Autofagia: ¿el secreto de la longevidad está en comernos a nosotros mismos?
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Nuestro cuerpo, en sus «labores de mantenimiento», tiene siempre puestas en marcha un montón de aspiradoras tipo roomba que pululan sin descanso por todos sus rincones. Estas roombas, como las de nuestros hogares, se encargan de eliminar la basura que se va generando en el organismo. Así lo explica la nutricionista Boticaria García.
Su misión es deshacerse de los compuestos potenciales tóxicos que pueden dañar a nuestras células, como los restos de virus tras una infección o las células defectuosas. ¿Dónde van a parar esos compuestos? Las roombas (también conocidos como autofagosomas) se encargan de ello.
Reducir, reutilizar, reutilizar.
Estas roombas además de ser un sofisticado sistema de limpieza también se dedican al reciclaje: son capaces de transformar los desechos que van recogiendo tanto en energía como en otras moléculas que se pueden reaprovechar. Así van renovando las estructuras y de propina, se retrasa el envejecimiento.
Por ejemplo, si nuestra roomba particular engulle una proteína defectuosa la puede degradar en sus distintos componentes. En el caso de una proteína, en los aminoácidos. Después, como si se tratara de piezas de Lego, estas piezas pueden volver a utilizarse para formar una nueva proteína evitando tener que sintetizarlas desde cero y ahorrando energía.
Aunque estas labores de mantenimiento tienen lugar de manera permanente a baja intensidad, cuando hay una restricción calórica importante el proceso de autofagia se pone las pilas para obtener recursos extra.
¿Y si la roomba falla?
Los fallos en el sistema de autofagia (por inactivación o hiperactivación) pueden dar lugar a la aparición de enfermedades neurodegenerativas, cardiovasculares, autoinmunes, metabólicas, diversos tipos de cáncer y, específicamente, otros problemas relacionados con un mayor ritmo de envejecimiento.
Por el contrario, y explicándolo de manera muy simple, la ciencia nos dice que, si mantenemos nuestras roombas funcionando como un reloj, podemos vivir más y mejor.
¿Cómo podemos estimular a nuestras «roombas» y potenciar la autofagia?
La forma más sencilla de inducir la autofagia es mediante la restricción calórica y el ejercicio. Pero también se está investigando cómo hacerlo mediante fármacos y miméticos de restricción calórica.
Hablamos de compuestos que, teóricamente, podrían imitar los efectos antienvejecimiento que se consiguen mediante la restricción de calorías, pero sin necesidad de reducir la ingesta calórica, en animales de laboratorio y en algunos humanos.
Algunos son de origen natural y, entre otras cuestiones, de aquí le viene la gloria a algún famoso polifenol como el resveratrol. Aunque por ahora no podemos echar las campanas al vuelo y la píldora de la eterna juventud está por llegar, de momento podemos centrarnos en lo que sabemos: no comer demasiado puede ser un buen punto de partida.
Con información de El Mundo
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