Así pudimos comunicarnos por primera vez a largas distancias
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A lo largo del siglo XIX se produjo una segunda revolución industrial que estuvo basada en la ciencia y no en la ingeniería. Se produjo fundamentalmente en dos campos: uno fue la química, con la aparición de los tintes sintéticos; el otro fue fruto de los experimentos de Volta y Faraday sobre electricidad.
En el siglo XVIII la electricidad era el juguete de los científicos y muchos empezaron a buscarle aplicaciones prácticas, como transmitir información con ella: en 1753 un lector de la revista Scots Magazine (la más antigua del mundo, que todavía se sigue publicando), que firmó con las iniciales C. M., sugirió la idea de un telégrafo electrostático: utilizando un cable por cada letra del alfabeto se podría enviar un mensaje a distancia. Sin embargo, la idea de un telégrafo así, en el que no interviene la corriente eléctrica, era totalmente impracticable. Pero con la invención de la pila eléctrica por Volta en 1 800 la cosa cambió. Previendo su importancia, Napoleón promovió la construcción de una enorme pila galvánica en la Escuela Politécnica de París en 1813. A pesar de la evidente molestia que significaba tener una larga fila de pilas unidas entre sí, bastaba para producir la electricidad necesaria para que funcionara un telégrafo.
Los primeros intentos
En 1809 el médico alemán Samuel Thomas von Sömmering, propuso un telégrafo electroquímico, que era una versión mejorada de la del médico español Francisco Salva Campillo. Constaba de 36 hilos, uno por cada letra y número. Cuando la corriente eléctrica llegaba al receptor, el cable, que se encontraba sumergido en un recipiente con ácido, liberaba hidrógeno, que formaba unas burbujas: allá donde aparecía era la letra correspondiente. El telégrafo de von Sömmerling tenía un alcance de varios kilómetros, aunque realmente tener 36 botes con ácido no era nada práctico.
La invención del electroimán fue un impulso para la búsqueda del telégrafo, como así demostró Joseph Henry en 1828, que lo utilizó para desarrollar uno que resolvía uno de los grandes problemas de la telegrafía: superar la alta resistencia que tenían los hilos telegráficos y que hacían que la señal se debilitase rápidamente. Henry fue capaz de hacer sonar una campana situada a kilómetro y medio.
El primer telégrafo operativo
Pero el primer telégrafo reamente operativo fue inventado por Francis Ronaldsen 1816 utilizando, sorpresa, sorpresa, ¡electricidad estática! En su casa instaló todo una compleja red telegráfica que se extendía a lo largo de 10 km. La línea estaba conectada a diales giratorios donde había impreso las letras del alfabeto y que se movían cuando los impulsos eléctricos llegaban a ellos. Ofreció su invento al Almirantazgo pero este lo desestimó como “totalmente innecesario”. Ronalds describió su invención y lo que significaría como revolución en las comunicaciones en un librito titulado Descriptions of an Electrical Telegraph and of some other Electrical Apparatus, en lo que es el primer libro publicado sobre telegrafía eléctrica. Adelantado a su tiempo, los componentes que describió se utilizaron 20 años más tarde cuando el telégrafo entró en la sociedad.
Los años 1830 fueron una sucesión de desarrollos en diferentes países y con diferente grado de éxito. En 1837 William Fothergill Cooke y Charles Wheatstone desarrollaron un exitoso sistema telegráfico que, como receptor, utilizaba una serie de agujas sobre un panel que usaban para señalar las letras del alfabeto. En su patente de mayo recomendaban un sistema de 5 agujas para codificar 20 de las 26 letras. Fueron ellos los que tendieron la primera línea telegráfica de la historia, entre Euston y Camden, en Londres.
El telégrafo moderno
Pero el telégrafo tal como lo conocemos fue patentado ese mismo 1837 por el norteamericano Samuel Morse junto con su ayudante Alfred Vail, que fue el inventor del instrumento que recogía los mensajes y tantas veces hemos visto en las películas del oeste: una tira de papel que iba imprimiendo puntos y rayas a medida que avanzaba el mensaje. Porque además del aparato, Morse tuvo la idea de sustituir las letras y números por un nuevo lenguaje, el código Morse.
El primer telegrama se envió el 11 de enero de 1838 a una distancia de 3 km; en 1844 envió el primero a larga distancia, entre Washington y Baltimore, una distancia de 71 km. Dos años más tarde, en Alemania, Siemens y Halske fundaban una compañía que construyó la red de telégrafos en Rusia y luego tendió un cable desde Londres, a través de Berlín, hasta Calcuta.
Con información de Muy Interesante