Borrell no dimitirá pese a las críticas en el Parlamento Europeo
ABC
Josep Borrell no piensa dimitir a pesar de la avalancha de críticas que le han sido dirigidas en una comparecencia esta tarde en el Parlamento Europeo por el fracaso estrepitoso de su viaje a Moscú, aunque ha accedido a promover la idea de «acciones robustas» contra Rusia que no definió en detalle. El Alto Representante de la Unión Europea ha comparecido para dar cuenta de su reciente viaje a Moscú, la encerrona en la rueda de prensa conjunta y la expulsión de diplomáticos que numerosos eurodiputados han considerado como una humillación para la UE.
Desde la tribuna, Borrell dijo que la misión de su viaje era comunicar la preocupación de la UE sobre la represión del disidente Álexei Navalni y dejar clara la defensa de la democracia por parte de la UE. También ha criticado al régimen ruso, que -a su juicio- ha asumido «una fuerte deriva autoritaria» y «no deja ningún espacio para una apertura democrática para el Estado de Derecho». Borrell acusó las críticas de los eurodiputados, pero trató de defenderse llevando el argumento hacia el régimen ruso, puesto que, «escuchando a algunos de ustedes, parece que fui yo quien los expulsó de Rusia a los diplomáticos europeos, cuando fue Lavrov», el ministro de Exteriores ruso.
Aunque no llegó a usar la palabra dictadura, para defenderse Borrell aceptó hablar de que el Kremlin ha emprendido «una fuerte deriva autoritaria» y «no deja ningún espacio para una apertura democrática», lo que en buena lógica son hechos que ya podía conocer antes de ir a Moscú y hubieran debido llevarle a ser más precavido a la hora de programar este viaje o incluso suspenderlo.
Una de las intervenciones más exóticas entre los eurodiputados fue la del huido de la justicia Carles Puigdemont, que asumió las tesis del régimen ruso cuando comparó la persecución contra Navalni con el hecho de que en España se haya condenado a responsables independentistas por delitos graves contra la Constitución. El expresidente de la Generalitat le dijo a Borrell que habría debido corregir al ministro de Exteriores ruso porque en Cataluña «hay nueve presos políticos y no tres como dijo Lavrov» y le pidió que «se haga un Borrellexit» porque «la UE no puede ir por el mundo recomendando recetas que no se aplica en casa». En el turno de réplica, Borrell se refirió a Puigdemont sin nombrarlo (ambos estaban en la sala) y dijo a los eurodiputados: «Personalmente, me habría gustado entrar en un cuerpo a cuerpo con Lavrov para desmentir sus tesis, como la comparación de Navalni con la de un eurodiputado que se sienta en esta cámara y sus colegas que están ahora mismo haciendo campaña electoral» pero «no venía a cuento enzarzarse en una discusión».
En la última parte de su defensa, Borrell insistió en que, a pesar de todo, entiende que «hay temas en los que es necesario, inevitable, cooperar con Rusia. Pero para cooperar hacen falta dos y el poder ruso ha decidido hacerlo de otra forma; deberemos buscar otros caminos. Ahora sabemos mejor lo que podemos esperar de Rusia. Lo que hay que hacer es analizar en todas las instancias europeas con inteligencia y serenidad, cuáles pueden ser nuestros futuros pasos para definir nuestra relación con Rusia».
Por ahora, la presidenta de la Comisión mantiene su apoyo al Alto Representante, entre otras cosas porque el mecanismo político del ejecutivo comunitario es especialmente complejo. Un comisario no puede ser cesado si no quiere dimitir y el Parlamento solo puede votar una moción de censura a toda la Comisión. En el caso del Alto Representante, además, se trata de un puesto de «doble gorro» porque es vicepresidente de la Comisión, pero al mismo tiempo en su funcionamiento depende del Consejo, es decir de la reunión de los Gobiernos. En el improbable caso de que Borrell dimitiera, para no afectar a todos los complejos equilibrios políticos, geográficos y de género con los que se repartieron los puestos en la Comisión, le debería sustituir otro socialista español, lo que reduce mucho los apetitos por un cambio en esta cartera.
Este es el segundo tropiezo grave en poco tiempo de Borrell por su visión candorosa de la diplomacia. Primero fue su empeño por negociar un apaño para las elecciones legislativas de diciembre con la dictadura venezolana que es intrínsecamente alérgica a la democracia y ahora este mucho más grave al pretender establecer puentes de cooperación con el régimen ruso y al mismo tiempo aprovechar para reprochar al Kremlin la represión contra los disidentes y los manifestantes. Hay un problema de base en la idea que tiene el Alto Representante de la defensa de los Derechos Humanos porque piensa que es compatible con hacer negocios con los verdugos como si tal cosa.
También es verdad que en esta visión falsamente pragmática le acompañan varios Gobiernos. Como bien dijo ayer en el debate, en los últimos años ha habido 19 visitas a Moscú de representantes de algún país de la UE y una mayoría de ministros de Exteriores votó a favor del viaje, en contra de lo que pensaban los países fronterizos que conocen bien a Rusia. Y, sobre todo, el principal apoyo viene de parte de Alemania, que después del abandono de la energía nuclear ha decidido depender del gas ruso a pesar de todo.