Asocian dormir mal en la adolescencia a riesgo de esclerosis múltiple
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Dormir mal o no descansar suficientes horas puede contribuir a la aparición de numerosas enfermedades, desde obesidad a ictus, glaucoma, o demencia, entre otras, y resulta especialmente grave en el caso de los niños y los adolescentes porque el cerebro continúa desarrollándose en esta etapa de la vida. Ahora, una nueva investigación ha encontrado un vínculo entre la falta de sueño en la adolescencia y un mayor riesgo de desarrollar esclerosis múltiple (EM) más adelante.
El estudio ha sido realizado por científicos de la Universidad de Karolinska (Suecia) y sus resultados muestran que los adolescentes que duermen menos de siete horas tienen un riesgo ligeramente aumentado de padecer la enfermedad. Sin embargo, los autores han matizado que tal vez el hecho de dormir mal no sea la causa de la esclerosis múltiple, sino que en realidad podría ser una consecuencia de estar incubando ya la enfermedad.
No se han determinado las causas exactas de la esclerosis múltiple, aunque se considera que tiene un origen autoinmune y se ha relacionado con factores genéticos y ambientales, como el índice de masa corporal (IMC) en la adolescencia, el consumo de tabaco, la exposición al sol, el déficit de vitamina D o la infección por el virus de Epstein-Barr. También se ha vinculado el trabajo por turnos con un mayor riesgo de EM, sobre todo si se realiza desde temprana edad, pero no se ha analizado en profundidad aún como influyen los patrones de sueño (duración, interrupción del reloj biológico y calidad del sueño) en este riesgo.
“Un sueño insuficiente y la baja calidad del sueño durante la adolescencia parecen aumentar el riesgo de desarrollar EM posteriormente. El sueño reparador suficiente, necesario para el funcionamiento inmunológico adecuado, puede ser otro factor preventivo contra la EM”, afirman los investigadores, que han publicado sus conclusiones en Journal of Neurology Neurosurgery & Psychiatry.
Dormir menos de 7 horas aumentó el riesgo de esclerosis múltiple
En la investigación se analizaron los datos de más de 5.000 casos y controles recopilados en la Investigación Epidemiológica de la Esclerosis Múltiple (EIMS), que incluyó a residentes en Suecia de 16 a 70 años. Los individuos con EM se emparejaron por edad, sexo y área residencial con dos personas sanas seleccionadas al azar del registro nacional de población entre 2005 y 2013 y 2015 y 2018. Los investigadores se centraron sobre todo en los patrones de sueño entre los 15 y los 19 años, y el análisis final incluyó a 2.075 personas con EM y 3.164 sin la enfermedad en este grupo de edad cuando se seleccionaron para el estudio.
Los participantes también respondieron a preguntas sobre sus patrones de sueño a diferentes edades: la duración del sueño en los días de trabajo o escuela, y en los fines de semana o días de vacaciones. Se consideró sueño corto al que duraba menos de 7 horas/noche; sueño adecuado de 7 a 9 horas; y sueño prolongado como 10 o más horas. Estas personas evaluaron además la calidad del sueño durante diferentes períodos de edad utilizando una escala de 5 puntos, en la que 5 es igual a muy bueno.
La edad promedio a la que se diagnosticó esclerosis múltiple fue de 34 años. La duración y la calidad del sueño durante la adolescencia se asociaron con el riesgo de un diagnóstico de EM, que aumentó con menos horas de sueño y un descanso de peor calidad. En comparación con dormir de 7 a 9 horas por noche durante la adolescencia, el sueño breve se asoció con un aumento del 40% en el riesgo de desarrollar EM posteriormente, tras tener en cuenta diferentes factores que podrían influir en los resultados, incluido el IMC a los 20 años y el tabaquismo.
El sueño prolongado no se asoció con un mayor riesgo de EM. La mala calidad del sueño evaluada de forma subjetiva durante este período se asoció con un aumento del 50% en el riesgo de desarrollar EM. Los investigadores han advertido que se deben interpretar con cautela estos hallazgos porque podría ser que la brevedad del sueño se debiera a un daño neurológico previo, y no al revés. Aunque también recuerdan que el sueño de mala calidad afecta negativamente al sistema inmune y a la señalización inflamatoria y que el reloj biológico también interviene en la regulación de la respuesta inmunitaria.
Según ha explicado Pablo Villoslada, del IDIBAPS–Hospital Clínic, en declaraciones a SMC España, “hasta ahora no había una evidencia clara de que la falta de sueño en adolescentes fuese un factor de riesgo. Por supuesto, se conoce bien que con la adolescencia cambia el patrón de sueño y que la mayoría de los adolescentes están faltos de sueño, pero esto no tiene por qué aumentar el riesgo de la esclerosis múltiple. En este estudio demuestran que dormir menos de siete horas aumenta ligeramente ese riesgo. Como ellos dicen, no quiere decir que esto sea la causa, podría ser la consecuencia de estar ya incubando la enfermedad (lo que se llama el pródromo de la enfermedad en medicina)”.
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