Boticaria García: Tu cerebro tiene hambre - 800Noticias
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EFE/FotoReferencial

En una entrevista con EFEsalud, Boticaria García, una de las divulgadoras más conocidas y televisivas, también doctora en Farmacia, desgrana las claves de su último libro «Tu cerebro tiene hambre» (editorial Planeta) en el que de una forma divertida, detallada, con lenguaje cercano y muchos ejemplos ofrece esas «estrategias prácticas», para conseguir reducir de peso «haciendo algo diferente a los que nos han contado toda la vida».

No es fuerza de voluntad

«Nos han contado que para perder grasa lo que tienes que hacer es tener fuerza de voluntad. Realmente la fuerza de voluntad no tiene nada que hacer, es un David frente a Goliat frente a muchas cosas en nuestro cuerpo», asegura la divulgadora.

Por eso, con este libro quiere rescatar «el espíritu de ‘Érase una vez la vida'», la serie de dibujos animados emitida por primera vez en la década de los 80, para que entendamos cómo funciona el cuerpo humano, «nuestras chichas» y el papel, entre otros, del adipocito -células grasas- para tratar de ganar en salud.

El adipocito, el protagonista

El adipocito, abunda la autora, es el protagonista a la hora de perder peso.

«Tenemos que verlo como el patito feo de nuestro cuerpo al que le hacemos bullying, es decir, es una célula que nadie la quiere, todo el mundo quiere hablar de la neurona, que es la célula lista, pero no del adipocito», explica Boticaria García.

Y ese adipocito, como nadie le quiere, está triste porque, además le estamos dando un montón de energía que no necesita, «lo tenemos petado».

«¿Qué le pasa al adipocito? que no solo es un almacén de grasa, sino un centro logístico, es como una central de Amazon que está mandando mensajes, está mandando mensajes constantemente, que son unas hormonas y si lo maltratamos, no las va a enviar bien», añade.

Esas hormonas son las del hambre y la saciedad para que no comamos más, «pero si lo maltratamos no las va a enviar y si no las envía, no nos saciamos y si no nos saciamos, comemos más. Y es la pescadilla que se muerde la cola».

El miocito, célula del tejido muscular, también manda señales al adipocito. De ahí, señala García, la importancia del eje «intestino-músculo-cerebro».

«La idea es en el libro poder entender todo esto y una vez que lo entendemos y las señales que nos llegan, digamos si no soy yo, si es mi cerebro, es el adipocito que está ahora enfadado, mandando señales que no tocan», indica la autora.

Más estrategias

Y ofrece estrategias para la mente, para controlar «el hambre emocional» pero también para nuestras «tripas» o para que hagamos ejercicio físico y éste «no sea una penitencia». Porque se trata de ganar músculo y perder grasa.

«Tenemos que empezar a entender cómo funciona nuestro músculo Y cómo genera unos compuestos que son como una píldora natural para prevenir muchas enfermedades metabólicas, incluso esa polipíldora natural sirve para generar neuronas. Podríamos decir incluso que para hacernos casi más listos», subraya García.

Luego hay otras partes que no hay que olvidar, que son los genes y el entorno a la hora de perder peso.

Por eso, asegura, no hay «ningú método infalible ni universal» para perder grasa.

Huye de las dietas milagro y de los gurús

«Todo lo que nos cuentan en las redes sociales, en Instagram, en Tiktok de «el método para perder grasa»…Olvídalo, no va a funcionar. El 90 por ciento de las personas que empiezan esas dietas en 6 o 9 meses han recuperado su peso con un efecto yoyo», sentencia.

La divulgadora sostiene que no hay milagros, y que hay dietas «que no deberíamos hacer ni aunque nos pagaran». Entre los ejemplos incluye las llamadas «detox» a base de batidos depurativos, de barritas o las que se basan en una ingesta muy baja de calorías.

«Ese tipo de dietas no hay que hacerlas ni en pintura, ni las dietas monotemáticas, de alcachofa, de piña, de pomelos, o cuando sea la dieta de algo, sal corriendo», apunta García, quien también llama a esquivar a los «gurús nutricionales» que no siguen la evidencia científica porque «pueden hacer mucho daño».

Analiza otro tipo de dietas que en lugar de tener un semáforo rojo lo tienen ámbar, y otras, que tienen el verde.

Que comer mal no salga barato

Así, explica los pilares de la dieta, que, en realidad, tiene que ser una intervención nutricional con los alimentos que hay que comer más (como fruta, verdura y legumbres) y menos, así como los que hay que cambiar por otros y la importancia de consumir productos de cercanía.

«Los cambios están en el entorno, es decir, el hecho de que tengamos teletrabajo, sedentarismo, que nos llegue la comida a casa afecta, pero también es verdad que la obesidad se ceba especialmente con las familias más desfavorecidas», subraya.

Por eso considera importante que haya estrategias para que los alimentos que sean saludables «no sean tan caros».

En este sentido, opina que no es que comer saludable sea caro sino que comer mal sale «extremadamente barato»: «No puede ser que nos cueste mucho más comer una manzana que comer una magdalena», asevera Boticaria García.

La gordofobia

Aborda también la gordofobia porque «realmente hay un estigma muy grande»: «Si no tienes un cuerpo normativo, no encajas», reflexiona García, quien añade que «hay gente que tiene cuerpos normativos y que realmente está obesa por dentro».

Considera que hay una línea «muy delgada» con respecto a la gordofobia y que por un lado es «imprescindible» cambiar el lenguaje y por otro no hay que olvidar que la obesidad es un problema metabólico, que va de la mano de otros futuros.

«Si no respetamos a estas personas y no hacemos que se sientan bien, la evidencia nos dice que son más proclives incluso a no cuidarse, es decir, una persona tiene que sentirse bien consigo misma y entender lo que está ocurriendo para querer dar el paso y hacer esas intervenciones nutricionales», resalta.

Asimismo, García señala en la entrevista que el «quid de la cuestión» también está en si la obesidad se define o no como una enfermedad, como ha hecho la Organización Mundial de la Salud (OMS), un hecho que, a su juicio, tiene pros y contras, ya que por un lado puede quitar esa culpa a la persona, pero «también es verdad que la palabra enfermedad tiene una carga negativa muy mala».

«La buena noticia es que se está trabajando desde las sociedades científicas por cambiar la palabra enfermedad por otras que sean más amables», asegura. EFEsalud

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