Arqueólogos tras las huellas de los cazadores de mamuts
EFE
Hace 29.000 años un grupo de humanos cazaron un mamut y trasladaron, al menos, una de sus enormes patas al interior de su cueva, en lo que hoy es el yacimiento de Isturitz (Francia), una práctica que, hasta ahora, no estaba documentada en el sur de Europa.
Un equipo de arqueólogos de la Universidad del País Vasco (UPV/EHU) decidió recoger el guante del misterio y acaba de terminar una campaña de excavación en esa conocida cueva del sur de Francia, donde se han encontrado con un sitio bastante único.
Y no solo por la ya conocida presencia de un omóplato de mamut, que se encontró en 1998 -el equipo ha localizado ahora otros fragmentos-, sino por la riqueza de la excavación, de donde han sacado unos cinco mil restos entre fauna e industria lítica, lo que permitirá reconstruir el modo de subsistencia de aquellos humanos.
El investigador del Departamento de Geografía, Prehistoria y Arqueología de la UPV/EHU, Aritza Villaluenga, cuenta a Efe que han excavado un conjunto que corresponde al periodo Gravetiense (Paleolítico Superior), desde 28.000 a 23.000 años, y otro del Auriñaciense evolucionado (33.000-30.000 años).
Una etapa poco conocida en los Pirineos, pues solo existen registros sobre ocupación humana en las cuevas Isturitz, Zatoya (Navarra) y en Gargas (Haute-Pyrénées, Francia).
Esa falta de datos y la existencia en esa cueva del País Vasco francés de restos de mamut, son para un arqueólogo -dice Villaluenga- «un misterio bastante grande ¿Dónde estaba la gente, por qué cazaban animales que normalmente no lo hacían en otro momento?»
Los ocho científicos vascos han trabajado junto a expertos de Francia, Reino Unido y Alemania, bajo la dirección de Villaluenga, en una zona conocida como sondeo número 7, un lugar de paso entre la sala Saint Martin y la Gran Sala.
La cueva se habría repartido entre la zona habitable y otra secundaria, «como un tipo depósito donde acumulaban lo que ya no servía. Es interesante saber -destaca- que ya en aquella época, hace casi 30.000 años, tenían una cierta lógica de orden».
El trabajo se ha realizado en la zona depósito, donde en 1998 se encontró el omóplato de mamut, de casi un metro de largo por medio de ancho. «Es muy extraño encontrar algo así en un sitio como este» -destaca-, pero aquel hallazgo quedó allí y no se hicieron estudios.
Villaluenga presentó hace dos años un proyecto, gracias al convenio de colaboración entre el grupo Consolidado de Investigación en Prehistoria (UPV/EHU) y las cuevas de Isturitz & Oxocelhaya, para continuar los trabajos, que fue aprobado y financiado por el Servicio Regional de Nueva Aquitania.
Pero luego llegó la pandemia que, como en tantos otros aspectos de la vida, obligó a suspender los planes.
Ahora, finalmente, se ha podido excavar, aunque con la mitad del equipo y solo tres semanas, lo que obliga a hacer sobre el terreno solo el trabajo imprescindible: sacar el material, hacer un inventario preliminar en el ordenador, la limpieza del sedimento y de las piezas más significativas.
El resto se hará en el laboratorio de la universidad pasado el verano. «Ahora es imposible, pero lo importante -dice- es poder excavar y llegar a unas primeras conclusiones».
El lugar es «bastante único» pues, aunque la pieza más significativa es la escápula, se han encontrado más huesos de mamut, que podrían ser del mismo animal, pero también de algún ejemplar juvenil o infantil.
Además, hay restos de reno, caballo o bisonte, que se sabe que se cazaban de manera habitual, indica Villaluenga.
La incógnita es entender por qué aquellos humanos se aventuraban a enfrentarse a un animal de unos 4.000 o 4.500 kilos, que vivía en manada y era difícil de cazar.
«Si lo intentas, igual lo cazas, pero dos o tres personas se te pueden quedar por el camino -destaca-, algo que no se podían permitir en una época en que los grupos eran pequeños y por la falta de miembros podrían llegar a morir de hambre».
Villaluenga relata que los moradores de Isturitz conocían el territorio y se desplazaban por toda la región para elegir las mejores variedades de sílex para sus útiles.
Era una época de frío intenso, en la que probablemente no había suficientes árboles para leña, por lo que hacían fuego con colágeno del interior de los huesos frescos. Además producían arte y en la excavación han encontrado siete restos de conchas marinas perforadas, que podrían ser de collares o llevarlas en la ropa.
Ahora, los expertos intentarán profundizar en el misterio de por qué, además, cazaban mamuts.