenerse lejos del ojo público la mayor parte del tiempo.
Desde que salieron de El Salvador han permanecido temerosos de ser deportados, sin embargo esto no ha detenido a la familia de Elena Peña quien aún extraña la tierra que la vio crecer, donde la paz se fugó de la noche a la mañana.
«Extraño mi tierra, cruzamos por el río y es triste dejar su tierra, es duro dejar a su familia por allá», señala este jueves Elena a Efe mientras suspira y contiene su llanto.
A las puertas de entrada de la Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados (COMAR), Elena toma valor y expresa que su salida de su pueblo y de país se debió a que un día la asaltaron y amenazaron de muerte a ella y a su familia.
«Dejé mi casa, todo se llevaron los muchachos, unos muchachos que están molestando por allá, matando gente ya lo amenazan a uno y es mejor irse para otro lado», denuncia.
Elena espera ser atendida en su primera cita en la COMAR donde se supone que le indicarán cuáles son los trámites para verse beneficiada con una visa humanitaria.
«Sé que es tardado, toda esta gente que espera, esta vía es más larga sin embargo vamos a realizar todos los trámites (…) me gusta Chiapas, aquí me quedo, mi familia tiene trabajo de chalanes (ayudantes), pero tenemos paz tranquilidad», expresa.
Elena afirma sentirse agradecida con Dios porque ella y su familia están bien y ahora espera recibir ayuda para hacer los trámites ante las oficinas mexicanas de migración, después de superar el temor.
Admite que todos estos meses que ha permanecido en Chiapas no se ha acercado a migración por el temor a ser deportada. Sin embargo, señala que ha visto mucha movilidad entre sus paisanos y eso le da confianza para tocar la puerta.
«Se siente feo porque lo discriminan a uno bastante ya que lo tratan a uno de ratero; con desconfianza, uno se siente mal, Dios lo apoya a uno también, uno está agarrado de las manos de Dios, hay que echarle ganas para delante», afirma.
Susana Elizabeth Pineda, nuera de Elena, señala que no es fácil encontrar un empleo digno y denuncia que sienten discriminados al solicitar trabajo.
«Los empleadores le dan preferencia a los mexicanos y a los guatemaltecos argumentando que los salvadoreños, hondureños, nicaragüense somos personas conflictivas y que no se adaptan con los mexicanos», lamenta.
Susana indica que cuando se acercan a buscar empleo se encuentran con negativas de parte de las empresas.
«Perdimos nuestro trabajo y cuando encontrábamos nos decían que no, que teníamos que ser mexicana. Muchas veces me dijeron eso y me resigne a quedarme en la casa, deprimida, y luego salimos hacer la lucha», manifiesta.
Para muchos migrantes las nuevas políticas mexicanas son una esperanza para no ser extorsionados, ejecutados por bandas delictivas o perseguidos por las autoridades que muchas veces comenten abusos contra los que no saben de las políticas migratorias.
«Estamos cansados que nos vean como rateros, que nos vean con desconfianza», puntualiza Elena.
Desde los últimos meses de 2018, han entrado a México unos 11.500 migrantes centroamericanos, principalmente de los países de Guatemala, El Salvador y de Honduras, y en estos días más de 10.000 han solicitado ingresar de manera regular a través de una tarjeta de visitante por razones humanitarias.