AUTORIDADES EN ALERTA | Venden la pastillita azul a precio «ganga» en México
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En la delegación Iztapalapa, al sur de la Ciudad de México, abunda la comercialización ilegal de analgésicos, antibióticos, inyectables, tratamientos para el acné y la disfunción eréctil en los tianguis de la capital. Estas farmacias ambulantes prometen alivios hasta seis veces más baratos respecto a los productos que se ofrecen en las boticas oficiales. Pero el descuento incluye el riesgo. Los compradores adquieren productos sin empaques, con envases maltratados, que no cuentan con sellos de garantía, ni fechas de caducidad.
“Me duele la panza. ¿Qué me recomienda?”, pregunta una mujer en una improvisada farmacia hecha con barras de metal, una mesa y una manta de color rosa en el tianguis de Las Torres, ubicado en Iztapalapa. En ese momento, el comerciante se convierte en médico y farmacéutico. “Si es gastritis, puedo darle pantoprazol; tengo de patente y de genérico”, responde con seguridad el hombre detrás de la mesa. La breve consulta, sin necesidad de un examen físico, de interrogatorio ni expedición de receta médica, culmina con la compra de un supuesto alivio por 20 pesos, poco más de un dólar.
En este mercadillo la venta ilegal de medicamentos compite cada fin de semana con montones de ropa de segunda mano, productos cosméticos, zapatos y celulares. Pero no es el único oasis del comercio irregular que existe en la ciudad. A 3,3 kilómetros, en la misma delegación, cada martes y viernes se instala el tianguis de Santa Cruz Meyehualco, un referente del mercado negro de medicamentos. Ahí, la venta de medicinas se multiplica, hay productos a granel y descuentos de fármacos por mayoreo, pese a que en los productos se advierte textualmente: “Prohibida su venta. Propiedad del sector salud”.
En un país donde el salario mínimo es de poco más de 80 pesos (4,2 dólares al tipo de cambio actual), lo atractivo del precio desafía a la legalidad y a la seguridad sanitaria. Cinco pastillas de 50 miligramos de sildenafil, la sustancia activa del Viagra, se ofrece en estos mercadillos por 50 pesos, mientras que en las farmacias oficiales el producto genérico cuesta hasta 130 pesos, menos de 7 dólares. La disparidad de precios se repite en la venta de otros medicamentos de dudosa efectividad que prometen aliviar dolores musculares, controlar la presión arterial o acabar con infecciones estomacales y vaginales. Cada venta es una ganancia para este sector sumergido que mueve unos 12.000 millones de pesos, unos 627 millones de dólares, el equivalente al 6% de la industria legalmente establecida, según los cálculos de la Cámara Nacional de la Industria Farmacéutica (Canifarma).
Rafael Gual, director general de esta asociación, señala que este mercado negro se abastece de los productos robados a los distribuidores en las carreteras, de la falsificación de los medicamentos y del hurto a cuenta gotas de medicinas en los centros de salud públicos. “No son suficientes los operativos que se realizan y es un problema que estará latente siempre”, reconoce.
Competencia desleal
A la denuncia de la Canifarma se unen también las quejas de la Unión Nacional de Empresarios de Farmacias (Unefarm), quienes aseguran que pierden hasta el 7% de sus ingresos anuales a causa de esta competencia desleal que se registra, principalmente, en la Ciudad de México y en los Estados de Michoacán, Jalisco, el Estado de México y en Nuevo León.
“La gente lo que debe hacer es evitar comprarlos porque también al existir demanda este mercado negro sigue existiendo”, señala Álvaro Pérez Vega, integrante de la Comisión Federal para la Protección contra Riesgos Sanitarios (Cofepris). Solo desde enero hasta agosto de 2017 esta entidad federal ha decomisado casi 60 toneladas de productos que incumplen las normas sanitarias y de comercialización, y ha impuesto sanciones por 10 millones de pesos (más de 520.000 dólares).
La advertencia de las autoridades sanitarias y del sector farmacéutico parece no hacerse escuchar en estos mercadillos, donde docenas de personas acuden, preguntan y se llevan un medicamento. Sin receta y a plena luz del día, los comerciantes de estas farmacias improvisadas ofrecen medicinas a granel como si fuesen golosinas.