El señor Torres, de origen warao, habitante de la comunidad indígena Dijarukabanoco, ubicada en el municipio Antonio Díaz, a 4 horas de navegación aproximadamente de Tucupita, quiere conocer el paradero de su hija. Para venir a la capital deltana a intentar obtener información, debió “jalar” canalete cinco días.

Con dificultades para hacerse entender en lengua española, contó fluidamente en warao su drama. “Espero que esté bien”, dijo.

Hace poco corrió el rumor de que trabajaba en una casa de familia en la localidad de Upata, Bolívar, pero no sabe si es cierta esa versión. Tampoco tiene contacto alguno con terceras personas que puedan conocerla o el número de teléfono de aquellos para quienes supuestamente trabaja, ni siquiera el nombre de la mujer que la contrató para llevársela.

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