Arqueólogos egipcios hallan un escondite con 17 momias
El Mundo
Una cachette, un escondrijo de momias, acaba de sumarse a los tesoros que despiertan de las entrañas de la tierra de los faraones. Con el boato habitual, Egipto ha anunciado el hallazgo de una oquedad en pleno desierto que alberga 17 momias envueltas en lino. Una colección que, según la misión egipcia que la ha desenterrado, goza de buena salud.
El enclave, horadado a ocho metros bajo tierra y sin señalizar para evitar la rapiña de los ladrones, se halla en el yacimiento de Tuna el Guebel, el cementerio de la antigua ciudad de Hermopolis Magna ubicado en la provincia de Minya, a unos 300 kilómetros al sur de El Cairo. «Es la primera necrópolis humana con tantas momias hallada en el centro de Egipto», ha reconocido el ministro de Antigüedades, Jaled al Anani, en una ceremonia repleta de autoridades locales que ha servido para presentar el hallazgo en sociedad.
El descubrimiento fue fruto del más absoluto azar. El año pasado, la expedición de la Universidad de El Cairo que trabaja en el lugar auscultó el páramo con un radar y detectó la presencia de una cavidad al este de las catacumbas que acogen miles de momias sagradas de halcones o ibis. El vacío, sin embargo, solo reveló su interior esta semana durante las tareas de excavación de la zona. «Hemos localizado unas nuevas catacumbas con una gran cantidad de momias», ha detallado Salah al Juli, el profesor que lidera la misión.
La cantidad precisa de difuntos que hospeda la cueva resulta todavía un enigma. Según Al Juli, la cifra podría alcanzar las 32 e incluiría momias de mujeres, niños y recién nacidos. Su hallazgo es -advierte- solo el principio. La red de pasillos excavados bajo la arena que conducen hasta la sepultura abre la puerta a nuevos descubrimientos. De momento, el escondite localizado contiene ocho sarcófagos tallados en piedra caliza y arcilla. Al menos dos son ataúdes antropoides. «Uno de los sarcófagos de arcilla está dañado mientras que el otro se halla en buenas condiciones», ha agregado el egiptólogo.
Aunque la fecha no ha sido determinada, el equipo la enmarca en el periodo tardío (672-332 a.C.), cuando la civilización egipcia comienza su declive y acaba conquistada por las tropas de Alejandro Magno. Junto a los finados, que no pertenecen a la familia real, también se han encontrado dos papiros escritos en demótico, que serán trasladados al Gran Museo Egipcio para su restauración, y una pluma dorada. «Podría ser un elemento decorativo para el pelo usado por alguno de los muertos», ha sugerido Al Juli.
En una yacimiento contiguo, la misión también ha desenterrado varias tumbas de época romana realizadas en arcilla que aún guardaban monedas, lámparas y otros objetos domésticos. La localización de la cachette es el primer gran hallazgo en la zona de Tuna el Guebel desde que aflorara la necrópolis grecorromana de animales en una excavación desarrollada entre 1931 y 1954 por el arqueólogo egipcio Sami Gabra.
La joya del enclave, no obstante, es el sepulcro familiar de Petosiris, un sumo sacerdote de Tot, el dios de la escritura sagrada cuyo culto se desarrollaba en Hermopolis Magna. El religioso se hizo construir una tumba con forma de templo cuya decoración es una cuidada simbiosis de las tradiciones egipcia y helenística, con personajes típicos del antiguo Egipto enfundados en vestidos griegos.
El renacimiento de Tuna el Guebel marca otro hito en un año especialmente fecundo en hallazgos. En marzo los restos de un coloso del faraón Psamético I aparecieron en el descampado de un populoso barrio de El Cairo. El mes pasado una pirámide de 3.700 años de antigüedad asomó en la geografía de Dashur.
Dos misiones españolas han contribuido también a esta buena racha. «2017 está siendo un año histórico para el descubrimiento arqueológico. Parece un mensaje de nuestros ancestros, que nos están echando una mano para que los turistas regresen», ha bromeado Al Anani.