Amnistía Internacional urge a China a acabar con represión y «lavado de cerebro» a musulmanes
EFE
Amnistía Internacional (AI) denunció este domingo muertes bajo custodia y torturas en los campos de reeducación en la región de Xinjiang, donde aseguró que cerca de un millón de musulmanes son sometidos a «lavados de cerebro» por el régimen comunista.
El año pasado se intensificó la campaña gubernamental de vigilancia, adoctrinamiento político y asimilación cultural forzada contra los uigures de la región, los kazajos y otros grupos étnicos predominantemente musulmanes, según el último informe publicado por Amnistía Internacional.
Desde entonces, están prohibidas, por considerarse conductas «extremistas», la afiliación religiosa y cultural, llevar barba «anormal», usar velo o pañuelo en la cabeza, orar regularmente, ayunar o evitar el alcohol, además de tener libros o artículos sobre el Islam o la cultura uigur.
Se calcula que actualmente un millón de musulmanes se encuentran retenidos por las autoridades en campos de reeducación, sin derecho a juicio, acceso a abogados o contacto con familiares.
«Los campos de detención masiva son lugares de lavado de cerebro, tortura y castigo. El simple hecho de enviar mensajes a sus familias en el extranjero puede provocar la detención, lo que demuestra lo absurdas, injustificadas y completamente arbitrarias que son las acciones de las autoridades chinas», denunció el director de AI para Asia Oriental, Nicholas Bequelin.
El Gobierno chino justifica estas medidas dentro de su lucha contra el extremismo y el terrorismo, por lo que las autoridades liberan a los individuos cuando consideran que han sido «transformados».
Aquellos que se resisten o no logran mostrar el suficiente progreso se enfrentan a castigos que van desde el abuso verbal a la privación de alimentos, confinamiento en solitario o palizas.
«Ha habido informes de muertes dentro de las instalaciones, incluidos suicidios de aquellos que no pueden soportar el maltrato», alertó el informe de AI tras entrevistar a exdetenidos.
Uno de ellos es Kairat Samarkan, detenido en uno de estos centros entre octubre de 2017 y febrero de 2018 tras viajar a Kazajistán y ser acusado de «traicionar a su país».
Según contó a AI, fue encapuchado y encadenado en brazos y piernas, y la primera vez que lo detuvieron le obligaron a permanecer en una posición fija durante doce horas.
En el mismo centro que Samarkan había casi 6.000 personas detenidas, que fueron obligadas a cantar canciones políticas como «Larga vida a Xi Jinping» y estudiar discursos del Partido Comunista Chino, según el relato.
Los viajes al extranjero por motivos de trabajo o de estudios, especialmente a países de mayoría musulmana, o el contacto con personas fuera de China también pueden ser motivo de detención, de acuerdo con AI.
«Las familias ya han sufrido suficiente. Cientos de miles de familias han sido destrozadas por esta represión masiva. Están desesperados por saber qué ha pasado con sus seres queridos y es hora de que las autoridades chinas les den respuestas», dijo Bequelin.
AI pidió al Gobierno del presidente Xi Jinping que ponga fin a esta campaña de «represión sistemática» contra los musulmanes, una exigencia demandada en numerosas ocasiones por muchas organizaciones internacionales.
En el país asiático se calcula que hay unos 23 millones de musulmanes, aproximadamente un 1,7 por ciento de la población, entre ellos minorías étnicas como los hui (repartidos en todo el país) u otras ligadas a los pueblos de Asia Central tales como uigures, kazajos, uzbecos, kirguises o tayikos.