Bielorrusia, un tentador bocado para Putin - 800Noticias
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EFE

La profunda crisis que atraviesa Bielorrusia y, sobre todo, la debilidad de su presidente, Alexandr Lukashenko, aferrado con dientes y uñas a un poder que se le escapa, convierte a esa república eslava en un tentador bocado para el presidente de Rusia, Vladímir Putin.

Táctico por excelencia, el jefe del Kremlin hace suyo aquello de «a río revuelto, ganancia de pescadores», como lo demostró hace más de seis años con la anexión de Crimea tras la revuelta popular en Ucrania que desbancó al presidente Víctor Yanukóvich, actualmente refugiado en Rusia.

Lukashenko, asediado por casi cuatro semanas de manifestaciones ininterrumpidas, ha solicitado ayuda a Putin, quien ha accedido a crear un contingente de fuerzas policiales presto a ser enviado a Bielorrusia en caso de que situación se descontrole por las acciones de «extremistas».

Sin embargo, el carácter masivo y, sobre todo, absolutamente pacífico de las protestas bielorrusas tornan de momento en algo muy improbable que el presidente ruso acuda a socorrer a Lukashenko con fuerzas represivas.

LA PATRIA COMÚN

El mandatario bielorruso, en el poder hace 26 años, sostiene que él y Putin «conservarán la patria común», que asegura «se extiende desde de Brest (ciudad bielorrusa en la frontera con Polonia) hasta Vladivostok (puerto ruso en el Pacífico)».

Estas declaraciones de Lukashenko son música celestial en los oídos de Putin, para quien la desaparición de la Unión Soviética fue «la mayor catástrofe geopolítica del siglo XX».

Hasta hace muy poco, el mandatario bielorruso se mostraba totalmente reacio a avanzar en la creación de la Unión Estatal de Rusia y Bielorrusia que él mismo promovió poco después de llegar al poder y en la que aspiraba a ocupar un importante papel, incluso el de su presidente.

UN GIRO COPERNICANO Y EL FANTASMA DE UCRANIA

«Toda su campaña presidencial Lukashenko la hizo en clave antirrusa, y ahora ha dado un giro de 180 grados», dijo a Efe el director de la revista Rusia en la Política Global y del Club de Debate «Valdái», Fiódor Lukiánov.

El experto subrayó que, «Rusia, por una parte, ha respaldado a las autoridades bielorrusas, pero, por otra, comprende que la posiciones de Lukashenko y sus compañeros son muy frágiles», pese a que no se enfrentan a una oposición política articulada como tal.

«Para Rusia es sumamente importante que los acontecimientos en Bielorrusia se desarrollen de manera evolutiva y controlada. Lo que no puede permitir es que se repitan los sucesos de Ucrania de 2014», recalcó Lukiánov.

A su juicio, «en esta ocasión, Rusia no quiere, no puede permitir, ni permitirá,  una suerte de cambio de poder por la fuerza y menos aún con el apoyo de fuerzas exteriores».

Al mismo tiempo, el experto señaló que nadie en Moscú cree que Lukashenko pueda estabilizar a largo plazo la situación en Bielorrusia y recuperar el nivel de control que tenía sobre el país.

REFORMA CONSTITUCIONAL, ¿LA SOLUCIÓN?

Lukiánov expresó su esperanza en que el Kremlin, que reconoció su victoria en las elecciones de 9 de agosto, le explique privadamente a Lukashenko que si quiere salir bien librado de la crisis necesita reformar la Constitución y el sistema político y celebrar nuevas elecciones.

Algunos politólogos advierten de que el presidente bielorruso con tal de conservar parte de su poder podría mediante modificaciones constitucionales ceder parte de la soberanía bielorrusa a Moscú.

«La ‘reforma constitucional’ es el guión de Putin para la anexión», escribió en su blog Andréi Piontkovski, una de las plumas más críticas con el presidente ruso.

El Kremlin, apunta el politólogo, necesita «un servicio más» de Lukashenko: «tendrá que aprobar la ‘Patria Común’ en referéndum».

Pero según el director de Rusia en la Política Global ese escenario es del todo improbable.

«Para celebrar un referéndum, ya no de unión, sino de una mayor integración con Rusia, ha de darse una situación en que la autoridad de quien lo convoque no sea cuestionada. Y Lukashenko hoy la tiene cuestionada y difícilmente podrá recuperarla», subrayó.

Una nueva constitución bielorrusa, añadió Lukiánov, podría refrendar «únicamente el propósito de una mayor integración con Rusia».

En todo caso, advirtió de que el proceso será largo, ya que Lukashenko cuenta con la lealtad de la fuerzas armadas y los cuerpos de seguridad.

«Guardando las diferencias, la situación de Lukashenko recuerda la de Maduro (por el presidente venezolano) a comienzos de 2019, cuando se pensaba que caería en cuestión de días o semanas», dijo el experto.

A MERCED DEL KREMLIN

En lo que todos los analistas coinciden es en que el presidente bielorruso, que en los últimos años ha coqueteado con Occidente y se ha negado ha estrechar lazos con Moscú, ha quedado completamente a merced de la asistencia política y económica del Kremlin.

No es casual el viaje hoy del primer ministro ruso, Mijaíl Mishustin, a Minsk, visita crucial para Lukashenko, que necesita como el aire reestructurar una deuda de 1.000 millones de dólares con Rusia.

Y es que las casi cuatro semanas de protestas tras las elecciones presidenciales del 9 de agosto, denunciadas como fraudulentas por la oposición y no reconocidas por gran parte de la comunidad internacional, están teniendo su impacto en la economía bielorrusa.

«Un Lukashenko débil, por una parte, conviene a Rusia, pero por otra, si se debilita mucho y no se le ve como un mandatario con poder real, no puede haber con él acuerdos a largo plazo», opinó Lukiánov. Según el experto, Rusia va intentar, primero, estabilizar la situación en Bielorrusia mediante inyecciones financieras, «pero más adelante le dirá a Lukashenko que haga cambios, que proponga una alternativa y que empiece a pensar en su futuro ya fuera del poder».

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