Análisis | Obama y su filosofía hacia Latinoamérica: una relación entre iguales
EFE
El presidente de EE.UU., Barack Obama, llega este viernes a Perú para realizar, casi con toda seguridad, la última visita de su mandato a Latinoamérica, una región con la que ha querido mantener una relación de igual a igual desde que llegó a la Casa Blanca.
Su visita a Perú no es un viaje bilateral como tal, puesto que Obama acude a Lima para participar en la cumbre del Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico (APEC), pero el mandatario sí sostendrá una reunión bilateral con su homólogo peruano, Pedro Pablo Kuczynski, y coincidirá con los líderes de Chile y México.
“Hay mucha buena voluntad en América Latina hacia Obama”, comenta a Efe el presidente del centro de estudios Diálogo Interamericano, Michael Shifter, al destacar que su “tono” y “enfoque” fueron “bien recibidos” desde el principio de su mandato en toda la región.
Con su visita a Lima “Obama esperaba terminar su Presidencia con un broche de oro”, pero dada “la incertidumbre generalizada sobre lo que está por venir” con su sucesor en la Casa Blanca, Donald Trump, “el estado de ánimo estará lejos de ser de celebración”, apunta este experto.
En su primera Cumbre de las Américas, la celebrada en Trinidad y Tobago en 2009, Obama prometió a sus pares latinoamericanos y caribeños una “alianza de iguales”.
Tres años después, en la Cumbre de las Américas que acogió Colombia en 2012, Obama propuso una “nueva era” de asociación con Latinoamérica para aprovechar la buena posición global del continente.
Pero fue en 2015 en Panamá, en su tercera cumbre continental, donde Obama pasó página definitivamente y decidió no ser más un “prisionero del pasado” en las relaciones de su país con la región, al afianzar el acercamiento a Cuba con su histórica reunión con Raúl Castro y esforzarse por mitigar las tensiones bilaterales con Venezuela.
“La Guerra Fría ya terminó”, dijo Obama durante la cumbre de la reconciliación. “Estados Unidos mira hacia el futuro. No estamos atrapados en la ideología, al menos no yo”, subrayó también.
Según Shifter, Obama “será especialmente recordado por su audaz avance en la política de Estados Unidos hacia Cuba, un cambio por el que los latinoamericanos llevaban presionando desde hace tiempo”.
La certificación de que el acercamiento a Cuba ha sido prioritario para él fue su histórica visita a la isla en marzo pasado, acompañado de toda su familia.
Además, desde Cuba Obama voló a Buenos Aires para relanzar, al lado del presidente argentino, Mauricio Macri, la alianza bilateral tras una etapa de convulsas relaciones durante el mandato de Cristina Fernández.
Obama realizó su primera gran gira por Latinoamérica en 2011, con paradas en Chile, Brasil y El Salvador, y también ha visitado Costa Rica (en 2013) y Jamaica (en 2015).
Como era de esperar, ha evitado viajar a países como Venezuela, Bolivia, Ecuador o Nicaragua, cuyos presidentes comparten animadversión hacia el “imperio” estadounidense.
Mención aparte merece México, el mayor aliado de EE.UU. en Latinoamérica no solo por la frontera compartida y un país que Obama ha visitado en cinco ocasiones entre cumbres y viajes bilaterales.
Esta misma semana Obama habló por teléfono con su homólogo mexicano, Enrique Peña Nieto, para asegurarse de que los mecanismos de cooperación bilateral quedan bien atados ante la incertidumbre sobre lo que planea hacer Trump y dada su promesa de construir un muro en la frontera común para frenar la inmigración ilegal.
Inmigración quedó pendiente
La tarea de trabajar con los centroamericanos, en particular Guatemala, Honduras y El Salvador, para evitar precisamente que ciudadanos de esos países, cada vez más familias y niños que viajan solos, lleguen ilegalmente a EE.UU. por la frontera sur ha recaído en el vicepresidente Joseph Biden.
Biden se ha reunido con los mandatarios de esos países varias veces en Washington y ha viajado a la región, en el marco de una estrategia que incluye ayuda económica y busca reducir la violencia que lleva a salvadoreños, guatemaltecos y hondureños a huir a la desesperada hacia Estados Unidos.
A juicio de Shifter, para muchos latinoamericanos “la mayor decepción” de la Presidencia de Obama ha sido “la incapacidad de hacer progresos serios en el tema de la inmigración”, y especialmente en la protección de los más de 11 millones de indocumentados que hay en EE.UU.
Shifter concluye que lo que parece claro es que el estilo de Trump es “dramáticamente diferente” al de Obama y “hay una gran incertidumbre sobre lo que viene a continuación” para las relaciones entre EE.UU. y Latinoamérica.